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Columna
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El nuevo traje de la canciller

El desastre se ha evitado, pero la crisis se ha profundizado. En lo que debería haber sido una formalidad, Angela Merkel luchaba por su candidato Christian Wulff, elegido para ocupar la presidencia honorífica alemana. Nunca desde la Segunda Guerra Mundial, la contienda presidencial, por lo general aburrida, había generado tanto interés. Debido en parte a la fuerte personalidad de su oponente, Joachim Gauck, un pastor y ex activista anticomunista en Alemania Oriental. Merkel acusa una crisis de decisión.

Es pronto para desentrañar a la canciller. Sólo nueves meses después de que el Gobierno de coalición comenzó a prepararse para unas elecciones difíciles. Las diferencias entre su partido conservador CDU y sus aliados liberales de la FDP nunca habían sido tan profundas y han perdido apoyos importantes en las elecciones regionales. Esto se debe en gran medida no sólo al programa político de FDP, de bajada de impuestos, sino también por la mirada inquietante que muestra frente al nuevo entorno y cómo Alemania intenta mostrarse frente al resto de Europa con su política de reducción del déficit.

Pero la crisis de autoridad de Merkel tiene mucho que ver con la forma en que se manejó la crisis del euro. Durante meses, se opuso al plan de rescate griego, y a ayudar a otros miembros endeudados. Así que la mayoría de los europeístas de su partido le critican su resistencia inicial, mientras que los euroescépticos la llevaron a tomar la decisión de ceder. El consuelo de la canciller está en sus aliados de FDP, más impopulares que ella. Pero hay un riesgo de que quiera recuperar su popularidad por la vía fácil: aplazando las reformas, con un discurso duro en el escenario europeo e impulsando una cruzada populista para regular a los especuladores, los banqueros y los mercados de forma indiscriminada. Para sus socios europeos, no hay nada que celebrar.

Por Pierre Briançon

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