La UE planta cara a Gazprom
Putin ya tiene algo nuevo para quejarse. El primer ministro ruso está indignado ante la idea de que las nuevas normas de la UE sobre liberalización de mercados energéticos reduzcan el control de Gazprom sobre los gasoductos que envían el gas ruso a Europa. Hace bien, igual que la UE hace bien en oponerse a él. El tercer paquete energético de la UE -una serie de leyes para liberar los mercados del gas y la electricidad- entra en vigor en marzo. Uno de sus principios fundamentales tiene por objeto separar los proveedores de energía de las redes de transmisión y los comerciantes. Los Gobiernos aún tienen un margen de discrecionalidad considerable, al permitir que Gazprom y otros productores mantengan la posesión de gasoductos, siempre y cuando faciliten el libre acceso. Hasta ahora, solo Lituania ha señalado su voluntad de que Gazprom venda fuera de su distribuidor local.
Pese a las objeciones de Rusia, la UE sigue adelante con la reforma. Pero ¿es prudente enfadar al oso? Europa, después de todo, depende de Rusia al 30% de sus importaciones de gas. Los rusos advierten amenazantes que, sin el control de sus gasoductos, podrían carecer de incentivos para invertir, ya sea en unos nuevos o en nueva producción para alimentarlos.
Pero mientras haya demanda de más gas en Europa, sería insensato no tratar de cubrirla. El incremento de gas natural licuado y las nuevas tecnologías de gas de esquisto indican que otros productores seguirán metiéndose por la fuerza en el mercado europeo. Y la confusión actual en Oriente Próximo llama la atención sobre los riesgos de una excesiva dependencia de los proveedores que carecen de estabilidad política a largo plazo.
Las objeciones de Rusia a la igualdad de condiciones quizá tengan más que ver con el hecho de que Gazprom, que lucha con unos costes lamentablemente altos, vea cada vez más difícil competir. Su cuota de mercado europeo ha disminuido de manera constante, y seguirá haciéndolo mientras insista en la indización de sus contratos a los precios disparados del petróleo, pues el mercado está lleno de gas natural licuado más barato.
La inflexibilidad de Gazprom se constata en las declaraciones de los funcionarios rusos, nostálgicos de los acuerdos políticos que determinaban las relaciones del gas, garantizando la demanda a largo plazo frente a la incertidumbre del mercado. Pero el mundo ha cambiado. En lugar de tratar de hacer retroceder la marea de la competencia, Gazprom necesita nadar con ella, o correr el riesgo de ahogarse.
Por Jason Bush