La liquidez no lo soluciona todo
La zona euro tuvo que hacer frente, entre el lunes y viernes de la pasada semana, a las tensiones más serias desde su constitución en 1999. La Bolsa de Madrid llegó a la situación de caída libre. El Ibex 35 perdió en cinco sesiones más del 13%. Y durante algunos minutos, la de Wall Street perdió casi un 10%, por motivos que todavía se desconocen, pero se recuperó. A mediodía del lunes 10, el Ibex 35 ganaba más de un 12%, y algunos bancos, el 19%.
El pasado viernes 7 se hizo evidente que de la crisis de Grecia habíamos desembocado a la crisis del euro. Porque los ataques de los especuladores se extendieron especialmente a todos los bancos, y la caída de las cotizaciones de éstos arrastraron al resto de sectores de la zona euro. La deuda soberana sufrió nuevos recortes y el mercado más volátil, el que da las cotizaciones de las primas de riesgo de la deuda pública, de los bancos o de los bonos corporativos, dio la señal de alerta, con primas al alza. El denominado "índice del miedo", o Vix, que mide la volatilidad de las acciones del índice Standard & Poor's se duplicó, pasando de 20 a 40, pero sin llegar a las cotas de la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers, el 15 de septiembre 2008.
Al propio tiempo, desde Chicago la especulación contra el euro se reflejó en el aumento de las ventas masivas de euros contra dólares americanos. De esta manera, en pocas horas, todos los mercados atacaron las posiciones más débiles del euro. En el de los CDS o primas para cubrir el riesgo de quiebra de la deuda soberana, los especuladores aumentaron sus posiciones cortas o ventas a plazo con la esperanza de ganancias extras porque apostaban por la caída de los precios de la deuda pública en euros más vulnerable y con fiaban comprarla más barata con el paso del tiempo.
Por consiguiente, y en una carrera contra reloj del Ecofin, o reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro en Bruselas, se trató de poner a salvo los mercados, porque se esperaba que el lunes 10 podía ser muy peligroso. De hecho, se repitió, aunque con magnitudes muy distintas, un conjunto de medidas similares a las que se tomaron el domingo 10 de agosto de 2007, entonces por el temor a la reacción de los mercados al conocerse el alcance de la primera embestida de la gran crisis.
El domingo pasado la Reserva Federal restauró las permutas de dólares contra euros, es decir, facilitó dólares a los bancos europeos que tenían problemas de liquidez. Lo mismo hizo en BCE, y el plan de rescate llegó a 750.000 millones de euros, con la participación del FMI, en un paquete en el que juegan tanto los préstamos como los avales. Se trató, en definitiva, de dar liquidez a los países que tuvieran que cubrir los vencimientos de su deuda pública en euros y evitar de esta manera cualquier intento de los especuladores de atacar por donde suelen hacerlo, es decir, por los flancos más débiles del euro. Desde el otro lado del Atlántico, el presidente Barack Obama había puesto el acento en que se tomaran medidas rápidas y rotundas. Los mercados no podían abrir el lunes a pecho descubierto.
Este episodio es un reflejo del alcance de un sistema en que existe una moneda única, pero no una unión económica y demasiadas políticas fiscales distintas. Solucionará la liquidez de los bancos, Gobiernos y mercados, pero quedará pendiente la solvencia de las finanzas públicas. La ministra Elena Salgado adelantó nuevos recortes en el gasto público; 0,5% del PIB este año y un 1% adicional para el próximo. Aproximadamente, 15.000 millones. Y la próxima semana, Madrid y Lisboa presentarán sus nuevos planes de ajuste. Ahí reside el meollo de la cuestión. Superada la primera batalla por la liquidez, el bastión que lo decidirá todo será la solvencia de quienes han de hacer frente a los pagos a partir de 2011.
Robert Tornabell. Profesor de Finanzas Internacionales. Ex decano de Esade Business School