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Resucita el Club Med, con España como socio

El deterioro de las cuantas públicas de España ha llegado a tales niveles y de forma tan acelerada, con un déficit estimado del 6% para este año, que las agencias de calificación crediticia han comenzado a bajar la nota que otorgan al Tesoro español. Qué poco tiempo ha sido capaz España de mantener la misma calificación que Alemania. Justo el periodo en el que el crecimiento económico ha sujetado los ingresos públicos. Ahora ya estamos de nuevo inmersos en el club Med, aquel que simbólicamente agrupa a los países sureños de Europa, de la zona euro, y que mantienen también el rigor fiscal de forma periférica, poco exigente. Grecia, Italia, España y Portugal, además de Irlanda, son de nuevo compañeros de vagón en el tren europeo.

Uno de los grandes debates políticos, económicos y financieros de los años previos a la entrada de España en la Unión Monetaria era si la zona monetaria óptima sería tal, o si las situaciones excepcionales provocarían una especie de selección natural entre las economías del continente hasta el punto de generar una Europa a dos velocidades. Mientras los responsables de las economías más poderosas de la zona (Alemania, Francia, Holanda, Bélgica, etc.) éran partidarias de implantar la moneda inicialmente sólo en sus limitados territorios, para dar tiempo a los demás a ajustar sus sistemas productivos y evitar contaminaciones indeseadas, los países más pobres de lo que entonces era una Unión Europea a 15 elevaron la voz para exigir el mismo trato y no permitir una Europa a dos velocidades.

Los expertos más críticos aseguraban que las economías más pobres desestabilizarían a las más ricas y que en caso de un choque económico, los efectos serían asimétricos, de tal guisa que los sureños experimentarían de forma más dramática las crisis y podían dañar financieramente al núcleo duro de la Unión. Políticamente ganaron los pobres, con una apuesta muy arriesgada de España e Italia por entrar en la primera velociodad del euro, y ser miembros fundadores de la moneda única.

En los primeros meses tras la puesta en circulación de la divisa, en enero de 1999, y tras haber unificado los tipos de interés para unas economías que habían alineado sus finanzas públicas y su inflación con los países punteros, España, Italia o Portugal recibieron calificaciones crediticias similares a las alemanas. Incluso mientras Alemania seguía arrastrando los efectos fiscales de su unificación, los Tesoros de los países del Mediterráneo emitían sin prima de riesgo. El ahorro para sus presupuestos financieros era brutal comparado con los pagos que afrontaban antes.

Pero llegó la crisis financiera y económica. Y con él, el desmoronamiento del equilibrio fiscal de España: casi un 6% de déficit, toda esta legislatura con números rojos por encima del 3%, y la deuda pública otra vez al 60% del PIB. Las agencias de calificación han vuelto a reactivar el Club Med y han establecido una especie de segundo escalón de solvencia, en el que, por supesto, está España.

El Gobierno, que ha quitado importancia a esta circunstancia inicialmente, debería corregir la posición de las finanzas públicas cuanto antes. Devolverle al país el crédito en los mercados financieros, porque están en juego miles de millones de euros que los contribuyentes gastarán en interesos de la deuda, en vez de inversión productiva. No es lo mismo un sobresaliente que un notable. No es lo mismo.

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