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A fondo

Los CDS cobran vida más allá de las quiebras

Su valor como indicador del riesgo de impago de la deuda se ha distorsionado.

Los credit default swap (CDS) permanecían en un discreto segundo plano para los inversores hasta que quebró Lehman Brothers. Desde el pasado mes de septiembre se han convertido en un conocido indicador con el que el mercado valora, ya con total naturalidad, el riesgo de que un Estado soberano o una compañía sea incapaz de hacer frente al pago de su deuda. De un clásico instrumento de cobertura con el que proteger la inversión en deuda, dominio de las entidades financieras, los CDS han tomado entidad propia y han pasado a ser un instrumento con el que ganar dinero con su sola compra y venta. Aunque no se posean los títulos de deuda que precisamente se ocupan de proteger los CDS.

Los credit default swap no son terreno para los inversores particulares pero sí han ganado adeptos entre los hedge funds, lo que está distorsionando su naturaleza original, la de ser reflejo de las posibilidades de que un emisor de deuda entre en insolvencia. Por ejemplo, el CDS de Citigroup cotiza en los 500 puntos básicos, de modo que el coste de cubrir un volumen de 100.000 dólares de deuda a cinco años de la entidad financiera estadounidense tendrá un coste equivalente al tipo de interés a ese plazo más un diferencial por esos 500 puntos básicos. El precio se ha disparado desde los 190 puntos básicos del cierre del pasado ejercicio, consecuencia en gran medida de las severas dificultades de supervivencia de la entidad -que ha tenido que dar entrada en su capital al Gobierno estadounidense- pero también de la aversión al riesgo de los inversores y de la búsqueda de resquicios con los que seguir haciendo plusvalías por parte de los inversores más especuladores. 'Para muchos, la única forma de tomar posiciones a corto son los CDS', explica Miguel Lafont, analista de Société Générale. Los expertos coinciden en que los CDS siguen siendo una referencia con la que analizar una compañía, aunque sin perder de vista que se trata de un mercado muy estrecho, con muy pocos jugadores y con escasa liquidez.

Estos inconvenientes no impiden que el mercado de CDS haya alcanzado un tamaño gigantesco, de alrededor de 22 billones de euros, e inmanejable. Los CDS se negocian en mercados no regulados, sin una cámara de compensación que cubra el riesgo de la contraparte, lo que los convierte en una bomba de relojería como quedó demostrado en septiembre. La quiebra de Lehman puso de manifiesto con toda su crudeza el riesgo de que no haya una contrapartida para el comprador y el vendedor de CDS. AIG ha sido otro de los sonoros capítulos protagonizados por estos productos, ya que la aseguradora debe hacer frente a una millonaria cartera de credit default, lo que provoca un interminable pago de efectivo.

Sólo los inversores institucionales están en condiciones de aprovechar las oportunidades, como el arbitraje que ahora permiten los CDS y los diferenciales de deuda, más elevados en muchas ocasiones que los credit default swap. 'Al comprar CDS, eliminas el riesgo del emisor y obtienes un diferencial. La ventaja de los CDS frente a la deuda es que no soportan ninguna tensión detrás', señala Gerard Vaqué, experto de deuda de Deutsche Bank. En su opinión, los credit default swap llegan a ser más representativos de la situación financiera de una entidad que los rating, aunque también reconoce que 'los CDS están muy altos y eso no significa que sean un claro indicador de que un banco o un Estado soberano vaya a quebrar'.

Un ejemplo de ese desajuste lo ofrece Austria, que conserva el rating AAA, el de máxima solvencia. Pero el CDS sobre sus bonos a cinco años es de 184 puntos básicos, dada la exposición de la economía austriaca a la crisis en Europa del Este. Dicho nivel supera al CDS de la deuda del Estado español -121 puntos-, al que S&P apeó del club de países con máxima calificación.

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