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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un periodo de calma que debe aprovecharse

La sorpresa en la segunda inyección de liquidez del Banco Central Europeo no ha llegado tanto por la cantidad, que se ha ajustado a lo esperado, como por el elevado número de entidades participantes. Tras los buenos resultados de la subasta de diciembre, que ha ejercido un considerable efecto balsámico sobre el mercado de deuda soberana y ha impulsado al alza las Bolsas europeas, Mario Draghi ha puesto en marcha esta segunda inyección de liquidez a tres años. Han sido 530.000 millones de euros para un total de 800 bancos -el pasado diciembre acudieron solamente 492- lo que parece indicar que un buen número de pequeñas entidades bancarias se ha animado finalmente a acudir a la subasta, en línea con la idea del BCE de hacer fluir la financiación hacia la "economía real".

A priori, el gran objetivo de la subasta de ayer es favorecer la restauración de un mercado de crédito cuya sequía está agarrotando de forma implacable las posibilidades de crecimiento en la zona euro. Pero una cosa son los objetivos y otra los resultados inmediatos. A la vista del profundo ejercicio de desapalancamiento que las economías europeas tienen por delante, parece evidente que la barra de liquidez de Draghi no va a traducirse de forma instantánea en una apertura del crédito. Lo que sí hará es crear las condiciones necesarias para inaugurar una etapa de razonable tranquilidad, que permita tanto el sistema financiero como a los diferentes Gobiernos de la zona euro solventar dos grandes tareas pendientes: el saneamiento del sector bancario y el profundo ajuste fiscal que requieren especialmente las economías europeas más vulnerables, es el caso de España.

Todo apunta a que el sistema financiero dispondrá de un plazo considerable -al menos este año y el próximo- para olvidarse de sus acuciantes vencimientos de deuda. El casi billón de euros que Draghi ha inyectado al sistema entre las dos subastas equivale al 131% de los vencimientos de la banca europea durante 2012 y a alrededor del 70% del bienio 2012 y 2013, según cálculos realizados por Goldman Sachs. Ese balón de oxígeno se traducirá en una prórroga de los efectos beneficiosos que ya produjo la inyección de liquidez de diciembre: asegurar una financiación cuyo coste y dificultades en los mercados mayoristas pesa como una losa sobre las entidades; frenar un exceso de contracción del crédito y aliviar las tensiones generadas por la posible y siempre recurrente amenaza de quiebra en Grecia.

Sea cual sea la duración de estos efectos, el sistema financiero debe aprovechar esta etapa de relativa tranquilidad para hacer sus deberes y avanzar en la profunda labor de saneamiento y reestructuración que tiene pendiente, algo que constituye una condición necesaria para poder reabrir el mercado de crédito y que este comience poco a poco a fluir tanto a pequeñas empresas como a familias.

La otra gran tarea que urge completar durante estos próximos dos ejercicios es la culminación del proceso de ajuste presupuestario que tienen pendientes las economías europeas. La barra de liquidez abierta por Draghi en diciembre y completada en la subasta de ayer servirá para alargar en el tiempo la relajación que están experimentando las primas de riesgo -en el caso de la española, el diferencial ha caído hasta los 317 puntos básicos- y para facilitar la financiación de los Estados, al incentivar la compra de deuda pública por parte del sector bancario. Ello mejora las condiciones para completar los procesos de reducción del déficit fiscal y para completar las reformas estructurales que algunas economías tienen pendientes. Solo acometiendo esa tarea será posible recuperar la confianza de los mercados internacionales en la eurozona y eliminar los obstáculos que impiden sentar las bases de un futuro crecimiento.

En no pocos casos -por ejemplo, el de España- se trata de una tarea hercúlea, dadas las perspectivas de recesión que nos aguardan y hacen razonable la solicitud frente a Bruselas de una relajación de los objetivos de déficit fijados. Pero tanto si ello se logra como si finalmente no fuera así, no cabe duda de que el BCE ha abierto un periodo de gracia que debe aprovecharse a fondo.

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