Las elecciones desde el otro lado del Atlántico
Después de las elecciones de 2008 me invitaron a dar unas presentaciones en las universidades de Harvard y Georgetown para analizar los resultados de las elecciones y los retos para el Gobierno de Zapatero. Titulé mis presentaciones Unas elecciones que quizás hubiese merecido la pena perder y en ellas exponía los retos económicos tan importantes que tendría que afrontar el nuevo Gobierno.
En marzo de 2008 todavía no se vislumbraba la magnitud de lo que se nos iba a venir encima, pero muchos éramos ya conscientes de que la situación era insostenible y que la crisis financiera global que ya se empezaba a intensificar expondría inexorablemente las debilidades del modelo económico vigente hasta el momento basado en gran medida en el ladrillo y el consumo, y nos llevaría a una gran crisis.
Cerraba mis presentaciones diciendo que ojalá me equivocase porque deseaba lo mejor para el país. Todavía recuerdo que al terminar, algunos asistentes, incluyendo muchos españoles, se me acercaban para recriminarme mi análisis, por pesimista y, según ellos, porque estaba contribuyendo a que se extendiese una perspectiva negativa que podría contribuir a que llegase la crisis. En definitiva, la culpa era del mensajero.
Casi cuatro años más tarde reconozco que me equivoqué, pero solo porque me quede corto: nunca anticipé la tragedia de los casi cinco millones de parados. Pero ya avanzaba que la obstinación del Gobierno socialista en negar la existencia de la crisis estaba impidiendo que se tomasen las medidas correctivas que hubieran moderando la intensidad de la misma. Las consecuencias, como estamos sufriendo, han sido desastrosas, y los retos para el nuevo Gobierno conservador van a ser titánicos.
Pese a la creencia generalizada de que no hay casi margen de maniobra y de que el nuevo Gobierno no tendrá ni luna de miel, hay algunos factores que juegan a su favor. Por un lado, tiene una mayoría suficiente en el Parlamento para hacer las reformas que estime oportunas. Además, tendrá el apoyo de gran parte de los empresarios y banqueros, muy desencantados con el Gobierno saliente y que apoyarán sus reformas.
Por último, hay sectores, como el turismo y las exportaciones industriales, que están rindiendo a un buen nivel y que han contribuido a reducir el déficit comercial al 4% del PIB, lo que muestra, contrariamente a la opinión generalizada, que el problema del país no es tanto de falta de competitividad.
El país no necesita maniobras desesperadas tipo hail mary (una jugada en los últimos segundos de un partido de fútbol americano en la que el quarterback trata de lanzar un pase desesperado a la zona de gol esperando que alguno de su equipo coja el balón y marque un gol). Los que conocemos el fútbol americano sabemos que es una lotería que casi nunca tiene éxito, y los mercados lo verán como tal. Ya hemos jugado demasiado a la lotería.
Lo que de verdad necesitamos es un programa creíble de austeridad y reformas. Rajoy debe persuadir a los españoles que es imprescindible apoyar la austeridad y el trabajo duro, y que no hay atajos para salir de la crisis. Solo así podrá convencer a los mercados de bonos, al BCE y al Gobierno alemán (el gran ausente en las discusiones de la campaña electoral) de que nos apoyen y nos den la liquidez que necesitamos. El trade-off debe de ser reformas y austeridad a cambio de liquidez.
En el exterior se percibe a España como un país que ha vivido muy por encima de sus posibilidades y que no ha hecho lo que debía de hacer durante los años de bonanza para diversificar su economía y sentar las bases de un crecimiento sostenible. El reto para el nuevo Gobierno será ajustar los estándares de vida a la productividad.
El futuro del euro depende de lo que hagan Italia y España en las próximas semanas. Hasta ahora la ausencia de crecimiento ha anulado los sacrificios realizados para reducir el déficit. Los nuevos Gobiernos de ambos países tienen que convencer a los mercados de que van a ser capaces de afrontar las reformas necesarias para demostrar su capacidad de crecimiento. Nadie piensa que va a ser fácil.
Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Suffolk en Boston, Estados Unidos