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Columna
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Finanzas al desnudo

José Carlos Díez

Tras la euforia en los mercados de activos en 2009, los nuevos acontecimientos derivados de la tragedia griega han puesto de manifiesto la necesidad de acometer urgentemente cambios en la regulación financiera con el fin de garantizar la estabilidad en los mercados, condición necesaria para que una economía pueda mantener una senda de crecimiento estable. El objetivo es diseñar un sistema financiero que permita canalizar el ahorro a los proyectos de inversión, minimizando la inestabilidad financiera que hemos padecido en las últimas tres décadas.

La intervención pública en 2008 fue determinante para evitar una depresión y estabilizar la deflación de activos que llevaba al sistema bancario internacional camino a la perdición. La intervención fue un éxito pero el sistema bancario sigue con capitalización débil y los mercados de capitales distan de funcionar con normalidad. Además, la guerra contra la depresión provocó un aumento significativo del endeudamiento público que ahora hay que digerir.

En este escenario, un país que miente, Grecia, otro país que duda sobre una intervención coordinada, Alemania, un banco central atenazado por sus obsesiones morales y la ortodoxia, el BCE, crean de nuevo un entorno de incertidumbre que puso al sistema monetario internacional al borde del colapso.

La crisis europea pone de manifiesto que la confianza de los inversores sigue muy vulnerable y que las presiones deflacionistas aún siguen amenazando a la economía mundial, aunque se concentran en sus economías menos dinámicas: Japón y la Eurozona. Pero también deja de manifiesto que después de la quiebra de Lehman, sigue habiendo prácticas financieras que ponen en riesgo la estabilidad del sistema y que aún no se han regulado convenientemente.

Hoy Alemania se desmarca de sus socios europeos y del G-20 e impone restricciones para operar con ventas en corto desnudas en el mercado de CDS que asegura el riesgo de impago de los bonos y en sus principales bancos cotizados en Bolsa. No se cuestiona la utilidad de las ventas en corto, lo que se está exigiendo es que el que vende el activo lo tenga en propiedad o bien demuestre que otro inversor se lo ha cedido prestado. Los europeos hicimos una moneda única para evitar las distorsiones en los mercados de divisas pero la excesiva especulación en el mercado de CDS ha estado a punto de hacer saltar el proyecto por los aires, por lo tanto bienvenida la decisión alemana aunque el euro es un juego cooperativo y los llaneros solitarios dificultan la toma de decisiones conjunta.

Otro cambio regulatorio proveniente de Bruselas propone regular los hedge funds y los fondos de capital riesgo. De nuevo la propuesta es bienvenida pero para ser eficaz debe ser acordada en el G-20, especialmente por EE UU. Fondos que operan en derivados con fuerte capacidad de apalancamiento y que en situaciones de tensión y con mercados ilíquidos pueden alterar el normal funcionamiento de los mercados y la eficiente formación de precios de los activos. También habría que regular a los inversores "demasiado grandes para salir", algo equivalente a los planes de evacuación de estadios deportivos.

Desde el nacimiento del euro, Europa ha vivido un intenso proceso de integración financiera que se ha puesto en cuestión en el último mes. Las dudas sobre la sostenibilidad del euro provocaron un intenso vuelo a la calidad, en el que los ahorradores alemanes decidieron vender activos en el resto de países y comprar deuda pública de su país a muy corto plazo. Estos procesos se activan con rapidez pero luego los mercados tardan mucho en recuperar la normalidad ya que buena parte de sus participantes han desaparecido y los flujos tardan en volver.

Mientras esto suceda, el amago de infarto cerebral ha dejado al sistema financiero europeo mutilado y necesitará mucha rehabilitación y monitorización periódica. Los Gobiernos ya han anunciado que aceleran la reducción de los déficit, la duda ahora es si lo harán más rápido de lo que la maltrecha economía europea puede soportar, y la clave para restaurar el normal funcionamiento de los mercados la tiene el BCE que debe actuar con contundencia y determinación.

Si de la tragedia griega al final surge una incipiente Unión Fiscal Europea, Europa aún así se mueve, y se aceleran los cambios en la regulación del sistema financiero al menos habremos sacado algo a cambio. Pero no debemos alegrarnos, el enfermo ha sufrido mucho y eso dificulta la reducción de la tasa de paro que debe ser la prioridad de la agenda de la política económica.

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