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Tribuna
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Envidia

Hace dos semanas, con solo dos días de diferencia, pudimos constatar las diferencias entre la interpretación de las causas de los problemas económicos actuales y de sus posibles soluciones, que plantearon los responsables de los dos bancos centrales con mayor influencia en la economía mundial: la Reserva Federal norteamericana y el Banco Central Europeo (BCE).

El lunes 11 de febrero, Janet Yellen, vicepresidenta del Consejo de Gobernadores de la Reserva Federal y a la que algunos consideran principal candidata para sustituir a Ben Bernanke al frente de la máxima institución de política monetaria de los EE UU en enero de 2014 (hay dudas acerca de que Ben Bernanke sea propuesto para un nuevo mandato de cuatro años), expuso en Washington una presentación en la que planteaba su interpretación de la situación económica y defendía una orientación muy concreta de la política monetaria en los EE UU. Dos días después, Mario Draghi, presidente del BCE, pronunciaba un discurso sobre el mismo asunto (pero referido a la eurozona) en el Congreso de los Diputados de España. El único punto en común de ambos discursos es su solidaridad con los que peor lo están pasando en este episodio de recesión y lentísima recuperación. Draghi se mostraba “plenamente consciente de los importantes costes sociales que el ajuste entraña”, así como de “la dimensión humana de esta recesión”.

Yellen era mucho más expresiva, aportaba datos que mostraban como el desempleo era un problema más grave entre los jóvenes y las minorías étnicas (afroamericanos, especialmente) y declaraba que esos datos no solo eran estadísticas para ella, puesto que “el precio a pagar por el desempleo es sencillamente terrible por sus efectos sobre la salud física y sicológica de los trabajadores, sobre sus matrimonios y sobre sus hijos”. Las similitudes entre ambos discursos se limitaron a esa conciencia social de los que muchas veces suponemos que no son más que gélidos e insensibles economistas que parecen no tratar con personas sino con oferta de trabajo, gasto en consumo y demanda de liquidez por parte de instituciones no financieras.

“Siento envidia de los residentes al otro lado del Atlántico, porque los responsables de la política monetaria muestran sentido común e interés por el bienestar social”

La que ya se conoce como la Gran Recesión terminó en EE UU hace tres años y el crecimiento medio del PIB real en ese país ha sido en este periodo postrecesión del 2,2 % anual (en la eurozona no se puede hablar ni de recuperación leve, puesto que el último dato conocido del cuarto trimestre de 2012 nos devuelve a una recesión y la variación anual del PIB real en 2012 se estima en -0,9%), mientras que el desempleo en EE UU se va recortando muy lentamente y se sitúa en el 7,9% (11,7% en la eurozona en diciembre de 2012 en comparación con el 10,7% de diciembre de 2011). En su exposición, Yellen nos recuerda que la situación actual no tiene precedentes puesto que recuperación posterior a la Gran Recesión ha sido la más lenta entre las recuperaciones posteriores a las 10 recesiones vividas en EE UU después de la segunda Guerra Mundial y, asimismo, está convencida de que la investigación económica sustenta la hipótesis de que una elevada escasez cíclica de la demanda es la principal causa del elevado desempleo actual. Para Draghi, sin embargo, el problema económico principal de la eurozona tiene que ver con los ajustes o, en otras palabras, “grandes desequilibrios” en sectores endeudados y en las finanzas públicas que es necesario corregir para poder generar un cambio de tendencia.

Las soluciones que ambos proponen se relacionan directamente con sus diagnósticos: Yellen considera que la Reserva Federal tiene que mantener sus políticas convencionales y no convencionales de estímulo del gasto en los EE UU y que los desajustes que pudieran existir en el mercado de trabajo se corregirán con más facilidad en un entorno de aumento del empleo. Draghi insiste en que “el ajuste aún no está produciendo un efecto visible en la vida diaria de las personas”, pero cuando se corrijan los desajustes se creará empleo. La solución se encuentra en las reformas que favorecerán la moderación salarial y el aumento de la productividad, así como en las mejoras en “el funcionamiento de los mercados de productos y de trabajo” para terminar generando crecimiento.

Debo reconocer que, después de leer ambos discursos y como residente de la zona euro, siento envidia de los residentes al otro lado del Atlántico. Envidia por el enfoque realista y pragmático de sus dirigentes, envidia porque los responsables de la política monetaria muestran sentido común y preocupación por el bienestar social. No vale argumentar que no se sabe con certeza cuáles serán los efectos últimos de las atrevidas y novedosas políticas no convencionales de la Reserva Federal, pues tampoco conocemos con certeza los efectos del autismo frente a la insuficiencia de la demanda en la zona euro.

La Gran Recesión no ha sido una recesión cíclica normal y no parece, por tanto, muy extraño plantear como solución activa una política monetaria no convencional y, por supuesto, las nuevas ideas son bienvenidas siempre que se inspiren en un diagnóstico razonable. No olvidemos lo que, en un contexto más similar al actual de lo que nos gustaría, J. M. Keynes dejó escrito en el último párrafo de la Teoría General: “las ideas que los políticos y funcionarios, e incluso los agitadores, aplican a los acontecimientos actuales no es probable que sean las más novedosas. Pero, tarde o temprano, son las ideas, no los intereses creados, los que resultan peligrosos para bien o para mal”.

Ricardo Aláez Aller es profesor titular de Economía Aplicada Universidad Pública de Navarra.

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