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Tribuna
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Basilea III todavía contiene las semillas del caos

Si hacemos caso de las portadas, los reguladores financieros valientemente han decidido por fin actuar de forma decisiva. Las nuevas reglas de capital anunciadas por el Comité de Basilea, iría el argumento, son suficientemente estrictas como para esencialmente garantizar la prevención de futuros accidentes.

No exactamente. Los reguladores están lejos de haber corregido los mecanismos que desencadenaron el cataclismo de 2007-2008, posibilitando la materialización de esos problemas otra vez. La crisis fue causada por un factor principal: el apalancamiento tóxico masivo de entidades financieras de gran tamaño. Tal y como están las cosas actualmente, la probabilidad de que esto se repita es intolerablemente elevada.

La cruz del asunto es algo llamado risk-weighted assets (activos ponderados por riesgo), o RWA. Cuando Basilea habla de ratios de capital mínimos está refiriéndose a capital sobre RWA, no capital sobre activos totales. Y el problema es que la R de RWA puede, gracias a la regulación, ser una cifra muy pequeña; lo que Basilea llama riesgo puede acabar siendo una estimación insultantemente irrealista del riesgo real. El apalancamiento se representa por el ratio capital-activos totales así que si RWA acaba siendo una proporción muy pequeña de los activos totales, la exposición de un banco a las malas noticias será enorme.

Basel III, como sus predecesores, puede fácilmente facilitar el apalancamiento elevado. Para empezar, el ratio de capital total mínimo exigido (sobre RWA) básicamente no ha cambiado. Seguirá siendo, como desde 1988, el 8% hasta 2016, cuando comenzará un suave ascenso hasta el 10,5% en 2019. Pero el auténtico problema, de nuevo, no es tanto qué porcentaje de RWA se debe mantener como colchón protector, sino qué porcentaje de los activos totales representa RWA.

Si bien las maneras en que se calcula RWA han sido modificadas a raíz de la crisis, las cifras pueden todavía derivar estimaciones de riesgo muy modestas. Analicemos el banking book. Antes de revisiones anunciadas en julio de 2009, la ponderación por riesgo para una posición titulizada AAA (por ejemplo, un subprime CDO precrisis) podía ser tan insignificante como el 7%, resultando en una carga de capital de tan sólo el 0,56% (8% de 7%). Claramente, esto suena muy apalancado, sobre todo si el activo resulta ser basura. Pero las revisiones propuestas todavía permitirían un montón de apalancamiento: ahora el peso de riesgo para una posición retitulizada (como un CDO) se cifra en 20%, por encima de 7% pero aún resultando en una carga de capital letalmente permisiva del 1,6%. Dado lo fácil que puede ser que un activo sospechoso reciba un rating muy alto, es obvio que Basel III seguiría facilitando la acumulación de posiciones venenosas de una forma intoxicadamente barata.

En cuanto al trading book, se ha proyectado que las cargas de capital (determinadas principalmente por value at risk, un modelo famoso por su capacidad para subestimar severamente el riesgo de mercado) se tripliquen como resultado de las modificaciones introducidas. Pero incluso eso puede resultar insuficiente. Antes de la crisis, el ratio cargas de capital por trading-activos de trading totales era sólo del 1% en la mayoría de bancos. Pasar al 3% no resolverá mucho. El 3% sería todavía una carga intolerablemente humilde, particularmente cuando muchos activos de trading pueden ser bastante tóxicos (por ejemplo, muchas entidades metieron los CDO en sus trading books).

La conclusión es que las elogiadas medidas de los mandarines de Basilea hacen poco por aliviar las preocupaciones. El capital total exigido casi no varía. Las métricas erróneas (los rating de crédito, el VaR) que pueden fácilmente ocultar el riesgo verdadero siguen reinando. En suma, el apalancamiento tóxico sigue siendo muy posible. El potencial de otra debacle en el sistema se mantiene intacto. El hecho que el componente de capital más seguro (core equity) del 8% de capital total será gradualmente incrementado puede que no ayude demasiado. Si los bancos pueden otra vez amasar montantes estratosféricos de posiciones letales de una manera muy apalancada, unos pocos miles de millones de equity de más no frenarán la masacre. La única forma segura de promover la estabilidad es hacer tal acumulación imposiblemente cara (es decir, económicamente imposible). Abandonemos de inmediato las métricas fallidas detrás del cálculo de RWA y asegurémonos de que bombas de relojería como los subprime CDO siempre sufran una carga del capital del 100%.

Pablo Triana. Autor de 'Lecturing Birds On Flying: Can Mathematical Theories Destroy The Financial Markets?'

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