Un crudo invierno para el sector aéreo
El sector aéreo español afronta un invierno especialmente oscuro. Tras la fuerte caída de la demanda durante la temporada alta estival -de abril a septiembre el tráfico disminuyó algo más del 8%, lo que supuso un total de 122.000 vuelos menos-, las perspectivas para los próximos meses son muy pesimistas. La brutal caída del consumo, el impacto de la subida del IVA y la dificultad para mantener bajo control los costes en tasas y combustible han llevado a las aerolíneas a solicitar casi un 10% menos de slots (derechos de vuelo) de cara al invierno. El sector estima que cerrará 2012 con cinco millones menos de viajeros que el año anterior, que finalizó con un saldo de 199 millones de usuarios.
La coyuntura que atraviesa el tráfico aéreo español es el espejo de la dura realidad que vive la propia España. Dado el tradicional papel que ejerce el sector como termómetro del clima económico, resulta también una confirmación del largo camino que aún resta a la economía española antes de poder vislumbrar atisbos de recuperación. A todo ello hay que sumar el lastre que suponen para este mercado las oscilaciones de precios de los carburantes, además del impacto de las tasas aeroportuarias. Acuciadas por el mal comportamiento del consumo, las compañías se han visto obligadas a eliminar trayectos, reducir el número de vuelos y afrontar con inquietud un complicado horizonte a corto y medio plazo.
Sin duda es un escenario difícil, puesto que la recuperación del consumo interno depende de la evolución de la economía española en su conjunto. Pero se trata de una dificultad que no solo el sector aéreo, sino otros muchos sectores, deben encarar. Todos ellos han debido digerir el hecho de que las reglas del juego comercial han cambiado, puesto que las posibilidades de gasto de clientes y usuarios también lo han hecho. Ni las compañías aéreas ni las empresas de distribución o las del motor -por poner otros ejemplos directamente afectados por la caída del consumo- pueden acortar o suavizar de forma unilateral la virulencia de una crisis que no se circunscribe a España, ni siquiera a Europa, sino que afecta a una economía transfronteriza y cada vez más globalizada. Lo que sí pueden hacer es asumir que existe un elemento estratégico -la política de precios- que pueden y deben utilizar como herramienta para estimular un consumo cada día más débil. Un país como España, con 5,6 millones de parados y un mercado laboral marcado por los recortes y las rebajas de salarios, no puede acoger una estrategia de precios que no se adapta de forma suficiente a la crudeza del escenario actual. Se trata de una asignatura pendiente en un buen número de sectores de consumo y cuya importancia es capital.