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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una sola crisis y muchas soluciones

Las voces que abonan la idea de que en la economía internacional empiezan a asomar síntomas de mejora, que pueden acercar la crisis a su punto de inflexión, comienzan a aumentar. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha sido el último dirigente de influencia mundial en sumarse a este coro. Aunque aparentemente estén animadas por un exceso de optimismo, sería imprudente descartar sin más esas señales, por muy ligeras que sean. Porque quienes sepan anticipar con mayor antelación la recuperación podrán obtener mejores rendimientos de sus decisiones, tanto en el campo de la Administración pública como en las empresas y los particulares.

Los indicadores de la economía española, sin embargo, parecen no avalar el optimismo y todos sugieren que habrá que afrontar aún varios trimestres de anemia en el crecimiento. El objetivo está en acortar al máximo ese periodo recesivo, pero mal se habrá empleado el tiempo si no se consigue además que la economía española y su modelo de desarrollo salgan fortalecidos de este viaje. Tanto las autoridades económicas como el sector privado coinciden en que 2010 puede ser el año de la recuperación. Sería mejor noticia aún si ésta se produjera en el primer semestre del año, durante la presidencia española de la Unión Europea.

Ante la cuestión de cuáles son las recetas para lograr ese objetivo de reactivar la economía y el empleo, son conocidas las numerosas respuestas del Gobierno en forma de diversos paquetes de medidas -a las que hay que sumar las aprobadas el pasado viernes-, así como las propuestas planteadas por las asociaciones empresariales.

Si se consulta al ámbito académico, sin embargo, se obtiene una variedad de ideas que confirma lo complejo del empeño. Desde rebajas fiscales en el IRPF, compensadas con una subida del IVA y del impuesto de hidrocarburos, hasta ligar los incrementos salariales a la productividad, flexibilizar el mercado de viviendas de alquiler, elevar el presupuesto de educación o centrarse en la regulación de los mercados financieros para volver a la prudencia en la evaluación contable. O también combatir más el fraude fiscal, elevar la deuda pública y mejorar la calidad de los servicios aprovechando el potencial de los parados que reciben protección por desempleo para que trabajen en ocupaciones de difícil cobertura. E, igualmente, recurrir en mayor medida a la financiación privada para las infraestructuras públicas.

La heterogeneidad de las propuestas de los teóricos, muchas de ellas compatibles y otras no tanto, es la muestra más clara de que la complejidad de la crisis no tiene sólo una solución. Ante ello, los agentes económicos privados tienen la oportunidad de acertar o no, pero el Gobierno está obligado a afinar la puntería y atinar. Porque gobernar es decidir, pero para gobernar bien, además, hay que acertar.

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