La inversión en un escenario inestable
El segundo episodio crítico de la deuda soberana ha sido temporalmente más corto que el primero, pero con más frentes de ataque. Los especuladores han saciado su voracidad con el rescate de Irlanda, y han apuntado a hipotéticas víctimas ulteriores, pero no han logrado generar en los mercados los índices de volatilidad que en la crisis de mayo, al menos en la renta variable, donde el índice español, por ejemplo, ha hecho suelo mil puntos más arriba que en la primavera. Pero los expertos advierten que aún habrá nuevos ataques a la deuda soberana, y que Portugal, España y quizás terceros países de la zona euro pueden ser sus objetivos. No ha concluido, por tanto, la inestabilidad.
España dispone ahora de un nuevo plazo para ampliar significativamente las medidas que ha tomado esta semana, sobre todo para entrar de lleno en las reformas estructurales serias que reclaman los socios comunitarios y que son imprescindibles para recomponer unas finanzas públicas sostenibles y para retomar una senda de crecimiento económico y del empleo similar a las de los competidores. El mundo crecerá este y el próximo año más del 4%, Alemania y Japón se acercarán bastante a esa cifra, y Estados Unidos estará cerca del 3%. Pero España tiene que dejar de ser otra historia para evitar enrolarse en una espiral de estancamiento como la que durante lustros ha asolado a economías maduras como la japonesa.
Independientemente del componente especulativo del mercado, los acreedores de España volverán a poner en duda la capacidad de repago de España en el medio plazo, tras haber llevado ya la prima de riesgo por encima de los 200 puntos básicos y la rentabilidad del bono a 10 años más allá del 5%. Solo hay un mecanismo para frenar el ataque: reformar todos los obstáculos a la recuperación de la renta disponible creciente de la ciudadanía, única variable que recompone el consumo y la inversión.
Mientras ello ocurre, los mercados no recuperarán el sosiego. La inversión será un ejercicio inestable, en el que solo los plazos cortos en valores y activos castigados o los largos en las compañías de crecimiento pueden justificar una estrategia para mantener el capital. Los expertos siguen recomendando títulos de países emergentes, o nacionales con intereses en el exterior, con exposición limitada en la economía española. El alto grado de apalancamiento sigue siendo aún negativo, y no queda otro remedio que buscar compañías con flujo de caja regular, así como rentabilidades por dividendo apreciables. Todas las grandes empresas españolas cumplen estos requisitos, entre otras cosas porque tienen la deuda bajo control, negocios geográficamente equilibrados y una recompensa anual para los socios superior incluso que la que proporcionan hoy los bonos o los depósitos a plazo.