Rajoy da otro topetazo en Bruselas
Mariano Rajoy parece no temer los topetazos. Y hoy, por segunda vez en menos de un año de Gobierno, ha vuelto a plantarse en Bruselas. Su forma de conducirse por la pista comunitaria rompe con el talante del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero y evoca entre los socios europeos la temida figura de José María Aznar.
"España estará con la mayoría", era una de las frases preferidas de la diplomacia española durante las dos legislaturas de Zapatero (2004-2011). Y el presidente casi nunca se desmarcó, en lo que para unos era espíritu constructivo y para otros mero seguidismo. Para Bruselas, en todo caso, resultaba bastante cómodo que uno de los principales socios de la UE llegara a las cumbres europeas con ánimo de sumarse a un consenso tejido de antemano entre Alemania y Francia.
Pero la calma parece haberse terminado. Y aunque en teoría la relación de Rajoy con Europa debería ser mucho más fluida que la de Zapatero (en casi todas las capitales y en las principales instituciones comunitarias manda el Partido Popular), lo cierto es que los choques se producen cada vez con más frecuencia.
El topetazo de hoy ha llegado a cuenta de un puesto en la cúpula del Banco Central Europeo (BCE), vacante desde que el pasado 31 de mayo expiró el mandato del español José Manuel González Páramo. De forma inesperada, Madrid ha frenado el procedimiento escrito puesto en marcha para nombrar al luxemburgués Yves Mersch como sucesor del español.
Tras la reyerta hay ajustes de cuentas muy variados: desde la lucha de poder en el seno del BCE (Berlín no quiere otro mediterráneo en una institución con presidente italiano, vicepresidente portugués y un miembro francés) al equilibrio de género (el Parlamento Europeo se opuso al nombramiento de otro varón para una cúpula sin representación femenina), pasando por el orgullo nacional (España por primera vez desde el nacimiento del euro no estaría presente en el máximo órgano del BCE).
Pero esos rifirrafes son muy habituales en la Unión Europea. Lo novedoso estriba en la actitud de una España que recurre al enfrentamiento como estrategia negociadora. El tiempo dirá si se debe a una deliberada posición de fuerza o responde por el contrario a la debilidad y la falta de aliados.
Por ahora, lo único claro es que el voto favorable de Madrid ya no podrá darse por descontado. Y que los socios comunitarios tendrán que acostumbrarse a la impenetrabilidad de un presidente que acostumbra a dar volantazos en el último momento.
En la cumbre de junio ya tuvieron un aperitivo. Rajoy se unió al primer ministro italiano, Mario Monti, y bloqueó el llamado Pacto del Crecimiento (por cierto, un brindis al sol que no ha tenido ningún efecto) para arrancar un compromiso sobre la unión bancaria y los programas de compra del BCE.
Unos meses antes, en enero, el presidente del Gobierno español también desconcertó a extraños y propios al anunciar por su cuenta una revisión del objetivo de déficit sin pactarlo previamente con Bruselas.
Su plantón de hoy no es menos sorprendente. Primero, porque llega tras varios meses de tramitación de la candidatura de Mersch y el Gobierno no había cuestionado ni su sexo ni su cualificación (procede de un país que es un limbo fiscal y que hasta el nacimiento del euro ni siquiera tenía Banco central). Y segundo, porque Madrid no puede vetar por sí sola un nombramiento que se aprueba por mayoría cualificada (necesitaría aliados con los que no parece contar).
Fuentes españolas aseguran que quieren dar una última batalla por la presencia española en el BCE (tienen como candidata a Belén Romana), pero más bien parece un movimiento táctico.
Sobre la mesa están las negociaciones del presupuesto de la UE para 2014-2020, en la que España se juega fondos multimillonarios y un aumento sustancial de su contribución a las arcas comunitarias.
También sigue en el aire la factura de la recapitalización de la banca española (que a Madrid le gustaría endosar al fondo de rescate). Y finalmente la madre de todas las disputas: el plan para aliviar la prima de riesgo anunciado en verano por el BCE y nunca puesto en marcha, entre otras cosas, por las duras condiciones macroeconómicas que exige a cambio Berlín. Veremos como termina la jugada cuando suene la sirena. Pero ya se puede decir que está bastante más divertida.
Vídeo: Los Desgraciaus, "Coches chocones".