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Tribuna
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El tomate marroquí, en el ojo del huracán

Hace tiempo que las organizaciones agrarias vienen denunciando, con mayor o menor éxito, las dificultades por las que atraviesa el sector hortofrutícola español, un segmento que tiene un peso destacado en la economía, que lidera el ranking mundial de exportación y que da empleo a 300.000 trabajadores, lo que representa el 40% del empleo agrario.

Sin embargo, estos no deben ser motivos suficientes para una Unión Europea que acaba de dar la estocada final a este sector productivo, ya de por sí muy dañado por la fuerte presión a la baja de los precios. La ratificación del Acuerdo de Asociación en la Comisión Europea por el que se liberaliza, aún más, el comercio agrícola y pesquero entre la UE y Marruecos, permitirá ampliar el cupo de entrada de productos, lo que deja la puerta abierta al acceso de frutas y hortalizas que, en la mayoría de los casos, no se les exige las mismas garantías que a los productos europeos.

El acuerdo daña especialmente al tomate, un producto que quedará profundamente afectado en España, cuando de él dependen 100.000 trabajadores. El problema se agrava en Andalucía, principal comunidad autónoma productora de este fruto.

Sin embargo, el responsable último no es Marruecos, sino quien autoriza que este país juegue en la misma liga que el resto de los países exportadores. El libre mercado es una herramienta que se ha demostrado inmejorable para fomentar la sana competencia, el incremento de la calidad de productos y servicios y el desarrollo económico de muchos países. No obstante, la liberalización del mismo produce un conflicto de intereses cuando las reglas del juego no son las mismas para todos.

Los requisitos exigidos al sector hortofrutícola español son infinitamente más rígidos que los previstos en la legislación marroquí o en otros países, como Turquía, cuyas producciones amenazan a nuestro mercado. Nos sentimos orgullosos de contar con una de las agriculturas laboral y sanitariamente más responsables. Sin embargo, el papel de las instituciones europeas debería ser el de velar por una correcta y leal competencia donde las reglas sean idénticas para todos los jugadores y se penalice a aquellas economías que, bajo el amparo de unas legislaciones más laxas, pretenden abrirse hueco en Europa a costa, en este caso, de un sector rigurosamente cumplidor de la calidad y de las normativas que rigen todos los estamentos.

La Unión Europea ha pasado por alto que Marruecos haya incumplido sistemáticamente los cupos de entrada para evitar los aranceles, lo que ha provocado una desestabilización de los precios reiterada y peligrosa para el mercado español. Si a todas luces Marruecos no respeta las reglas del juego, ¿por qué este país y la Unión Europea juegan en la misma liga?, ¿por qué, además, se premia a Marruecos con la Copa de Europa?

El tiempo corre rápido en nuestra contra y si no conseguimos frenar la aprobación de este acuerdo por el Parlamento Europeo, el sector primario andaluz no solo sumará aún más personas a las listas de desempleados, sino que también perderá su liderazgo productivo, algo que en el sector agrícola es un reto por el que están compitiendo todas las zonas productoras de la cuenca mediterránea. Ahora, el Parlamento tiene la llave, confiemos en que sepa elegir la puerta correcta que ha de abrir.

María José Pardo. Gerente de Hortyfruta

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