Demasiado pronto para abrir el cava
A medida que las economías maduras vecinas se suman a la lista de las que abandonan la recesión, crece la euforia entre los responsables del Gobierno y sus aliados. Una euforia acentuada porque, como refrendó el viernes el Banco de España, el descenso de la actividad sigue ralentizándose, y aliñada con la expectativa cierta de que España volverá nominalmente al club del fin de la recesión el cuatro trimestre de 2009, o el primero de 2010 a más tardar. Cuanto antes se anote un registro positivo de crecimiento, aunque sea intertrimestral, mejor. Pero no será suficiente para la euforia. Salvo las puramente navideñas, no hay aún razones que justifiquen abrir el cava. Un vistazo atrás revela el vasto rosario de víctimas, pero una mirada hacia adelante no arroja todavía luz suficiente como para la satisfacción colectiva.
Seis trimestres de recesión han devastado sectores enteros de actividad, han evaporado un importante volumen de tejido empresarial, han destruido casi dos millones de empleos y, lo que es peor, han debilitado las expectativas de gran parte de la sociedad que, atenazada por la falta de confianza, paraliza sus decisiones de consumo e inversión y transmite sus temores al desempeño colectivo. Que sea España el país que más empleo relativo ha destruido en la crisis no es casual, sino consecuencia de que buena parte del modelo de generación de riqueza estaba sobresaturado y condenado a la jibarización, es decir, tenía fecha de caducidad.
La búsqueda de una alternativa productiva, de la que se viene hablando desde hace años pero de la que se ha construido poco, tiene que caminar durante un periodo dilatado de la mano de un ejercicio natural de desintoxicación de los agentes económicos -empresas y hogares, pero más éstos que aquéllas-, para liberar de su apalancamiento recursos suficientes como para poner a andar la locomotora de la demanda, con consumo e inversión.
Este panorama presagia un prolongado periodo de tiempo en el que la economía, cuando salga de la recesión, deambulará por el estancamiento, dibujando gráficamente una L mayúscula más ancha que alta. Se anuncia un crecimiento estrecho, que difícilmente devolverá en pocos años la capacidad de generación de empleo previa a la crisis. El FMI prevé que España no recuperará la riqueza agregada de 2007 hasta 2014. Pero hay estudiosos que alertan de que, aunque desde 2011 se genere la nada despreciable cifra de 300.000 empleos netos anuales, la población ocupada no volverá a los valores que tenía en 2007 hasta 2017. Una larga década. Acostumbrada a vivir con tasas de desempleo europeas, incluso inferiores al 10% en los últimos años de los tres lustros prodigiosos, la sociedad no se resignará a niveles de paro superiores al 15%, y exigirá con razón esfuerzos adicionales a las políticas económicas. Por tanto, aunque la productividad sea un pilar esencial, sería una frivolidad hablar de recuperación económica si no lo hace a la vez el empleo. Es importante que la natural euforia emanada de los primeros datos positivos no se convierta en una adormidera, que impida o ralentice la tarea que los responsables de la política económica deben desarrollar para que el nivel de riqueza colectiva e individual se recupere cuanto antes. Nunca se ha salido de una crisis sin hacer nada, sin sacrificios.
José Luis Rodríguez Zapatero empieza ya a hablar de reformas de calado, tras negarlas durante años, y por fin ha enunciado las que la doctrina económica ha identificado como necesarias. Pero las reformas sólo valen cuando pasan pronto del papel a los hechos, con voluntad política decidida para su ejecución. Hay que evitar que el debate en busca del consenso se transforme en obstrucciones calculadas, como ha ocurrido en el pasado con grupos de intereses bien identificados. Gobierno y oposición, empresarios y sindicatos, docentes y emprendedores son responsables de que la generación de españoles que llegue al mercado de trabajo los próximos años vea satisfechas sus expectativas de acuerdo a su formación. Es difícil construir un modelo económico alternativo desde la planificación en una economía abierta y libre; pero reformar para ofrecer las mejores condiciones al que quiera desarrollar un proyecto de negocio, del tamaño que sea, es una obligación primordial para un Gobierno. La sociedad, como tantas veces en el pasado, responderá. Así que, manos a la obra.