Venezuela otra vez
El Gobierno de Venezuela ha anunciado la esperada devaluación del tipo de cambio del Bolívar. La decisión se encuadra dentro del marco establecido en 2003, en el cual se impuso un cambio fijo del bolívar con el dólar y se restringió la libre circulación de divisas.
La devaluación consiste en la entrada en vigor de dos tipos de cambio
l El primero se establece en 2,60 bolívares por dólar, lo que supone una devaluación del 21% frente a la anterior cotización de 2,15, y se aplicará a todas las importaciones del sector público así como para la importación de bienes y servicios de primera necesidad, como la alimentación, la salud o las remesas.
l El segundo tipo de cambio es de 4,30 bolívares por dólar, con lo que la devaluación alcanza el 100%, y se aplicará para la mayoría de actividades, entre las que destacan las importaciones del sector petrolero, el de automóviles, comercio, telecomunicaciones, textil y electricidad.
La decisión, según ha declarado el Gobierno venezolano, es consecuencia de la fuerte contracción experimentada por la economía durante 2009 (un 1,5%). Con esta decisión, se pretende impulsar la actividad económica mediante el estímulo del sector exportador (no sólo el ligado al petróleo) y el desincentivo a la salida de capital doméstico.
Sin embargo, las repercusiones de este nuevo cambio en las reglas del juego por parte de Hugo Chávez pueden ser mucho más preocupantes de lo que a primera vista pueda parecer. Por un lado, sobre la economía doméstica, derivado del incremento de la inflación que traerá aparejada esta decisión: es cierto que se abaratan considerablemente las exportaciones de Venezuela, pero tamaña pérdida de valor del bolívar se trasladará, con toda seguridad, a los precios repercutidos al consumidor final por parte de distribuidores.
En segundo lugar, y desde la óptica de compañías no residentes, permanece la opacidad del mercado de divisas, ya presente en los últimos años. Bajo el régimen de tipo de cambio establecido en 2003 se obliga a las empresas no residentes a asumir innumerables dificultades operativas de cara a repatriar (cuando ha sido posible) flujos de caja generados en Venezuela.
En este sentido, conviene señalar que el tipo de cambio de 2,15 no ha sido, en los últimos años, representativo del aplicado a las operaciones de conversión de flujos de caja por parte de compañías no residentes, que han tenido que asumir siempre una penalización con respecto a esa cota oficial. A día de hoy, desconocemos cuál va a ser la referencia que se aplique a estas operaciones de repatriación.
Y por último, las trabas que suponen estas medidas para retirar capital no hacen sino desincentivar aún más la entrada de nueva inversión en Venezuela, un factor que limitará, sin duda, su capacidad de crecimiento a medio y largo plazo.
¿Quién gana entonces con la devaluación? Las cuentas públicas serán las más beneficiadas, ya que la medida incrementará los ingresos para el Estado, que proceden en buena parte del petróleo que se comercia en dólares. De hecho, más de un 30% de los ingresos públicos provienen de la compañía estatal de petróleo. Por otro lado, la devaluación supondrá un alivio para las reservas del banco central, que han sufrido una caída intensa en 2009 por el afán de mantener un tipo de cambio ficticio y sobrevalorado contra el dólar.
El impacto sobre compañías europeas con exposición a Venezuela está siendo limitado, dado que la importancia relativa de este mercado es, en términos generales, reducida en la mayor parte de los casos. A nivel nacional, la economía española cuenta con una reducida exposición relativa a Venezuela: las exportaciones de bienes representan apenas un 0,3% sobre el total de exportaciones nacionales, mientras que las de servicios suponen tan sólo un 0,2%.
Además, la estabilidad que preside el comportamiento de otras economías de la región, como Brasil, Chile o Perú, permite mitigar el impacto que este tipo de decisiones puedan tener no ya sobre la economía a nivel general sino sobre las empresas internacionalizadas en particular. No en vano sus divisas apenas han registrado debilidad en la sesión, hecho que refleja la diferente posición en la que se encuentran y la mayor confianza del mercado en estas economías que en el pasado.
De hecho, ésa sería la conclusión positiva que conviene extraer: el progreso en términos de estabilidad jurídica y económica en otros países de la región ha sido muy significativo en los últimos años y ha permitido superar la crisis mundial con mejor perfil que en momentos de tensión anteriores. Por el contrario, las medidas adoptadas por Venezuela ponen de manifiesto que esta economía se encuentra, a día de hoy, muy lejos de sus vecinas y refuerzan la búsqueda de otros destinos para la inversión extranjera.
Pablo Guijarro. Director de Análisis de Mercados de AFI