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Tribuna
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Un proceso vivo

Que las crisis financieras suelen ir seguidas de procesos de reestructuración y consolidación bancaria es una regularidad empírica contrastada. En esta crisis y en lo que a España se refiere, el proceso de integración de entidades financieras está siguiendo varias fases diferenciadas en cierta medida.

Los factores que influyeron inicialmente en los procesos de integración fueron comunes a los de otros países. Entre ellos, destacó la necesidad de alcanzar una mayor dimensión para poder acceder a los mercados de deuda y, eventualmente, de capital, cada vez más globales. También hubo factores más específicos del sector bancario español, como la existencia de un exceso de capacidad instalada que excedía la demanda y que parecía insostenible a largo plazo.

Posteriormente, se abrió una segunda fase, que junto a los factores anteriores tuvo como catalizador la reestructuración financiera impulsada por el ejecutivo en la que la viabilidad y el saneamiento pasaban, en gran medida, por procesos de integración financiera.

Estos procesos se diseñaron en su mayor parte en el año 2010 y su consolidación contable y puesta en práctica se está produciendo en 2011. La velocidad del proceso está siendo muy importante y su gestión no es nada sencilla, dado que la actividad bancaria española está salpicada de no pocos sobresaltos, gran parte de ellos derivados de esta búsqueda de la credibilidad y la estabilidad del propio sector.

El resultado, hasta la fecha, ha hecho que las cajas de ahorros españolas han pasado de 47 entidades a 17 grupos consolidados. Un ingrediente importante y no suficientemente valorado del marco normativo a que daba pie el FROB era que se arbitraban mecanismos para que las cajas pudieran captar capital en forma de acciones pero, en todo caso, se preservaba y reservaba la posibilidad de mantener su estatus fundacional como todo o parte del grupo consolidado.

En perspectiva histórica, y considerando tanto su dimensión cuantitativa como cualitativa, la consolidación y reestructuración financiera actual es la transformación más importante que ha vivido el sector bancario español en los últimos cuarenta años. Y, sobre todo, se trata de un proceso vivo.

A medida que las cajas de ahorros se reestructuran y su dimensión media aumenta (hasta cinco veces respecto al tamaño que presentaba la caja de ahorros promedio española antes de llevarse a cabo la reestructuración), se evidencia que no solo las cajas, sino también un buen número de bancos, precisan de una dimensión mayor que la que tienen actualmente.

Además, es posible que la recapitalización bancaria que ahora se ha planteado dé un nuevo valor a los mercados de capital y a la necesidad de adquirir una mayor dimensión para elevar los recursos propios.

En este punto, es preciso recordar que estos procesos de integración deben conducirse por una vía natural, lo que implica que el propio mercado determinará el número de operadores bancarios españoles.

Además, ni la consolidación financiera, ni la propia reestructuración y recapitalización son temas exclusivos de España y, sin embargo, la atención se está centrando mucho en nuestro país, entre otros aspectos por un cierto exceso de desconfianza que puede ser incluso a veces mayor dentro de España que en el exterior.

La única excepción -aunque muy importante- a la naturalidad y orden que requiere el proceso, es atajar de una vez por todas el problema de la exposición al sector inmobiliario y del saneamiento de activos, algo para lo que, a pesar de la confusión actual, podría haber una respuesta en las próximas semanas.

Conviene, en definitiva, trabajar con seriedad en la reestructuración, pero también desdramatizarla. El foco debe estar en la transparencia. En otros países europeos, la reestructuración fue desordenada, unilateral y, eso sí, más temprana.

Sin embargo, también en otros países los procesos están todavía muy vivos. Sin ir más lejos, en Alemania queda mucho por hacer y las prórrogas y reforzamiento del sistema de ayuda, garantías y recapitalización alemán, se suceden con cierta frecuencia.

Basta darse una vuelta por el recuento o scoreboard de las ayudas que los Gobiernos europeos han invertido ya en sus sectores bancarios y que ofrece la Comisión Europa. En garantías, un total de 3,4 billones de euros y 1,1 billones de euros en ayudas individuales para recapitalización de entidades financieras.

Tal vez clarificar la pérdida esperada por la exposición inmobiliaria no dé cómo resultado una cifra que llame tanto la atención entre este mar de ayudas. Y tal vez ni los procesos de integración, ni siquiera la recapitalización sean, por lo tanto, el principal problema.

Francisco Rodríguez Fernández. Profesor titular de Análisis Económico de la Universidad de Granada

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