Los peligros del recetario laboral europeo
Las comparaciones siempre son odiosas. Y pese a ello, el interminable debate de la reforma del mercado de trabajo acude recurrentemente a los ejemplos de algunos países vecinos. Un ejercicio que ha llevado a políticos, sindicatos y empresarios a hablar a diario, y a menudo con ligereza, de la importancia del modelo austriaco o del exitoso caso danés. Ocurre normalmente, además, que en función de la parte interesada que esgrime el argumento, su discurso elude convenientemente ciertas contrapartidas que conllevaría aplicar la propuesta. Se dice que tal país abarató el despido hasta casi regalarlo, pero no se cuenta que se subieron los impuestos a las empresas para compensarlo con una mayor cobertura en la prestación por desempleo. O viceversa. Y lo que es más importante, a menudo se olvida que el modelo finlandés, por muy ilustrativo que pueda ser, fue creado para Finlandia y a consecuencia de los problemas concretos del país.
El ejemplo más reciente de llamamiento a la importación de un mercado de trabajo lo planteó el lunes el Gobierno, que incluyó en su nuevo borrador de propuestas una invitación a adaptar el modelo austriaco. æpermil;ste establece un fondo individual para cada trabajador, que la empresa va engordando cada mes, y que el asalariado arrastrará consigo a lo largo de su vida laboral recurriendo a él en caso de ser despedido. El montante funciona, además, como una suerte de plan de pensiones privado que el interesado recibirá cuando alcance la jubilación.
Movilidad geográfica
Austria puede servir de inspiración, pero hay que mirar a España para hacer una reforma a medida
El ejemplo, que convence más al Ministerio de Economía que al de Trabajo, fue incluido en el documento bajo la promesa de que permitiría "incrementar la estabilidad en el empleo y fomentar una movilidad laboral más sana". Austria, efectivamente, modificó su mercado de trabajo en 2003 y a falta de un recorrido mayor, es cierto que pese a la crisis mantienen una tasa de paro de entorno al 5% de la población activa, frente al 18% que ronda España. Asimismo, la movilidad geográfica entre puestos de trabajo de los asalariados parece haberse multiplicado. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que toda Austria es menor que Andalucía. En la comparación, mudarse para encontrar un empleo de Viena a Salzburgo, dos de las principales ciudades del país, conlleva un desplazamiento familiar menor del que le supone a un granadino establecerse en Huelva.
Por no hablar de que la población activa de Austria apenas supera los 4,2 millones de personas, frente a los 22 millones en edad de trabajar que hay en España, y el hecho de que en el país centroeuropeo 9 de cada 10 trabajadores disfruta de un contrato indefinido, y aquí uno de cada cuatro son temporales.
De ahí que el propio director del gabinete para el diálogo social, Alfonso Morón, admita que "ningún modelo foráneo es transplantable" al 100%. El mediador, no obstante, hace un flaco favor a la ya de por sí volátil situación del mercado laboral al no querer precisar mínimamente cuáles son los aspectos del sistema austriaco que al Ejecutivo le gustaría adaptar. No es lo mismo eliminar definitivamente las indemnizaciones por despido, sustituyéndolas por el citado fondo, que mantener un coste mínimo de extinción de los contratos que se complementaría con el montante acumulado.
Otro de los modelos que ha calado en la negociación de la reforma laboral es el alemán, Kurzabeit. En él se conjugan la reducción de jornada y salario, para ahorrar costes al empresario, con el cobro de prestaciones sociales por el trabajador, para que no pierda poder adquisitivo. El objetivo es evitar que los ajustes vayan por la vía del despido. Siendo, quizás, la medida que más consenso ha logrado en la actual etapa del diálogo social, no deja de ser un guante para la vasta industria alemana, que no termina de ceñirse al tejido empresarial español, donde son las pequeñas empresas, dedicadas a la construcción y a los servicios, de las que emanan los parados.
¿Y adaptar el ejemplo danés?
Pese al reciente protagonismo de los casos alemán y austriaco, adoptados por sindicatos y Gobierno respectivamente, los ejemplos no acaban ahí. Una de las principales fuentes de comparaciones viene siendo la CEOE, que si bien ha apuntado alguna vez hacia los Alpes, suele enfocar sus miras hacia Dinamarca. El país de la flexiseguridad por excelencia se ha fraguado mediante despidos rápidos y muy baratos. Lo que no ha calado tanto en las reclamaciones de la patronal es la fuerte presión fiscal que soporta el país para sufragar unas de las prestaciones por desempleo más altas y prolongadas (hasta cinco años) de toda Europa.
Otra de las voces habituales en el asunto, el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ha aludido también al ejemplo danés cuando el dato del paro se ha recrudecido especialmente. Meses antes de la vorágine, en 2007, su propio organismo advertía, sin embargo, que el modelo danés "resulta inadecuado para estados en una situación fiscal desfavorable y con un desempleo alto". ¿Les suena algún país así?
En definitiva, se puede recurrir al recetario europeo en busca de inspiración e ideas interesantes, pero es en el espejo de España donde hay que mirarse para buscar una reforma a medida. Corremos el peligro, si no, de olvidar que este país no padece problemas universales. Ni siquiera europeos. No hay fórmulas mágicas prefabricadas para la España de la burbuja inmobiliaria, el empleo temporal, los salarios bajos aunque inflexibles y el despido caro, pero abusivamente utilizado. Si de lo que se trata es de copiar, busquemos un país donde agentes políticos, sociales y económicos sean capaces de arrimar el hombro cuando sus calles se llenan de parados.