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El foco
Columna
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Déficit y recesión

El déficit del 5,3% se antoja difícilmente alcanzable para el autor. Con los mimbres de empleo, consumo y beneficios empresariales es complicado hacer el cesto a que el Gobierno se ha comprometido con Bruselas.

José Carlos Díez

Por fin se ha resuelto el capítulo del objetivo de déficit para 2012 con la Comisión Europea y no del todo mal para España. Tras anunciar de manera unilateral el objetivo del 5,8%, la Comisión llegó a amenazar con aplicar el artículo 126 del Tratado de protocolo de déficit excesivo, lo cual implicaba sanciones. Al final nos imponen un 5,3% de déficit con el compromiso del Gobierno de presentar un presupuesto con medidas que corrijan el déficit estructural. Las dos partes salieron satisfechas y la decisión pasó desapercibida para los inversores, lo cual podemos considerar que fue un mal menor.

No obstante, como la mayor parte de las decisiones que está tomando Bruselas desde que en 2009 entrara de repente esa fobia por los déficits excesivos, el problema es que el 5,3% se antoja una cifra difícilmente alcanzable. Haciendo un análisis estático, el ajuste estará próximo a 35.000 millones. Pero como dijo Platón, citando a Heráclito, "nunca te bañaras en el mismo río, la corriente se habrá encargado de cambiarlo". España, como ha reconocido el Gobierno en el presupuesto, registrará una profunda recesión en 2012. En una economía donde la contribución del sector exterior lleva años teniendo aportaciones negativas o positivas próximas a dos puntos porcentuales, el producto interior bruto (PIB) no es un buen indicador para estimar la recaudación.

Las tres variables claves para estimar los ingresos fiscales son: el empleo, el consumo y los beneficios empresariales que determinan el impuesto sobre la renta, las cotizaciones sociales, el IVA y el impuesto de sociedades, respectivamente. El presupuesto recoge una caída del empleo próxima al 4% y los beneficios de las principales compañías que cotizan en la Bolsa española y que explican la mayor parte de la recaudación del impuesto de sociedades se han desplomado un 35%. En este escenario, parece complicado que el consumo privado de los españoles caiga tan solo un 1,4% como anticipa el Gobierno. Por lo tanto, con estos mimbres es complicado hacer el cesto que el Gobierno se ha comprometido con Bruselas.

A esto debemos añadir el aumento de gastos por prestación por desempleo asociado a la intensa caída de la ocupación que generará la recesión y el incremento del pago por intereses de la deuda pública que en 2011 fue de 5.000 millones y en 2012 se aproximará a esa cifra en el mejor de los escenarios. Metiendo todo esto en la coctelera del presupuesto, el ajuste no será de 35.000 millones sino que superará ampliamente los 50.000 millones.

Hasta ahora hemos hecho un mero análisis contable pero el consumo y la obra pública explican aproximadamente el 25% del PIB. Por lo tanto, cuando se producen cambios en el saldo fiscal tiene fuerte repercusión en la actividad. El FMI ha estimado la elasticidad del PIB y el empleo a las reducciones de déficit y para una economía como la española sin tipo de cambio propio y en medio de una crisis financiera le sale 0.7. O sea, cada punto de reducción en el déficit provoca una caída del 0,7% del PIB y también del empleo. El FMI también se ha posicionado en el debate sobre la austeridad expansiva. Esta solo se produce cuando el ajuste fiscal y la contracción de la demanda interna se producen en un entorno de fuerte crecimiento de tus clientes de exportación y el efecto es mayor si va acompañada de una depreciación del tipo de cambio real. En 1993 ambas cosas coincidieron en la economía española y la consolidación fiscal se hizo con intenso crecimiento del PIB y de los ingresos fiscales. En este escenario basta con congelar el gasto público y dejar que el crecimiento y la inflación se encarguen de corregir el déficit estructural.

Nuestros principales clientes de exportación son Francia, Alemania, Reino Unido y Portugal. Las previsiones para los dos primeros países son de estancamiento económico, para Reino Unido de recesión y la demanda interna portuguesa estará flirteando con la depresión. El otro pilar de la estrategia de Bruselas es la devaluación interna pero difícilmente con caída de salarios y aumentos de productividad podremos depreciar nuestro tipo de cambio real un 4% con Alemania y Francia mientras que sufriremos una intensa apreciación con nuestros vecinos portugueses. Para colmo, el petróleo en euros cotiza en máximos históricos y nos encontramos inmersos en una pertinaz sequía que reduce nuestra capacidad de generación hidroeléctrica a lo que hay que sumar los estragos que provocará en la actividad y empleo agrario.

Viendo todas las perturbaciones que va a sufrir la economía española en 2012, es incomprensible entender la estrategia de Bruselas. Los líderes europeos siguen haciendo política de salón y no deberíamos extrañarnos si la próxima iniciativa será cambiar las leyes de la gravitación universal y si obligarán a los países miembros a incluirlos los cambios en sus respectivas constituciones. La otra duda es si 2011 era el año oportuno para que nuestras comunidades autónomas pusieran al día su contabilidad por devengo con la caja. Italia ha sufrido las mismas perturbaciones que nosotros y milagrosamente Monti ha anunciado que han cumplido el objetivo de déficit en 2011. Desde que el Gobierno anunció que el déficit superaría el 8%, el diferencial del bono a diez años italiano ha cerrado casi doscientos puntos básicos con su homólogo español y en enero, según las estadísticas del Tesoro, los inversores internacionales han reducido 10.000 millones su posición en deuda pública española.

Veremos cómo encaja el Gobierno el sudoku del presupuesto y si Bruselas lo aprueba. También habrá que cambiar el programa de estabilidad y explicar el escenario para llegar al 3% en 2013 que se antoja también difícilmente alcanzable. Pero con una recesión tan intensa, 2013 es el largo plazo y versionando a Keynes, a largo plazo, todos calvos.

José Carlos Díez. Economista jefe de Intermoney

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