Europa puede salvar a sus jóvenes parados
Salvamos los bancos, pero corremos el riesgo de perder una generación”. Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, tiene buena parte de razón. La celeridad de los políticos para salvar el sistema financiero no encaja con los modestos esfuerzos para reducir el paro juvenil. Pero Schulz exagera. Europa no va a perder una generación.
La profunda recesión y lenta recuperación ha hecho, sin duda, más difícil que los jóvenes inicien sus vidas laborales. El problema es particularmente grave en los países más golpeados. El número de jóvenes entre 15 y 24 años trabajando en España, Grecia e Irlanda ha caído en un 50% desde el máximo de 2007. Pero las tan difundidas tasas de paro juvenil, sobre el 60% en España y Grecia, están sesgadas por los muchos jóvenes que están fuera de los datos oficiales: estudiantes, personas en formación o la economía sumergida. En el global de la Unión Europea, el número de gente legalmente empleada ha caído en un 2,5% desde 2007 hasta el tercer trimestre de 2012. Para la gente joven, la caída ha sido del 14%. Preocupante, pero no desastroso.
Por lo visto en recesiones anteriores, casi toda la gente joven que ahora busca empleo remunerado lo encontrará con el tiempo. Será así incluso si el empleo total sigue deprimido. Un exceso de oferta laboral sobre la demanda lleva a menos años de empleo a tiempo completo de los que los trabajadores querrían, pero el dolor se comparte. En Europa, la gente joven se está llevando demasiado en forma de largas esperas hasta que encuentran un trabajo razonable.
El alto paro juvenil es un fracaso de la economía que debe arreglarse
Una tasa alta de desempleo juvenil es un fracaso económico que debería solucionarse. No es fácil. Un fuerte crecimiento del PIB, que conlleva un menor desempleo, sigue siendo difícil de lograr, mientras que las políticas fiscales descartan el único remedio directo: la contratación masiva de funcionarios. Esto lleva a las reformas laborales: cuanto más capaces sean los jóvenes, y más baratos y fáciles sean de despedir, más atractivos serán para contratar. Es un trabajo lento y complejo, y los políticos europeos no lo han intentado lo suficiente. Schulz tiene razón: la crisis del euro no se acabará hasta que se solucione.