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La opinión del experto

El rol social de las escuelas de negocios

Carlos Losada propone una reflexión a los centros de formación de directivos y denuncia diversas irresponsabilidades por parte de estas instituciones que tienen un elevado coste económico.

El ejercicio de directivo o empresario, a diferencia de otras profesiones, no dispone de colegios profesionales. Médicos, arquitectos, abogados… cuentan con un sistema de autorregulación (en general, colegios profesionales) que ayuda a estructurar la profesión y a regular el comportamiento de los colegiados. El directivo y el empresario nunca han tenido colegio profesional y, muy probablemente, nunca lo tendrán, a pesar de grandes esfuerzos por parte de prestigiosos académicos (quizás el caso más notable sea el del profesor de Harvard Rakesh Khurana). Bajo mi punto de vista, más que una profesión, la gestión es una práctica. Práctica que implica la utilización de una mezcla de conocimientos (tanto científicos como prácticos) con algo de arte (tesis sostenida por Henry Mintzberg).

Pero el comentado "vacío colegial" hace que la transmisión de las buenas prácticas de gestión descanse en las instituciones académicas que imparten esta disciplina y, de manera muy especial, en las escuelas de negocios. Esta realidad coloca a las escuelas de negocios en el centro, como moldeadores de estas prácticas y como motores y reproductores de la axiología dominante. O lo que es lo mismo: los valores y las prácticas, apreciadas y valoradas en las escuelas de negocios (y también en la prensa económica), devienen, junto a la cultura empresarial de las propias empresas, en fuente de referencia para muchos directivos y empresarios, que acaban influyendo en la práctica cotidiana. De ahí que nuestra sociedad deba aprender a utilizar y a tener en cuenta a las escuelas de negocios como un instrumento más de la creación de capital social de un país, como un instrumento más en la construcción de una potente sociedad civil. Debemos aprender a elaborar criterios con respecto a las escuelas de negocios y, sobre todo, sobre su aportación social.

Si aceptamos esa responsabilidad de las escuelas de negocios, la pregunta relevante es: ¿hasta qué punto estamos delante de escuelas socialmente responsables? En un libro de próxima publicación, Business Schools: Which Contribution to Society? (título provisional), escrito por decanos y directores generales de las escuelas de negocios europeas, se reflejan algunas orientaciones para poder evaluar hasta qué punto nos encontramos ante una institución que cumple, o no, con su responsabilidad hacia la sociedad.

¿Es suficiente decir que se dan clases de ética o de desarrollo sostenible para considerar que se está ofreciendo la formación y la orientación deseable para la sociedad? Si queremos directivos competitivos, capaces de generar y mantener proyectos rentables y sostenibles y, a la vez, generadores de valor social, estamos ante temas que trascienden el impartir, o no, clases de ética. Es más, las clases de ética o de sostenibilidad económica y medioambiental, ofrecidas de una manera aislada, pueden generar más rechazo que asimilación, si no se va "más allá del currículum".

¿Test de inteligencia?

¿Qué podríamos decir de escuelas de negocios que, en las clases de finanzas, endiosan el éxito económico en el corto plazo obtenido a costa del éxito económico en el medio y largo plazo? ¿Qué ejemplo de buenas prácticas puede ofrecer una escuela de negocios que selecciona a los alumnos, exclusivamente, por un test de inteligencia y no valora también la capacidad de emprendimiento o de innovación o de la responsabilidad social? ¿Qué podemos esperar de una escuela de negocios en la que el proceso de aprendizaje se circunscribe y delimita a una relación "cliente-proveedor" con toda la pérdida de riqueza que ello implica? ¿Qué cultura creamos cuando dejamos de lado el valor del esfuerzo? ¿Cómo podríamos quejarnos de la falta de espíritu de equipo si el sistema de evaluación hace de tu compañero de clase tu enemigo? Las respuestas a éstas y otras preguntas similares nos dibujan un amplio espectro de instituciones diferentes. Desde instituciones creadoras de capital social a través de directivos y empresarios competentes, luchadores, líderes que saben articular competitividad y cooperación, que saben articular creación de valor para el accionista con la creación de valor para el conjunto de implicados (o stakeholders); que saben armonizar el corto con el largo plazo…, hasta las escuelas de negocios auténticas fábricas de especuladores, incapaces de crear empresas y de mantenerlas y, en algunos casos, de gente sin escrúpulos que tan "caros" resultan al conjunto de la sociedad. Porque hoy, si algo tenemos claro, es que la irresponsabilidad tiene altísimos costes económicos y sociales, y genera riesgos que pueden ser insalvables.

Entender la crisis actual y darle salida en el medio y largo plazo pasa, también, por preguntarnos qué escuelas de negocios queremos en un mundo cada vez más globalizado. Es un buen momento para que todos los que estamos involucrados, de un modo u otro, introduzcamos un grado más de exigencia para tener aquellas escuelas de negocios que requiere una sociedad, la nuestra, que tantos retos debe abordar.

Carlos Losada. Ex director general y profesor de Política de Empresa de Esade

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