_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Estados Unidos, en campaña

Pese a que quede más de un año hasta las elecciones presidenciales, ya estamos en plena campaña política en EE UU para elegir a los candidatos presidenciales republicanos y demócratas. Por el Partido Demócrata, el único candidato es el presidente Barack Obama; pero los republicanos tienen múltiples candidatos que ya están viajando por todo el país para presentarse al electorado y celebrando debates en televisión.

Desde el inicio de la campaña los dos partidos han empezado a trazar las líneas maestras en política económica que les van a dividir y que van a presentar al electorado, y de momento esta elección se plantea como una lucha ideológica como no se ha visto en este país en décadas.

Cuando Obama fue elegido en el otoño de 2008, en pleno apogeo de la crisis financiera, su elección se presentaba como un cambio. Tras décadas en que el paradigma monetarista que se plasmaba era en líneas generales en una reducción del papel del Estado en la economía, la bajada de impuestos, y la desregularización, la crisis financiera dejó al desnudo las debilidades de ese modelo. Obama ganó la elección con un discurso que apoyaba una reconfiguración del papel del Estado.

Una de sus primeras medidas fue aprobar un paquete de estímulo para hacer frente a la crisis, y unas reformas sustantivas de los sistemas de salud y financieros. Sin embargo, la debacle del Partido Demócrata en las elecciones del pasado año le han llevado a posicionamientos más centristas, y su reciente propuesta al Congreso para crear empleo combina bajadas de impuestos con aumentos de gasto público.

Al mismo tiempo, ha propuesto un aumento de impuestos para los ricos que se ha dado por llamar la regla Buffett en honor del famoso millonario que ha pedido que se le suban los impuestos. Buffett ha reconocido que paga un tipo más bajo (un 17,4%) que su propia secretaria, ya que gran parte de sus ingresos consisten en dividendos y beneficios de capital que tienen una desgravación más baja que los salarios (el tipo impositivo para el top 1% de los contribuyentes ha caído desde el 33% en 1985 al 23% actual). Dos tercios de los norteamericanos apoyan un aumento de los impuestos a aquellos que ganen más de 250.000 euros al año.

Los candidatos republicanos, por su parte, están criticando duramente estas propuestas que consideran desde socialistas a una guerra de clases, y están proponiendo políticas mucho más radicales de derechas, cuasi libertarias y anti-Estado, y típicamente asociadas con Friedrich Hayek. Sus propuestas buscan reducir la intervención estatal en todas las esferas, desde los impuestos al marco regulatorio, eliminar la reforma sanitaria de Obama, desmantelar el sistema estatal de seguridad social, e incluso a limitar los poderes de la Fed (Perry ha definido sus políticas como "casi traidoras" y todos quieren echar a Bernanke).

Los republicanos también quieren reducir el déficit solo recortando gastos y sin subir los impuestos, pese a que en la actualidad los rendimientos de impuestos solo representan un 15,3% del PIB (la media en las décadas anteriores era de 18,5%). Estas propuestas están incluso más a la derecha que las del presidente Reagan.

Lo más preocupante de este debate es que parecen primar las consideraciones ideológicas sobre la evidencia empírica. Por ejemplo, la mayoría de los economistas reconocen que el paquete de estímulo de Obama salvó más de ocho millones de empleos y evitó una recesión aún mayor. Pese a ello, los republicanos lo condenan fehacientemente, rechazan cualquier medida de estímulo y siguen proponiendo recortes fiscales que llevarían seguramente a una nueva recesión.

Otro ejemplo: pese a que los republicanos siguen defendiendo que las tasas impositivas bajas a los más ricos son esenciales para el crecimiento y la inversión, la evidencia muestra que los periodos de crecimiento más robusto tuvieron lugar durante los ochenta y noventa, cuando los tipos marginales eran más altos. Además, no hay ninguna evidencia de que la bajada de tipos en los años 2000 estimulara el crecimiento durante la pasada década.

El debate solo acaba de empezar y todavía hay tiempo para que estos temas se puedan discutir con mayor profundidad. Estamos en un momento excepcionalmente difícil que requiere respuestas excepcionales. Es de esperar que los candidatos estén a la altura de las circunstancias.

Sebastián Royo. Catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Suffolk en Boston, Estados Unidos

Archivado En

_
_