Un modelo de gestión a imitar
Iberia ha puesto en marcha el plan Ágora en la Terminal 4 de Madrid-Barajas con el objetivo de sacar el mayor partido posible -en términos de eficacia y mejora de procesos- a las instalaciones del aeropuerto. Pese a que la espectacular envoltura y diseño de la T4 ha convertido a lo largo de estos seis años Madrid-Barajas en una de las infraestructuras aeroportuarias más premiadas del mundo, hay aspectos fundamentales de funcionamiento -es el caso, por ejemplo, de la puntualidad de los vuelos- cuyos resultados han quedado muy por debajo de los objetivos marcados. Los 7.000 millones de euros que se han invertido en el buque insignia de la red aeroportuaria española han conformado una flamante tarjeta de presentación para recibir a los 30 millones de viajeros que utilizan las instalaciones cada año, pero no han salvado la existencia de puntos débiles importantes, como la escasa funcionalidad de las conexiones entre el edificio principal y su satélite y la incapacidad para alcanzar niveles aceptables de puntualidad.
Como principal compañía usuaria de Madrid-Barajas, Iberia ha concentrado desde enero pasado buena parte de su músculo tecnológico, estratégico y profesional en el reto de tratar de paliar los problemas de eficacia que han ido saliendo a la luz en el aeropuerto a lo largo de estos años. Un total de 300 profesionales trabajan en el plan Ágora con el reto de definir y aplicar 200 iniciativas cuyo fin es mejorar otros tantos procesos de la compañía: desde la facturación del vuelo hasta la recogida de maletas. El esfuerzo en mejora de gestión emprendido por Iberia pretende agilizar todos los trámites aeroportuarios que afectan a los pasajeros e incrementar la eficiencia de las operaciones, con especial hincapié en unos beneficios económicos de 100 millones de euros de aquí hasta 2015.
Dado el esfuerzo económico y estratégico que España ha realizado a lo largo de los años en la construcción de infraestructuras de última generación y diseño, iniciativas como la desarrollada por Iberia constituyen un ejemplo de lo que debería ser el modelo habitual de gestión -tanto pública como privada- en este tipo de proyectos. La decisión de ampliar redes y servicios, como uno de los grandes elementos dinamizadores de la economía de un país, no puede limitarse únicamente a su adjudicación, desarrollo y ejecución, sino que debe ir acompañado de un plan estratégico integral que se encargue de tutelar el uso de cada infraestructura, detectar y resolver sus posibles ineficiencias y asegurar su eficacia y su funcionamiento a lo largo del tiempo. Solo así será posible recuperar con creces -tanto en términos financieros como de competitividad- un esfuerzo inversor cuya factura está todavía sobre la mesa.