La patente de la UE, ¿a la vuelta de la esquina?
Las empresas del mundo de las tecnologías de la información, como la mía, se dedican fundamentalmente a innovar. Patentar nuestras innovaciones es esencial para garantizar su rentabilidad. Las patentes protegen nuestra propiedad intelectual para que nuestro trabajo pueda generar beneficios y podamos continuar dedicándonos a lo que mejor se nos da: innovar y crear conocimiento.
La gran mayoría de los países proporcionan algún mecanismo para garantizar este derecho. Sin embargo, actualmente no existe un único sistema europeo que se aplique a todos los países. De hecho, en Europa, las discusiones sobre una patente comunitaria son casi tan antiguas como la misma Unión Europea (UE). Algo que está a punto de cambiar. O eso parece.
En diciembre, los ministros de Industria de la Unión Europea aprobaron de forma unánime nuevas conclusiones sobre los elementos principales de un Tribunal Europeo de Patentes único y de la patente de la Unión Europea. Su creación busca dar a los inventores la posibilidad de obtener una patente única y válida legalmente en toda la UE. Hoy en día, solicitar patentes en Europa es tedioso, caro e inconexo, lo que nos deja en desventaja frente a competidores de Estados Unidos, por ejemplo.
El acuerdo de los ministros alcanzado en Bruselas es un gran paso adelante pero no todos los detalles han quedado zanjados, especialmente en lo que se refiere al idioma. ¿Lo hará la presidencia española?
Las pymes tecnológicas esperamos ansiosas medidas que abaraten costes, favorezcan la innovación y promuevan la competitividad. Nuestro Gobierno ya ha lanzado estímulos, como por ejemplo los planes de financiación de proyectos de I+D+i. Sin embargo, si pretendemos avanzar en este campo, el idioma no debería frenar el avance de las discusiones europeas. Y no es que no apreciemos las lenguas de nuestro país, por supuesto que lo hacemos, todas ellas, pero no es en la traducción de patentes donde se refuerza su valor.
Para nuestras empresas existen otras prioridades más inmediatas que poder tramitar patentes en nuestro idioma. Necesitamos reducir los costes de registro y los litigios relativos a las patentes. Necesitamos un sistema más práctico que nos permita registrar y proteger nuestras innovaciones rápidamente en toda la Unión Europea.
Si abogamos por el uso del castellano en estos litigios de patentes, otros países europeos pedirán lo mismo, complicando y encareciendo el proceso para todos. Debemos poder ser capaces de examinar cualquier litigio de patentes sin necesidad de contratar un equipo de traductores para cada apelación, cada una de las cuales podría haberse realizado en un idioma distinto. Por eso resulta imprescindible limitar el número de idiomas válidos.
Esta limitación no supone en modo alguno un desprecio cultural a nuestro idioma. Por poner un ejemplo, nosotros adoptamos hace ya tiempo el sistema métrico decimal, en detrimento de otros sistemas locales. Estas medidas se siguen utilizando pero todo se redacta con el sistema métrico establecido. Esta unificación no perjudicó a nuestra cultura, sino que impulsó el comercio y la industria.
Las pymes no necesitamos traductores para innovar. Necesitamos un marco legal que no nos obligue a malgastar nuestros ajustados presupuestos en contratar abogados y traductores de cada uno de los países de la Unión en vez de contratar investigadores para crear las tecnologías del mañana.
Esta torre de Babel burocrática no beneficia a nadie, ni a mis negocios, ni a la creación de nuevos empleos, ni a la economía. Esperamos que las negociaciones continúen y que la presidencia reconozca el valor añadido de una patente europea que proteja eficazmente nuestra propiedad intelectual en toda la Unión Europea.
Fernando-Gil Guerrero. Presidente global de Solid Quality Mentors y miembro de ACT (Association for Competitive Technology)