La salud de los enfermos tras Chipre
En su excelente relato 'La salud de los enfermos', Julio Cortázar cuenta las rocambolescas piruetas que todos los componentes de una familia realizan para ocultar a su madre, enferma, las desgracias acontecidas en su entorno y evitar así que sufra o su estado empeore.
¿Qué tiene esto que ver con el tema que nos ocupa? No puedo evitar la sensación de que, hasta la crisis de la banca chipriota, hemos vivido una época en la que nuestros políticos, sin llegar a ocultarnos la realidad económica que atravesábamos, nos iban dando la información en pequeñas píldoras para evitarnos un síncope definitivo. Sin embargo, tras los rescates de Irlanda, Portugal, Grecia y el de la banca española (llámese como se quiera), lo acontecido con la pequeña isla mediterránea ha supuesto un punto de inflexión con todo lo acontecido hasta entonces por varios motivos.
El primero, sin duda, es que se ha conseguido que los depositantes de las entidades de crédito de los diferentes países dejen de dormir tranquilos. Obviamente los de los países periféricos, además, tendremos más de una pesadilla. Lo cierto es que, aunque los dirigentes políticos dieron marcha atrás apresuradamente en lo referente a los depósitos por debajo de cien mil euros y se han dejado la voz intentando asegurar que el modelo de Chipre no es exportable, su falta de crédito (similar a la de nuestra economía) es tan innegable, que han convencido a pocos.
"La solución impuesta a Chipre no es casualidad. Representa un toque de atención a los países del Sur de Europa"
Segundo, se ha avivado un posible efecto contagio con consecuencias difíciles de medir a futuro. El miedo es libre y todo sucede en un momento en el que, además, los bancos se ven forzados, por las mismas autoridades que han tomado esa decisión, a reforzar sus balances con lo que una posible huida hacia territorios seguros sería un obstáculo adicional en el camino a recorrer.
Tercero, el acuerdo eleva el enfrentamiento entre el norte y el sur de Europa. Las antagónicas declaraciones realizadas por los representantes del núcleo duro y de los países débiles, respecto a si esta solución era un caso único o no, han contribuido a elevar el malestar. Es evidente que en el acuerdo, Alemania volvió a imponer sus tesis, lo que le ha valido las críticas de aquellos más molestos (sur de Europa) con la política de austeridad defendida por Merkel.
Se podrían enumerar muchos más puntos, pero creo que la solución impuesta en Chipre no es una casualidad y, probablemente, representa un toque de atención definitivo para los países del Sur ante una situación que, de no corregirse, puede resultar en breve insostenible.
Nos encontramos atrapados por un triángulo vicioso conformado por un alto nivel de deuda pública que, además, crece de forma casi desbocada como consecuencia de un bajo o nulo crecimiento económico (segundo vértice del triángulo) y, tercero, con un sistema financiero muy endeudado y sobredimensionado.
Este último punto, el exceso de tamaño, ha sido alimentado en parte por los propios estados a los que les ha convenido que fuera así, pues han colocado de forma masiva su deuda en los balances de las entidades con consecuencias, eso sí, devastadoras. La primera, la sensación en los gobernantes de que la necesidad imperiosa de recortar el déficit no existe, pues siempre tienen un comprador para su deuda en los bancos de sus sistemas. Segundo, porque una gran parte del crédito disponible, escaso de por sí, lo fagocita el Estado con las secuelas conocidas de falta de financiación para empresas y particulares.
Por último, aunque es cierto que las entidades financieras, a través de esta práctica, y más aún con la barra libre del BCE, consiguen cierto margen con el 'carry trade', no lo es menos que nos pone en una situación que dificultaría enormemente cualquier solución futura (poco probable, pero no descartable) que tuviera que pasar por una quita ya que la misma, supondría un daño irrecuperable para esas entidades financieras, lo que pondría en mayores apuros aún la sostenibilidad de las finanzas públicas del Estado en cuestión. En definitiva, un círculo diabólico que conecta el riesgo financiero con el riesgo soberano.
Creo que después de Chipre las cosas no volverán a ser como antes y, por cierto, si no lo han hecho ya, lean el relato de Cortázar para conocer el final.
Rafael Juan y Seva es profesor asociado en la Schiller International University en el Campus de Madrid.
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