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Dos no se ahogan si uno no quiere

Mañana (2-8-2012) todas las miradas estarán puestas en Fráncfort, a la espera de alguna medida del BCE que alivie a corto plazo la crisis de la deuda soberana. Pero la historia económica muestra que, a largo plazo, ese tipo de crisis suelen resolverse de alguna de las tres maneras siguientes: los deudores pagan todo y se empobrecen; o los acreedores pierden todo y no vuelven a prestar; o ambas partes alcanzan un acuerdo, se reparten la factura y pasan página. La zona euro ha intentado aplicar la primera vía, pero en Grecia ya se ha constatado su fracaso. En el resto de países (sobre)endeudados la situación también comienza a resultar insostenible. Por eso aumenta el número de partidarios de que el centro y la periferia se sienten a negociar una quita generalizada para no acabar todos como en el chiste del Risitas.

El tránsito hacia esa solución negociada se inició con la primera reestructuración de la deuda pública pactada entre Atenas y sus acreedores privados. Pero ya se habla abiertamente de una segunda reestructuración en Grecia y de la posibilidad de extender la fórmula a otros países en dificultades. El salto podría llegar acompañado, además, de una quita aplicada a los acreedores públicos, lo que explica la espantada en ciernes del Fondo Monetario Internacional y la resistencia del Banco Central Europeo a seguir acumulando deuda de los países periféricos.

El escenario de la quita generalizada es defendido con ardor por numerosos analistas anglosajones. Y apoyado como escarmiento en círculos alemanes.

"Lo que hace falta es una reestructuración radical de la deuda en los países afectados a expensas de los acreedores y no de los contribuyentes", señaló el 30 de julio el presidente del IFO, Hans-Werner Sinn, en uno de sus periódicos comentarios. Claro que el IFO añade como remate que los países incapaces de pagar abandonen "temporalmente" la Unión Monetaria.

Resulta difícil, sin embargo, imaginar una divisa europea con puerta giratoria. Más factible parece alguna salida consensuada.

El Consejo de de expertos económicos que asesora a la administración alemana ya ha propuesto la creación de un "fondo de redención de la deuda" para los números rojos del Estado por encima del límite previsto en el Pacto de Estabilidad (60% del PIB). Ese pozo con fondo refinanciaría y liquidaría hasta 2,6 billones de euros, según los expertos alemanes (271.000 millones del Estado español y más del doble, por cierto, del alemán).

Tal vez esa fórmula frene o evite la llegada de una reestructuración general de las deudas, en la que Alemania se juega 787.000 millones de euros en los seis países en peligro (Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, España y Chipre), una tercera parte en España. Lo que parece claro es que la vía actual se enfrenta a una resistencia cada vez mayor.

En los países del norte porque los gobiernos disponen de poco margen para seguir ampliando unos fondos de rescate que ya suman casi un billón de euros. Y en los del sur porque la población se resiste a pagar esos rescates a base de impuestos y recortes.

Es muy probable que la tensión social, política y territorial se dispare en ambos extremos. Sobre todo, a medida que las ingentes deudas privadas acumuladas durante la primera década del euro se conviertan en públicas, como sucede ahora en España.

Saldar la factura de esa primera década requerirá una drástica devaluación interna en los países deudores. El IFO calcula que el ajuste en España debe ser al menos del 20%. Es decir, que los salarios de 1.000 euros pasen a 800 y el menú del día, de 10 a ocho euros. Sencillo sobre el papel, traumático en la calle. Sobre todo, porque nadie parece dispuesto a trasladar el recorte a las deudas y dejar, por ejemplo, una hipoteca de 100.000 euros en 80.000. Sin esa quita, la deuda aumenta proporcionalmente hasta un nivel insostenible.

Así que tarde o temprano alguien tendrá que levantar la cabeza y decirle a su acreedor que quiere renegociar la deuda. Es decir: una reducción del principal, una cancelación de los intereses, una prolongación de los plazos de reembolso... o las tres medidas a la vez. Y el acreedor nacional deberá pedir la misma quita a su acreedor internacional, que suele ser un banco alemán o francés. Y éstos a sus acreedores estadounidenses.

La negociación se prevé muy, muy complicada. Pero peor sería dejar que la factura de los últimos 13 años acabe ahogando a la zona euro.

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