_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El peor escenario, ¿imposible?

La reciente publicación de las pruebas de resistencia del sistema financiero europeo no han resuelto el principal problema que tiene la economía europea, la ausencia de flujo crediticio.

Este problema, que tiene su origen en la capacidad de crecimiento europeo, no se resolverá logrando ver los balances exactos de todas las instituciones financieras, sino llevando a cabo una reestructuración de la ingente deuda privada que está estrangulando a empresas y familias. Además, el ajuste fiscal llevado a cabo por las economías más grandes arrastrará de nuevo a situaciones deflacionistas y recesivas, lo cual imposibilitará a los agentes repagar sus deudas y cercenará, aún más, las arcas públicas.

Los resultados conocidos muestran el lado más crudo de los mercados financieros, es decir su absoluta irracionalidad. Por poner un ejemplo, ¿quién pensaba que Banco Santander o BBVA tendrían problemas de solvencia y/o liquidez siendo el par de instituciones más potentes de prácticamente toda la UE? Si los mercados fuesen eficientes, con la información disponible antes de la publicación de estas pruebas, nunca deberían haber reducido la capitalización bursátil de dichas entidades casi un 50%. Más aún, con la diversificación del negocio que presentan sus balances, jamás un analista informado o un inversor institucional debería haber forzado la venta masiva de acciones de estas dos instituciones. Por ello, en un análisis comparado choca todavía más que la banca alemana, mucho más expuesta a activos tóxicos americanos y especialmente a bonos griegos, se haya comportado manifiestamente mejor, lo que prueba la absoluta irracionalidad de los mercados financieros.

Otro tema distinto, que también ha puesto de manifiesto este proceso, es la escasa afición a la transparencia que tienen los mercados financieros, especialmente las instituciones financieras, pero también los bancos centrales. La publicación de las inversiones en Grecia por parte de los principales bancos europeos, o saber exactamente la magnitud del riesgo inmobiliario de muchas cajas españolas, dato conocido por el Banco de España pero no publicado, ha permitido saber con exactitud lo que se intuía. Es decir, que el sector de cajas en España alberga un riesgo muy elevado y que no es muy descabellado pensar que para algunas entidades el peor escenario posible no es imposible.

Estamos, por tanto, ante un análisis muy heterogéneo entre entidades europeas, liderando España el universo analizado, y por tanto, escenario de una inferencia estadística mucho más fiable a la hora de emitir un dictamen de la salud financiera y de solvencia. El resto de países ha preferido acercarse al mínimo del universo exigido para el análisis, por lo que no se pueden comparar los resultados.

Por estas razones, sorprende la relajación de los mercados financieros para con la deuda española, y en general con el euro, pues buena parte de esta información era conocida hace dos meses, y si algo ha cambiado ha sido el empeoramiento del crecimiento potencial de la economía española, y europea tras al ajuste fiscal. También ha ayudado a esto, el punto de giro de las expectativas económicas en EE UU, cuyos indicadores adelantados muestran una vuelta a la recesión.

Con estos mimbres, sorprende la tranquilidad con que se niega el peor escenario para la banca española. Este cuadro, en el que se sitúa al precio de la vivienda cayendo un 25% o un 60% en el caso del suelo, para algunos parece inverosímil, algo que en mi caso sitúo como plausible. Pero es que lejos de ser imposible, un análisis riguroso lo situaría como deseable. Las cifras de deuda hipotecaria y riqueza hipotecaria muestran que en ningún caso se ha iniciado un proceso de desapalancamiento real, lo cual es imprescindible para volver al crecimiento del consumo.

Sólo si se produce una reducción drástica del precio de la vivienda, en una cuantía que algunos sitúan casi en el 50%, podríamos ver liberada renta para poder volver a crecer. Este efecto demostración debería empezar por el ingente parque ocioso que tienen las entidades financieras y las promotoras. Pero más necesario aún es reducir el precio del suelo, algo que sin crecimiento y sin perspectivas para el sector inmobiliario no puede seguir siendo valorado al precio de compra, máxime después de la aplicación de la nueva Ley de Suelo, que algún día verá su reglamento aprobado.

En resumen, después de la publicación de las pruebas de resistencia, la inutilidad de los preceptos clásicos en finanzas, racionalidad, independencia del inversor, transparencia y el precio como señal perfecta, es manifiesta. Pero sobre todo, ha puesto de manifiesto que el peor escenario puede ser el mejor para un verdadero cambio en el modelo productivo.

Alejando Inurrieta. Profesor del IEB

Archivado En

_
_