Podemos
Entre el pasado verano y el mes de marzo de este año hemos asistido a un desplome de actividad sin precedentes en la economía española seguramente desde el inicio de nuestra Guerra Civil. Cuando las variables caen a plomo, mirar las tasas interanuales es como conducir mirando sólo al retrovisor. Sin embargo, si utilizamos técnicas estadísticas de suavizado de tendencia y hacemos comparables las series mensuales, los datos a partir de marzo confirman que la economía española también está próxima a salir del túnel de la recesión.
El dato más determinante es el empleo en afiliaciones a la Seguridad Social. A principio de año, nuestra economía se parecía a una trituradora de carne picada y destruía 180.000 empleos mensuales. En mayo y junio destruyó 25.000 en promedio. Es cierto que la corrección más espectacular ha sido en la construcción pero las empresas de servicios destruían 65.000 empleos mensuales en enero y en junio destruyeron aproximadamente 10.000.
Las ventas minoristas en términos reales se han estabilizado desde febrero y las ventas de automóviles de junio, con el apoyo de las ayudas públicas, dan señal de ligera recuperación. La producción industrial también ha tocado un suelo en marzo pero el dato más esperanzador es el de exportaciones que en marzo y abril han crecido un 10% con respecto a enero y febrero.
Nuestro purasangre comienza a desmitificar algunos tópicos. Nuestro mercado de trabajo está demostrando su flexibilidad, también los salarios en 2009. Por lo tanto, su problema es la excesiva prociclicidad y su reforma tiene que atacar la dualidad y las causas de la elevada temporalidad.
Nuestro déficit comercial no era el fiel reflejo de nuestra pérdida de competitividad sino del desaforado crecimiento de nuestra demanda interna y de los crecientes precios del petróleo y del gas. Con nuestras importaciones cayendo casi el triple que nuestras ventas finales y el precio del petróleo a 70 dólares/barril, nuestro déficit exterior se ha corregido a la mitad. Sin embargo, España ha sido de los primeros países, junto a Japón, en engancharse al ciclo expansivo de las exportaciones mundiales.
Nuestro diferencial de costes laborales unitarios acumulado sigue siendo una losa para nuestra competitividad, pero de nuevo el purasangre vuelve a aflorar productividad en la recesión y resuelve el enigma. La ratio capital trabajo se ha desplomado en 2009, por lo que todo es productividad total de los factores, la que más nos gusta a los economistas.
Este repunte de la productividad ayuda a explicar por qué España no ha perdido cuota mundial de exportaciones de bienes desde nuestra incorporación al euro, a pesar del efecto china, por qué ha ganado cuota de servicios y por qué ha ganado cuota de bienes dentro de las exportaciones de la eurozona, a pesar del efecto Alemania. Pero sobre todo, ayuda a explicar por qué hemos llegado por méritos propios al promedio de la renta por habitante europea, sin perder apenas terreno en esta maldita crisis. Si acometemos un plan de liberalización ambicioso en la transposición de la directiva de servicios, principal foco de inflación estructural que limita nuestra competitividad, seremos temibles.
Los acontecimientos se precipitan más rápido de lo esperado y estimamos que la economía española acompañe a nuestros socios europeos con crecimiento trimestral del PIB ligeramente positivo en el último trimestre de este año, lo cual daría por finalizada la recesión. No obstante, cuando salgamos del túnel, nos daremos cuenta de los destrozos de la tormenta. Tendremos que absorber los excesos inmobiliarios, también los excesos de capacidad en otros sectores, principalmente industriales y bancario, habrá que normalizar el crédito, reducir los abultados déficits públicos y nuestra inaceptable tasa de paro que amenaza la cohesión social.
Hay que poner al purasangre a correr a su máximo potencial y debemos mantener la ambición y apostar a ganador. Pensemos que los destrozos de la tormenta han afectado también a nuestros competidores y que ahora se abre un mundo de oportunidades.
La duda es cómo vamos a sustituir al ladrillo, pero la duda ofende. Esta economía no ha hecho otra cosa más que reinventarse desde que apostamos por la economía de mercado en 1959. Telefónica, Banco Santander, BBVA, Inditex, Iberdrola, Ferrovial, Acciona, Abengoa, Gamesa, Repsol, Indra, Técnicas Reunidas, IESE, Instituto de Empresa, etcétera, son nuestra nueva Armada Invencible que hay que consolidar e incrementar en el próximo ciclo para cuestionar la supremacía anglosajona. Ánimo, podemos.
José C. Díez. Economista jefe de Intermoney