El relevo del dólar
Amero. Así se llama la nueva moneda de reserva mundial que sustituirá al omnipresente dólar. El cambio será por sorpresa. Y arruinará a los inversores y ahorradores menos avezados que mantengan sus activos en la moribunda divisa estadounidense".
Por supuesto, se trata de una leyenda virtual. Se propagó por internet a finales del año pasado en plena ola de pánico financiero tras la caída de Lehman Brothers. Pero la fábula monetaria sonó creíble para muchos internautas, algunos de ellos con bastante conocimiento de causa. Un síntoma claro de la ansiedad de una parte del mercado por la actual dependencia de una sola moneda de reserva mundial.
Esa preocupación saltó de la quimera viral al debate académico y político cuando el gobernador del Banco de China, Zhou Xiaochuan, propuso el pasado 23 de marzo la creación de una unidad de reserva sin vínculos directos ni exclusivos con una nación.
La propuesta no es nueva. Ha sido el objetivo final (y frustrado) de casi todos los intentos de reforma del sistema monetario mundial de los últimos 100 años. Pero ahora adquiere una nueva dimensión, por la profunda crisis financiera en la que resurge y por el país que la defiende.
Hacía siglos que Pekín no levantaba la voz en temas económicos. Quizá desde que en la primera mitad del siglo XIX China intentó zafarse del opio que el Imperio británico le obligaba a aceptar a cambio de sus preciados productos. La superioridad militar resolvió aquella disputa comercial a favor de Occidente. Ahora China intenta librarse de otra peligrosa adicción: el dólar. El inmenso país emergente tiembla ante la posibilidad de que Washington aliente la inflación y deprecie la cotización de una moneda en la que tiene el 40% de sus reservas (valoradas en dos billones de dólares) y en la que tiene invertidos, sólo en deuda pública estadounidense, el equivalente a más 700.000 millones de dólares.
La idea de Zhou de introducir progresivamente una moneda de reserva supranacional responde, por tanto, al interés de Pekín de preservar el valor de sus inversiones y de sus reservas.
Para algunos economistas, como Jean Pisani-Ferry, director del centro de estudios Bruegel, la propuesta china es sólo "una manera inteligente de enviar una señal al mercado sin decir de manera explícita que están diversificando sus reservas".
Daniel Gros, del centro de estudios CEPS (Centre for European Policy Studies) también cree que "Pekín no propone la aplicación de una medida concreta. Sólo está avisando a Estados Unidos de que debe mantener estable su moneda".
A pesar de ese escepticismo, la iniciativa ha atraído un inusitado interés y la discreta consideración por parte de otros países emergentes como Brasil. Y cuenta con el apoyo de los economistas que consideran que, tarde o temprano, deberá establecerse un nuevo orden monetario que amortigüe unas crisis financieras cada vez más frecuentes desde la desaparición del patrón oro en 1973.
Las discrepancias son mucho mayores en cuanto a la elección de las alternativas al dólar o el calendario viable para adaptarlas.
Pekín considera que la solución más razonable es desarrollar una nueva divisa a partir de los llamados Special Drawing Rights (SDR) o derechos especiales de giro del Fondo Monetario Internacional. "Los SDR tienen las características y el potencial para actuar como una moneda de reserva supranacional", ha asegurado el gobernador del banco de China. Y apuesta por convertirlo "en un medio de pago ampliamente aceptado en el comercio mundial y las transacciones financieras".
Los derechos de giro del FMI nacieron hace 40 años precisamente con la vocación de convertirse en una moneda de reserva, pero han acabado como una simple unidad contable por culpa, en gran parte, de la negativa de EE UU a permitir su evolución.
Las voces críticas con la propuesta china recuerdan que los SDR no acabarían con la dependencia de la Reserva Federal estadounidense, porque el valor de los derechos especiales de giro se basa en una cesta de monedas que incluye a la divisa estadounidense, al euro, la libra esterlina y el yen.
Algunos observadores también dudan que EE UU, cuyo derecho voto de voto en el FMI asciende al 16,75% del total, vaya a permitir que el SDR se convierta en una alternativa viable para el dólar. Washington, de hecho, bloquea desde hace 12 años la propuesta aprobada por los gobernadores del FMI para doblar las emisiones de SDR (hasta un equivalente de 64.000 millones de dólares) y redistribuir esos títulos entre los miembros que se han incorporado al Fondo en las últimas décadas. La cumbre del G-20 en Londres, del pasado 2 de abril, pidió la ratificación urgente de ese acuerdo, que sólo necesitaría el visto bueno de EE UU para entrar en vigor, pero todavía no ha tenido lugar.
Pero incluso si Washington aborta el nacimiento de una divisa supranacional como la que defendió Keynes tras la II Guerra Mundial parece difícil que pueda impedir la convivencia de varias monedas de reserva con un estatus comparable al del dólar.
A favor de esa multipolaridad juega la aparición de nuevos flujos de comercio e inversión. La UE y EE UU siguen teniendo la mayor relación comercial bilateral del mundo. Pero su importancia relativa va cediendo.
Entre 2000 y 2008, el comercio de la UE con China y Rusia se ha triplicado. Y Asia y Latinoamérica profundizan una relación internacional que en el futuro podría prescindir del dólar. La semana pasada, China y Brasil ya indicaron su intención futura de realizar todas sus operaciones comerciales en renminbi y en reales.
La diversificación, en teoría, abre también una oportunidad para que el euro empiece a codearse con el dólar como moneda mundial de reserva. Pero ni la Comisión Europea ni el Banco Central Europeo, de momento, han demostrado ningún interés en que la divisa europea asuma las responsabilidades propias de una moneda internacional. Pisani-Ferry se muestra tajante. "Ese salto no se producirá todavía. El euro necesita primero consolidarse".
Bruselas calcula que el beneficio crematístico de una difusión masiva del euro a nivel internacional (por el señoreaje sobre la emisión que percibe el BCE) apenas llegaría al 0,03% del PIB de la zona Euro. La Unión monetaria, en cambio, debería afrontar el riesgo de una presión al alza de la cotización del euro y el previsible deterioro de su balanza corriente.
Aún así, la Comisión admite que "el avance hacia un sistema monetario bipolar o multipolar, con un predominio del dólar y el euro, es una clara posibilidad". Y recuerda que antes de la hegemonía de la divisa estadounidense, la libra esterlina del Imperio británico compartió reinado con el marco alemán o el franco francés. Los protagonistas han cambiado. Pero el dólar también parece necesitar un relevo o al menos la ayuda de otras divisas.