Ford se aferra a Mulally
Ford parece reacia a dejar marchar a su consejero delegado, Alan Mulally. Y con razón: bajo su dirección evitó que el fabricante se declarase en quiebra, como sus dos rivales de Detroit. En lugar de dejar ir a Mulally, el consejo planea nombrarle copresidente. Eso daría pie a una peculiar gobernanza y sugiere que el consejo no tiene aún toda la confianza en su sucesor. Pero mantener el toque especial de Mulally acaba con esos inconvenientes.
El hecho de tener dos presidentes puede generar confusión. En Ford, en cambio, podría tener sentido. Para empezar, los inversores estarán contentos de mantener el talento de Mulally, muy acreditado por convertir a Ford de un caso perdido a un fabricante rentable. Cuando llegó en 2006, declaró unas pérdidas antes de impuestos de 15.000 millones de dólares. El año pasado tuvo 8.700 millones. Su reorganización hizo que Ford fuera el único fabricante de automóviles de EE UU que no necesitó un rescate del Gobierno tras la crisis financiera de 2008. Incluso Moody's volvió a calificar su deuda en mayo.
Mientras, es difícil imaginar una grieta entre los dos potenciales presidentes de Ford. Bill Ford, que sería el presidente ejecutivo, contrató a Mulally y siempre han trabajado en armonía. El consejo puede sentir que el probable sucesor de Mulally, Mark Fields, aún no está preparado. Fields es un digno sucesor, tras ejecutar el plan de Mulally para cambiar el negocio en EE UU. También está en una posición ideal para revivir las operaciones de Ford en Europa, donde fue vicepresidente ejecutivo. Los analistas aún esperan que sea nombrado director de operaciones, un paso para llegar al máximo cargo. El ejecutivo, de 51 años, puede beneficiarse de una transición más gradual.
Es difícil que la idea de dividir la presidencia en dos triunfara en otra parte. Pero en las circunstancias actuales, los inversores deberían estar dispuestos a pasar por alto esta leve infracción del gobierno corporativo.
Por Christopher Swann