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La opinión del experto
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Crecimiento sostenible para después de la crisis

José Aguilar se pregunta cómo se debería crecer en el futuro y asegura que el difícil momento que estamos viviendo supone una oportunidad para recuperar viejos oficios

Desde que en 1987 el informe Bruntland, promovido por la ONU, lanzara el concepto de desarrollo sostenible, este término se ha convertido en una referencia habitual en discursos y propuestas políticas. Este informe pretende integrar la dimensión económica con la ecológica y la social. El progreso estaría definido por un crecimiento multidimensional, en el que los factores económicos juegan un papel importante, pero no exclusivo. De este modo, los indicadores que permiten evaluar la sostenibilidad de un modelo de crecimiento deben reflejar el impacto de los cambios. Esta receta está siendo recuperada con entusiasmo ahora que el modelo de crecimiento de los últimos años parece agotado. Algunos defienden que una economía que pone su foco sólo en la economía, acaba no siendo viable, ni siquiera desde el punto de vista económico. No se trata sólo de que perjudique seriamente el medio ambiente o de que produzca desigualdades sociales; el problema es que ni siquiera crea riqueza de una manera prolongada.

La crisis, sin embargo, aporta algunas ventajas a determinados sectores de actividad. El zapatero del barrio, el taller de reparación de vehículos, la pequeña empresa de reformas en inmuebles, han vivido un momento dulce. Hoy, cuando tantas personas retrasan sus decisiones de consumo, tal vez miramos con mejores ojos a los zapatos que ya íbamos a desechar, al coche que dábamos ya por amortizado o a esa vivienda que se nos empezaba a quedar un poco pequeña y en la que descubrimos rincones que "pueden dar mucho juego".

Las crisis son buenos momentos para profesiones que tienen que ver con el cuidado y con el mantenimiento. Las circunstancias nos hacen prolongar la vida de objetos que parecían abocados al basurero. Es hora de hacer de la necesidad virtud, y de recuperar una cultura del cuidado. La sostenibilidad, antes que un diseño económico, es una forma de vida. Sostenible es, en primer lugar, la persona que disfruta con lo que tiene, extrae el máximo rendimiento de sus recursos y establece un vínculo duradero con todo lo valioso que tiene a su alcance.

Esta cultura también se proyecta en la forma de dirigir personas. En épocas de crecimiento, con una alta movilidad laboral, los vínculos son más efímeros. Si un profesional veía una oportunidad en otro proyecto, no se lo pensaba dos veces, y si la empresa quería hacer frente a nuevos retos, buscaba profesionales con el perfil adecuado, en detrimento a veces del personal de la casa. Al llegar la crisis, cuando los fichajes estrella no están muy justificados (salvo en el fútbol), descubrimos en nuestra gente capacidades que hasta el momento nos habían pasado inadvertidas. Los tiempos de crisis nos hacen aprender a la fuerza la cultura de la sostenibilidad y del cuidado. Esta es, tal vez, una de esas lecciones que nos transmite la crisis, y que no deberíamos olvidar en ciclos económicos expansivos. Los recursos disponibles pueden tener un uso mucho mayor del que pensamos. En la medida en que resultan más escasos, no queda más remedio que aprovecharlos al máximo. Aprendemos, por ejemplo, que la sobriedad y la contención el gasto no son compañeros indeseables y transitorios de nuestra vida y de nuestra actividad profesional. Al final, alcanzamos los objetivos (y la felicidad, en el plano personal) con muchos menos recursos de los que disponíamos en momentos de bonanza.

La crisis es una piedra de toque para comprobar hasta qué punto son sinceras las declaraciones de sostenibilidad. En tiempos en los que nos proponemos fines similares con recursos más escasos se muestra si realmente apreciamos un modo de vivir y de hacer negocios apoyado sobre el reaprovechamiento de los recursos, sobre un reciclaje inteligente, sobre políticas muy restrictivas a la hora de desechar recursos que todavía tienen uso. Cuando alguien asume estas prácticas en su entorno más próximo, está legitimado para proclamar su apoyo a la sostenibilidad. Sólo es creíble la atención al medio ambiente si la ejercemos en primer lugar con el "cercano ambiente".

Cuando se habla en estos tiempos de sostenibilidad, casi siempre nos referimos al diseño de nuevos patrones de crecimiento compatibles con las circunstancias. Casi todo el mundo coincide en que las crisis ponen de manifiesto espirales de consumo y de producción insostenibles. Por eso, los debates más profundos en esos tiempos no tienen que ver directamente con los parches que se aplican para que el sistema no se colapse (planes de apoyo a diferentes sectores, etc.). Esta reflexión se dirige más bien a la definición de cómo deberíamos crecer en lo sucesivo. Aquí encontramos respuestas para todos los gustos. Desde las instituciones financieras nos dirán que debemos crecer al ritmo de la capacidad real del sistema para financiar el desarrollo de la actividad económica. Los ambientalistas precisarán que los límites del crecimiento los marca la irreversibilidad del impacto que producimos sobre la naturaleza. ¿Por qué no añadir que la sostenibilidad también consiste en crecer a la medida de las personas y de su desarrollo?

Sostenible es el sistema que crece al ritmo del ser humano, satisfaciendo sus necesidades inmediatas y creando las condiciones de posibilidad para una vida globalmente satisfactoria.

José Aguilar. Socio director de Mind Value

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