China impone su ritmo al mundo
En el mercado de futuros se prevé que el yuan, la moneda china, se revalorice nada menos que un 10,6%... Lo malo es que esa apuesta es para el año 2015. Muchos en EE UU y Europa lanzaron las campanas al vuelo el pasado sábado cuando el Banco Popular de China anunció por sorpresa, es su modus operandi, que iba a acelerar la flexibilización del renminbi (es la denominación oficial de la divisa; kuai es el tercer nombre con el que se la conoce). Pero que nadie espere un giro radical en el tipo de cambio, al estilo de los que está sufriendo el euro. La propia autoridad monetaria se encargó de dejarlo claro al día siguiente, al recordar que es "importante evitar fluctuaciones masivas y bruscas". La reforma del yuan será "gradual" y los límites máximos de oscilación del 0,5% respecto al nivel central de paridad están en vigor. El mercado reaccionó ayer en consecuencia, el yuan apenas se movió un 0,4% y cotizó a 6,7969 unidades por dólar. Aquí, el ritmo no lo marcan las economías occidentales. No decide EE UU y mucho menos la Unión Europea, prácticamente desaparecida en el concierto internacional. El paso se dicta desde Pekín.
China no sólo es la economía más dinámica del mundo, es también el país que más reservas en divisas acumula, con un 29,8% del total. De hecho, Pekín es el principal financiador de EE UU con la compra masiva de bonos públicos e hipotecarios americanos. Esto significa que China es la última interesada en un eventual colapso del dólar y tiene la capacidad para impedir que eso ocurra. Pero al mismo tiempo, la fuerza de presión de Washington ha quedado sensiblemente disminuida en el transcurso de la última década. Cada vez tienen menos credibilidad las amenazas de sancionar comercialmente a China por la debilidad artificial de su tipo de cambio, el mismo que ha venido exportando deflación al planeta entero durante lustros. Los estrategas de Washington han comprendido que el diálogo es el camino más adecuado y la táctica ya está dando resultados.
Este próximo fin de semana tendrá lugar en Toronto (Canadá) la cumbre del G-20 y el tema del yuan y su controvertido tipo de cambio, que ha pasado dos años anclado en el entorno de 6,82-6,83 unidades por dólar, acaba de desaparecer de la mesa. Las conversaciones volverán a centrarse sobre la recuperación económica mundial. En contraste con lo que sucede en Europa, el santo y seña de la política económica de China es un profundo sentido práctico. Los gestores del país han comprendido que hay que reorientar la estructura del país hacia un perfil menos exportador y, al mismo tiempo, conjurar las sombras de las crecientes burbujas hipotecarias y de activos. Todo ello debe hacerse de forma ordenada y no como consecuencia de un cataclismo, a diferencia de como se ha dado el ajuste en Europa y EE UU.
El mercado asume que la revalorización del yuan se hará en la práctica a la velocidad que decida Pekín
La nueva flexibilización del tipo de cambio responde a ese objetivo. Desde 2005, la revalorización del yuan ha seguido un ritmo pausado pero constante, hasta sumar un 17,8%. Una política firme ha permitido a China sortear la crisis económica con holgura. El PIB creció un 9,6% en el año 2008, un 8,7% en el ejercicio de 2009 y la previsión es que este año vuelva a hacerlo a tasas próximas al 10%.
Cuatro consecuencias
El último paso dado por Pekín tiene cuatro lecturas, según el analista de M&G Investments Anthony Doyle. En primer lugar, al permitir una mayor fluctuación del yuan, Pekín aleja el peligro de una oleada de proteccionismo en distintos países. Se trata de una tentación que ha florecido por doquier al calor de la presión social alimentada por el avance del deterioro económico.
Una segunda derivada es la relacionada con la deuda estadounidense. "La apreciación provocará que China tenga menos dólares para invertir en Treasuries, lo que resultará en una menor demanda de estos activos", expone Doyle. Esto implica un riesgo potencial de una caída del precio de la deuda estadounidense, pero que aún es difícil de evaluar. La tercera arista es la que toca a la inflación, medida en términos planetarios. La exportación masiva de manufacturas chinas a bajo coste ha redundado en el crecimiento disparado de la región, pero también en un entorno internacional de baja presión inflacionaria, lo que ha ayudado a la pervivencia de unos tipos de interés bajos. Si el yuan se hace más caro, la balanza puede llegar a invertirse. "Para la economía mundial es esencial saber si China se convertirá un moderado exportador de inflación. En un momento en el que el mundo está luchando con un volumen ingente de deuda y el drenaje de la liquidez, un poco de presión inflacionaria es bienvenida", valora Virginie Maisonneuve, responsable de renta variable mundial de Schroders.
El último vector es la capacidad adquisitiva, para consumir (el grado de penetración de industria como la del automóvil es muy bajo) y para invertir. Sólo este año, las petroleras estatales han empleado 62.600 millones de euros en operaciones corporativas en el extranjero, un saldo equivalente a casi tres veces el valor de Repsol en Bolsa. China no es un mercadillo barato y su poderío económico tampoco es cosa de cuentos. El PIB de la Eurozona aún es más del triple que el del gigante asiático, pero éste ya supera al de cualquier país de la UE por separado.