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El Foco
Tribuna
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Obama: economía, fortaleza y sentido común

En un escenario de radical cambio del mercado de trabajo mundial, el presidente de EE UU, Barack Obama, quiere poner en marcha medidas para el fortalecimiento de la clase media americana

El discurso sobre el Estado de la Unión que dio Obama ante las dos Cámaras del Congreso estuvo integrado en la más pura tradición presidencial desde que se iniciaron estas intervenciones presidenciales, con FDR (Franklin Roosevelt) en los años treinta. Concluí de esta manera tras ver el discurso y, posteriormente, estudiarlo escrito. Lo comprobé tras revisar cinco de las mejores historias presidenciales norteamericanas desde Roosevelt hasta Obama: The presidents Club (2012, Gibbs y Duffy), Presidential leadership (Rick Ragone, 2011), American Caesars (Hamilton, 2010), The politics presidents make (Skowronek, 1997) y la obra magna de Stephen Graubard, The presidents (2004). Bibliografía que ya había citado en Obama y el liderazgo pragmático (Profit, 2010) y La reinvención de Obama (LID, 2011).

Bill Clinton ha sido el presidente que más fortaleza ha querido ver en la república americana

En todas esas obras, en lo que al discurso sobre el estado de la Unión se refiere, hay un denominador común: la intención de transmitir al pueblo americano que la Unión está y es fuerte. Todos los presidentes, desde Roosevelt hasta Obama, han querido expresar esta idea. Quien menos énfasis puso en la fortaleza de Estados Unidos fue Carter, entre 1976 y 1980. En cambio, Bill Clinton fue el presidente que más fortaleza quiso ver en la república americana. Tras tres años de crecimiento económico muy fuerte, el ascenso de las empresas tecnológicas y en Internet entre 1993 y 2000, un PIB anual medio del 3,5% durante sus dos mandatos y 200.000 empleos netos mensuales a lo largo de 8 años, Clinton podía concluir que “el Estado de la Unión es muy fuerte”.

Obama, a quien gusta citar a otros presidentes, siguió la estela de Clinton y declaró que el Estado de la Unión es fuerte tras una recuperación económica consolidada desde junio de 2009 y seis millones de puestos de trabajo nuevos creados desde entonces. Es tiempo, dijo Obama, de poner acento en el fortalecimiento de la clase media, cuya prosperidad —desde los tiempos de Kennedy, a quien Obama citó al inicio de su intervención— garantiza la fortaleza de Estados Unidos. Para conseguirlo, Obama enumeró varias iniciativas. En el corto plazo, el presidente quiere fortalecer la manufactura norteamericana. Puso como ejemplo a Apple, “que vuelve a fabricar Macs en Estados Unidos”. La fabricación “made in America” es una constante de este presidente, frente al “made in China”. Obama volvió a insistir en el deseo de conseguir su objetivo de crear cinco nuevos millones de puestos de trabajo aumentando la fabricación en casa y doblando las exportaciones. Al fin y al cabo, las 25 corporaciones multinacionales con más ventas del mundo son en su mayor parte estadounidenses y las Fortune 500 y las Standard & Poor 500, por ingresos, equivalen al 40% del Producto Interior Bruto mundial. La globalización tiene marca americana y el presidente Obama quiere aumentar ese fenómeno.

“Los americanos, prácticos, ponen énfasis en la economía, la empresa,
la empleabilidad y los beneficios”

El fortalecimiento de la clase media pasa por otras dos iniciativas: educación y formación. Obama quiere escoger a los diez mil mejores profesores en ciencias y matemáticas y computación, y ponerles a dar clase a los niños americanos. Quiere, dice el presidente, que los niños estén preparados desde muy pequeños para los retos que, de mayores, van a encontrar en el mercado de trabajo. En otros países se discute sobre el contenido de los libros de historia o sobre cuál debe ser el idioma oficial mientras la economía se hunde, pero los americanos, prácticos como siempre, ponen énfasis en la economía, la empresa, la empleabilidad y los beneficios.

El presidente sabe que el mundo del siglo XXI ha cambiado radicalmente el mercado de trabajo. El ascenso de las economías de Brasil, Rusia, China e India ha robado muchos cientos de miles de puestos de trabajo en casa. Obama quiere dar la vuelta a esa realidad y quiere que el trabajador norteamericano vuelva a ser productivo y competitivo. El presidente quiere dar formación a los trabajadores americanos para que tengan las habilidades profesionales que se requieren en los nuevos trabajos propios de nuevos tiempos. Además, Obama desea que los trabajos duros estén bien remunerados, que la esforzada clase media tenga una vida decente y que se incremente el salario mínimo, que en Estados Unidos es por horas.

Todo esto es sentido común y creo que es difícil que nadie pueda no querer las mismas cosas para su propio país. Pero, lo que diferencia a los norteamericanos de otros pueblos es que ellos hacen lo que dicen querer hacer, mientras otros pierden el tiempo en estériles disputas políticas. Obama quiere embarcar a todo el espectro político en su empeño por avanzar el progreso. En su cita sobre Kennedy, Obama alude a la necesidad de que demócratas y republicanos, en esto, no sean enemigos por el poder, sino aliados para el progreso.

Obama busca conseguir una mayor independencia energética de los países productores de petróleo

No es retórica, simplemente. Obama quiere expandir centros de innovación tecnológica que, uniendo las iniciativas pública y privada, den lugar a nuevos productos y servicios, colocando a Estados Unidos en la vanguardia de la innovación tecnológica. Su lucha contra el cambio climático tiene un componente político pero, fundamentalmente, económico. Obama, como ya antes que él quisieron hacer Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre e hijo y Clinton, desde 1968, quiere conseguir una mayor independencia energética de los países productores de petróleo, sea Arabia Saudí o Venezuela. La apuesta por energías verdes significa invertir en energías más baratas, autóctonas, menos nocivas con el medio ambiente y que creen nuevos puestos de trabajo. Hasta el director de cine Oliver Stone ve en las energías verdes "la nueva burbuja” (Wall Street. The money never sleeps).

Obama, en la más pura tradición demócrata de Roosevelt, Kennedy y Clinton cree que la fortaleza de Estados Unidos reside no solo en sus ejércitos, sino fundamentalmente en la prosperidad económica. Por eso, los demócratas son considerados más aislacionistas que los republicanos. Los primeros, a no ser que no tengan más remedio, son menos proclives a entrar en guerra (FDR, Truman y Johnson son excepciones), se dedican más a políticas domésticas que, con sentido común, fortalezcan más la nación americana. En ese contexto hay que entender la reforma de la inmigración.

Jorge Díaz-Cardiel es socio de ADVICE y autor de Obama y el liderazgo pragmático, La reinvención de Obama y Éxito con o sin crisis.

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