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Crónica de Manhattan
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ganadores y perdedores

Ya está. Décadas después de que alguien hablara de sanidad universal en EE UU (Theodore Roosevelt), Barack Obama puso la semana pasada su rúbrica en la ley que lleva al país cerca de este objetivo. El Partido Republicano, opuesto a la reforma, ha hecho una campaña cuya base ideológica es que se acaba "la libertad individual y llega el socialismo" con el mandato de hacerse con un seguro.

Aunque es una idea muy promocionada por el movimiento popular ultraconservador Tea Party, los mercados no han reaccionado como cabría esperar que lo hicieran en el caso de que el Gobierno hubiese decretado el inicio de la planificación centralizada de la economía. Al contrario, el índice del sector salud (S&P 500 Managed Care Index) no ha hecho más que revalorizarse en lo que va de año gracias a las buenas perspectivas de mercado para aseguradoras y hospitales, bajo la reforma.

Y es que, sin duda, el cambio deja a estos dos sectores en la lista de los ganadores, ya que el nuevo sistema sanitario de EE UU sigue basándose en un sistema de seguros privados. La ley, de hecho, elimina la posibilidad de crear una opción de seguro público para competir con los privados. Así, al hacer el seguro obligatorio (so pena de multa), las aseguradoras recibirán unos 30 millones de nuevos clientes, en su mayoría jóvenes que ayudarán a diversificar positivamente sus pools de riesgo. Es algo que viene bien a estas firmas, ya que debido a sus altas primas habían visto cómo los más jóvenes y saludables abandonaban sus servicios mientras su cartera de clientes tenía progresivamente a más personas mayores y enfermas, las que más gasto demandan.

A cambio, eso sí, no podrán negar coberturas a personas enfermas.

Los hospitales van a perder 155.000 millones de dólares de financiación de Medicare -el seguro financiado públicamente para mayores de 65 años-, pero ganan a largo plazo porque tratarán a menos pacientes sin seguro, con lo que se tendrán más ingresos que compensen la pérdida. Los médicos también tendrán la ventaja de tener pacientes que pagan sus consultas.

Las farmacéuticas se apuntan a la lista de ganadores porque cuantos más asegurados, más medicinas de marca se venden. Además, ni se facilita la compra de fármacos fuera del país ni se permite que el Gobierno negocie a la baja los precios que paga por medicinas del Medicare.

Los perdedores son los casi 15 o 20 millones que se quedarán sin seguro, muchos de ellos inmigrantes indocumentados. También los estados, que tendrán que aportar más dinero al Medicaid (medicina para rentas bajas) expandido, y grandes empresas que ayudan a sus pensionistas a comprar medicinas, ya que el Gobierno dejará de subsidiar este servicio. AT&T (que factura 124.000 millones anuales) va a provisionar 1.000 millones para los costes por esta partida y planea cambios de cobertura en el futuro.

Una de las primeras víctimas de la reforma ha sido David Frum, que escribía discursos a George Bush. Frum escribió el lunes que la negativa republicana al compromiso había permitido a los demócratas hacer la reforma a su medida y eso era una derrota conservadora. Un par de días después, Frum fue despedido del centro de estudios republicano American Enterprise Institute, donde trabajaba.

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