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Tribuna
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La energía nuclear, cuestión de comunicación

El reto del abastecimiento energético mundial sostenible es un ejemplo complejo de búsqueda de equilibrio. Por una parte, es preciso satisfacer la demanda mundial, que crece a un ritmo anual de más del 2%, contando con tecnologías de producción energética fiables. Por otro, estas tecnologías tienen que permitir abordar a la vez diferentes objetivos estratégicos, como la seguridad del suministro, la independencia energética y la reducción de las emisiones de CO2 al medio ambiente y permitir una senda de crecimiento económico duradero. La consecución de este equilibrio se traduce en definir la estrategia del mix de producción energética más adecuada contando con todas las tecnologías disponibles, tanto con las convencionales, basadas en los combustibles fósiles y la energía nuclear, como con las energías renovables.

En este escenario, los líderes mundiales convergen en apostar por tecnologías de bajo impacto medioambiental, impulsando el desarrollo de las energías renovables, como la eólica, la solar y la biomasa, una visión que ha penetrado la opinión publica y que está generando nuevas oportunidades de inversión para muchas empresas eléctricas. El problema central reside en conseguir una reducción de la dependencia energética de los países productores de petróleo y gas natural y desarrollar una capacidad productiva interna sostenible. Las tecnologías renovables pueden contribuir a la consecución de este objetivo en el futuro, pero necesitan un esfuerzo de inversión que consiga eliminar limitaciones técnicas y económicas como su alto coste de generación, escalabilidad, eficiencia productiva y acceso a la red de transmisión. Estos factores penalizan la capacidad de las renovables de satisfacer las necesidades energéticas de un país por sí solas.

Esta realidad ha generado de nuevo un interés en la energía nuclear, una tecnología fiable, con precios competitivos, muy bajas emisiones de CO2 y escalable. Las economías emergentes, como China e India, están apostando con fuerza por esta tecnología y países con una experiencia consolidada en la utilización de esta fuente energética, como EE UU, están considerando la construcción de centrales de nueva generación, la generación III+, que prometen mejorar la ya excelente seguridad de las actuales instalaciones y su eficiencia de producción. La visión de estos países es que la tecnología nuclear, como parte de un mix equilibrado de generación eléctrica, puede contribuir a minimizar el impacto medioambiental, a mejorar la independencia energética y a reducir el precio del kWh, favoreciendo el crecimiento económico.

Sin embargo, en países como España, con una dependencia energética del 81% y donde la energía nuclear contribuye con el 20% de la producción eléctrica, la apuesta sobre esta tecnología no es igual de rotunda. En estos días se habla de la prolongación de la vida de la central nuclear de Garoña, una planta que produce 3.500.000 MWh al año y que empezó su operación en 1971. La planta ha recibido la aprobación por parte del Consejo de Seguridad Nuclear para la obtención de una extensión de su vida de 10 años. No obstante, la decisión final sobre su vida depende de factores que parecen transcender la esfera puramente técnica, como consideraciones de estrategia energética, que presentan la energía nuclear como una solución antieconómica y/o no compatible con las tecnologías renovables, así como el sentimiento popular.

A través de varios informes, Accenture ha detectado cierto grado de apoyo al aumento de la generación nuclear. A pesar de él, existe una resistencia a esta tecnología que se fundamenta en la percepción de ciertas debilidades identificadas por los ciudadanos más escépticos: la falta de soluciones claras para la eliminación de los residuos radioactivos, la seguridad de las instalaciones nucleares y su desmantelamiento. Sin embargo, casi la mitad (45%) de los detractores de la energía nuclear considera que podría cambiar su opinión si recibiese una información más precisa y transparente sobre sus inquietudes.

Resulta evidente que un proceso de información más transparente por parte de la industria nuclear y los Gobiernos es clave para cambiar la opinión de los ciudadanos y garantizar su apoyo hacia esta tecnología.

Matías Alonso. Socio de Accenture

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