Grecia coloca a la zona euro ante el riesgo de su ruptura
Máxima alerta en Gobiernos y bancos centrales por unas elecciones que amenazan la estabilidad financiera de todo el planeta
Parece mentira, pero casi todo el planeta estará pendiente este fin de semana de las elecciones generales en un país de solo 10 millones de habitantes y sin apenas lazos comerciales más allá de sus vecinos cercanos. El país, por supuesto, es Grecia, el mismo que en 2010 desencadenó una crisis de la deuda pública que todavía hoy amenaza la supervivencia del euro.
Dos años después, la cita de los griegos con las urnas huele a referéndum sobre su permanencia en la Unión Monetaria Europea. Y aunque su salida sigue siendo una hipótesis remota, la mera posibilidad ha puesto en duda ante los mercados la viabilidad de una moneda que parecía un proyecto irreversible.
La tensión alcanza ya tal extremo que los principales centros de poder, de Bruselas a Washington, se encuentran en alerta permanente. El viernes por la tarde, el presidente del Consejo de la UE, Herman Van Rompuy, analizó la situación en una teleconferencia con los primeros ministros de los cinco países europeos que acudirán a la reunión del G-20 (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España). De hecho, las dudas sobre la integridad de la zona euro dominarán el encuentro que se celebra lunes y martes en Los Cabos (México).
Bruselas mantiene la amenaza de expulsar al país si no acata las órdenes de la troika
La misma alarma cunde entre los banqueros centrales de todo el mundo. Y desde Fráncfort a Tokio, las autoridades monetarias dejaron claro a lo largo del viernes que responderán con una inyección ilimitada de liquidez si el resultado de las elecciones del domingo desestabiliza aún más los mercados financieros.
Hasta ahora, ese tipo de acción coordinada se reservaba casi exclusivamente para circunstancias excepcionales, como los atentados del 11-S en 2001 o el desplome de Lehman Brothers un 15-S de 2008, dos hechos que sorprendieron al mundo y pusieron el sistema financiero al borde del colapso.
Esta vez, el Banco Central Europeo y sus homólogos de EE UU, Japón o Reino Unido saben por adelantado que el 17-J de 2012 agravará las actuales turbulencias financieras. Pero esa certeza no facilita su tarea porque se mantiene la incógnita sobre la duración del periodo de inestabilidad y sobre sus consecuencias.
"Salvo que todo salte por los aires el lunes, que no parece posible, nos enfrentamos a semanas de incertidumbre sobre el futuro de Grecia y, por extensión, de la zona euro", auguran fuentes comunitarias, que dudan que las urnas griegas despejen el camino. Es más, temen que la ingobernabilidad del país aumente la posibilidad de una hecatombe.
La zona euro ha intentado blindarse ante la repercusión de ese desenlace pero con poca eficacia, más allá de la posible intervención del BCE. Primero, amenazó con expulsar a Grecia del euro si el futuro Gobierno no respeta el Memorándum que fija las condiciones del rescate, ultimátum que buena parte de la población griega toma como un chantaje o un farol. Después invocó la opción de un corralito, hipótesis que ha generado más pavor en el resto de la Unión Monetaria que en Grecia. Y mientras, forzó el rescate de la banca española para protegerse la retaguardia, pero solo ha conseguido tensar las primas de riesgo de la deuda española e italiana y alentar las expectativas de Atenas sobre la posibilidad de negociar también un rescate a la española, centrado en los bancos.
Fuentes europeas que siguen de cerca los acontecimientos en la capital helena reconocen que el cerco político y mediático sobre el país ha sido inútil, en el mejor de los casos, y contraproducente, en el peor. En ese sentido, Bruselas observa con preocupación que "ningún partido griego ha defendido durante la campaña electoral el cumplimiento a rajatabla de las condiciones del rescate: sus posiciones van desde los que quieren tirar el Memorándum a la basura a quienes pretenden renegociarlo". A los partidos griegos, según la Comisión Europea, se les ha olvidado explicar a sus potenciales votantes que la renegociación requiere el visto bueno de los 16 Gobiernos que junto al griego suscribieron el Memorándum hace solo tres meses. "No se ha secado ni la tinta de la firma y Atenas ya quiere denunciar el acuerdo", lamentan fuentes comunitarias.
La apuesta de Bruselas vuelve a ser un Gobierno de coalición, a ser posible bajo un primer ministro tecnócrata. Pero las elecciones del 6 de mayo no solo no arrojaron ese resultado, sino que permitieron a un movimiento de izquierdas (Syriza) convertirse en la segunda fuerza más votada, por detrás de los conservadores de Nueva Democracia (ND).
La repetición de las elecciones podría dar la victoria a ND, pero Bruselas duda de su capacidad para llevar a cabo unos ajustes que los socialistas del Pasok, más cercanos a los sindicatos, no lograron imponer. El escenario alternativo sería una victoria de Syriza que aglutinase a la izquierda y en el que Grecia se conformase con gestos simbólicos como la expulsión del país del grupo de expertos comunitarios (task force) de la UE -que no la troika- que asesora a Atenas en materia de reformas. Sería un precio asumible para todas las partes. Y el planeta respiraría aliviado.