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El foco
Tribuna
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Maratón griego, sprint europeo

El autor analiza los acontecimientos que han llevado a Grecia hasta su precaria situación y sostiene que, al margen del resultado de los comicios helenos, ha llegado la hora de que Europa dé un paso decisivo

Grecia no fue uno de los países fundadores del euro en 1999. Incumplía entonces la mayoría de los criterios de Maastricht, relativos a los niveles de inflación, tipos de interés, déficit y deuda pública. Pero en junio de 2000 los líderes europeos tomaron la fatídica decisión de permitir el acceso de Grecia a la eurozona en enero de 2001. Su ratio de deuda pública sobre PIB superaba el 100%, excediendo ampliamente el límite permitido por Maastricht (60%). Aunque otros Estados fundadores (Italia, Bélgica) también superaban dicho umbral, sus incumplimientos palidecían al lado del griego.

Durante la década del 2000 y bajo Gobiernos de Nueva Democracia (ND), Grecia aprovechó su pertenencia a la eurozona y sus reducidos tipos de interés para endeudarse y consumir. No acometió reformas estructurales que aumentaran su baja competitividad en unos años de fuerte crecimiento. Las autoridades griegas ignoraron las múltiples advertencias de las instituciones europeas y organismos internacionales. El fiasco financiero de los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004 tampoco propició una reflexión. Tras obtener una mayoría absoluta en octubre de 2009, el primer ministro socialista Andreas Papandreu reconoció que su país se hallaba sumido en la corrupción y que su contabilidad nacional había sido falseada mediante contratos de derivados diseñados por bancos de inversión. A posteriori se supo que Grecia había cerrado 2009 con un déficit del 15% y una deuda del 120%. La crisis internacional golpeó fuertemente al turismo y transporte marítimo, pilares de la economía griega.

Después de solicitar el primer rescate por valor de 110.000 millones de euros a la troika (FMI, BCE y CE) en mayo de 2010, Papandreu redobló su programa de reformas y ajustes: recortes de salarios y pensiones; incrementos de impuestos y creación de nuevos tributos sobre bienes inmuebles y de lujo. Pero se aceleró un círculo vicioso de agravamiento de la recesión, incumplimiento de los objetivos fijados por la troika y nuevos recortes. Después de conceder un segundo rescate de 130.000 millones de euros a Grecia en julio de 2011, la UE aprobó perdonar hasta el 50% de la deuda griega con sus acreedores privados.

Abrumado por la contestación popular, Papandreu arrojó la toalla en noviembre de 2011, dando paso a un Gobierno tecnócrata encabezado por Lucas Papademos, exvicepresidente del BCE. Su Ejecutivo no titubeó en la aplicación de las reformas. Pero Antonis Samaras, líder de ND, ansiaba el poder y forzó unas elecciones innecesarias el 6 de mayo que dieron un vuelco total al panorama político heleno. ND y Pasok, hegemónicos desde la recuperación de la democracia, sumaron solo el 30% de los votos. Syriza, un partido de la izquierda radical liderado por Alexis Tsipras, consiguió el segundo lugar. La incapacidad de los tres principales partidos (ND, Syriza, Pasok) para forjar una mayoría parlamentaria forzó la convocatoria de las elecciones de este fin de semana.

Los sondeos apuntan a que ND y Syriza volverán a disputarse el primer lugar y podrían obtener entre un 23% y 27% de los sufragios, mientras que el Pasok difícilmente superará su resultado del 6 de mayo (13,2%). La moderada Izquierda Democrática podría sumarse a una coalición ND-Pasok y constituir una mayoría parlamentaria. Las propuestas de los restantes partidos con representación parlamentaria (comunistas y extremistas de derechas Griegos Independientes y Amanecer Dorado) son inasumibles. Syriza exige una renegociación total del rescate y amenaza con una moratoria en el pago de la deuda, mientras que ND y Pasok reclaman una renegociación parcial que suavice la austeridad. Si tras los comicios no se forma un Gobierno prorreformas, el FMI y el BCE pueden cerrar el grifo a Atenas. La UE ya ha retenido 1.000 millones de euros de una transferencia prevista de 5.400 millones en mayo. Sin financiación adicional de la troika ni liquidez del BCE para sus bancos, Grecia sería incapaz de evitar la bancarrota. Su tesoro cuenta únicamente con 2.000 millones de euros. Se podrían canalizar fondos europeos hacia una cuenta en el Banco de Grecia establecida exclusivamente para asegurar que Atenas cumpla con sus obligaciones de pago internacionales. Las concesiones que se puedan hacer a Grecia dependerán de la paciencia de unos líderes europeos sometidos a la presión de los mercados.

¿Quién cederá? Si lo hacen el BCE y Merkel, temerosos del contagio de una salida griega de la eurozona, los mercados recrudecerán sus ataques contra la deuda soberana de los periféricos si se alarga la negociación. Si, por el contrario, lo hace el nuevo Ejecutivo en Atenas, deberá elegir entre cumplir los compromisos adquiridos y la vuelta a un dracma cuya inmediata depreciación aumentaría aún más las deudas de particulares, empresas y el Gobierno griego con el exterior. La salida del euro comportaría la imposición temporal de controles para evitar la aceleración de la fuga de capitales. Desde el primer rescate se han retirado una tercera parte de los depósitos de los bancos griegos. Según el Banco Nacional de Grecia, la vuelta al dracma provocaría una caída del 55% en la renta de los griegos, los tipos de interés se dispararían al 37% y la producción se contraería en un 22%.

Independientemente del desenlace del drama griego, Europa debe actuar con celeridad para impedir una disolución gradual de la eurozona. La inyección de liquidez de los bancos centrales comprará un poco más de tiempo. Los países periféricos necesitan urgentemente que el BEI (mediante los bonos proyecto) y los fondos estructurales y regionales de la UE financien proyectos en infraestructuras de transporte y energéticas, TIC, I+D+i y formación para generar empleo y crecimiento a corto plazo. El Consejo Europeo del 28 y 29 de junio debe asimismo avanzar en la armonización de los tipos impositivos, especialmente del impuesto de sociedades.

La eurozona debe dotarse de mecanismos comunes de garantía de depósitos, supervisión de sus entidades financieras, recapitalización o liquidación de sus bancos sistémicos y mutualización de la deuda. La integración europea se fundamenta en la transferencia de soberanía de los Estados a las instituciones europeas. En 1952 se comunitarizó el carbón y el acero; en 1962, la agricultura; en 1986, las normas del mercado único, y en 1999, la política monetaria. La sociedad griega se ha sacrificado mucho desde 2009. Europa ha creado el mayor mercado común del mundo. Habiendo recorrido tanto camino, no podemos desistir ahora.

Alexandre Muns. Profesor de la Escuela Superior de Comercio Internacional de la Universidad Pompeu Fabra

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