Otra piedra en el camino
Hace aproximadamente dos años el precio del barril de petróleo se situaba en los 40 dólares. La crisis económica que paralizaba el mundo contrajo la demanda de crudo favoreciendo la caída de su precio. Desde entonces, con algunos altibajos, no ha parado de subir. En mayo de 2010 ya rondaba los 70 dólares y esta semana ha superado la barrera de los 106. Un incremento de más del 50% en tan solo unos meses.
Parece inevitable relacionar estas subidas con los recientes episodios acontecidos en países como Egipto o Libia. Pero, ¿están ambos hechos relacionados? ¿Qué más puede estar influyendo en este incremento? Y, sobre todo, ¿qué consecuencias puede tener, en caso de consolidarse en los próximos meses?
En primer lugar, como ya hemos dicho, el incremento del precio del petróleo no es algo nuevo. Lleva en marcha alrededor de dos años. Y su explicación es tan simple como que la economía mundial se está recuperando. Los países en vías de desarrollo crecieron en 2010 con tanta fuerza como en años anteriores: China aumentó su producto interior bruto (PIB) un 10,3%, Brasil un 7,5% e India un 9,%. Además, los países avanzados dieron los primeros pasos hacia la recuperación, dejando atrás la recesión -Estados Unidos creció casi un 3% y la Unión Europea casi un 2%- y volviendo a niveles de crecimiento anteriores a los de la crisis. Esta recuperación es la principal responsable de que el precio del petróleo esté incrementándose desde hace meses. La prueba de ello la tenemos en que el precio actual, ligeramente superior a los 100 dólares, no está tan lejos de la horquilla de 70 a 90 euros por barril a la que el petróleo se intercambió durante 2010, antes del comienzo de las revueltas.
Este hecho no quita para que, efectivamente, en las últimas semanas hayamos visto cómo el precio del barril ha aumentado más deprisa de lo que venía siendo habitual. En primer lugar, la crisis en Egipto afectó, no tanto en términos de producción, como de distribución. El peligro de que el Canal de Suez se cerrara y, con él, la distribución de crudo se detuviera y encareciera favoreció un incremento de su precio. En el caso Libia el problema viene por el lado de la producción. Libia tiene la novena reserva petrolera del mundo y suministra crudo a toda Europa. Los posibles problemas de producción y distribución derivados de la crisis libia afectarían, fundamentalmente, a Italia, España, Francia y Alemania.
La situación actual es, por tanto, incierta. En un escenario sin problemas en los países productores, el incremento de la demanda de petróleo debería ser fácil de absorber en términos de precios, tal y como señala la Agencia Internacional de la Energía (AIE). En caso contrario, en caso de que las revueltas se consoliden y extiendan a otros países productores o distribuidores, el alza podría dificultar de manera importante la recuperación económica global, poniendo una nueva piedra en este tortuoso camino.
De esta situación se deriva, además, un segundo problema: el incremento de la inflación. La recuperación de la economía global, unida a este encarecimiento del crudo, sería una tentación difícil de obviar para los bancos centrales, que se verían impulsados a incrementar los tipos de interés quizá antes de lo previsto. Este hecho podría ralentizar de manera importante la recuperación, especialmente en aquellos países que, como España, caminan un par de pasos por detrás en la salida de la recesión.
En todo caso, y para evitar que este escenario se llegue a producir, la OPEP anunció el pasado martes que estaba preparada para incrementar la producción en caso de que los problemas en Libia persistieran o se expandieran a otros países del área. Ninguno de los actores implicados parece estar interesado en un encarecimiento desorbitado del crudo. Esperemos que, aunque el precio del petróleo siga fluctuando durante las próximas semanas, los bancos centrales no pierdan la paciencia y suban los tipos de interés demasiado pronto. Esa sí sería una gran piedra en el camino.
Gonzalo Gómez Bengoechea. Investigador de Economía del IESE