Un sobrecoste en la financiación
El Banco de España inauguró ayer una solemne exposición sobre los diez años de presencia de España en el euro, la moneda que absorbió a una peseta de la que prácticamente ya nadie se acuerda, salvo los nostálgicos de la inflación y su medicina, la devaluación. En los 40 trimestres transcurridos desde que los mercados financieros comenzaron a dar cotizaciones en euros con un par de incómodos decimales (4 de enero de 1999), la economía española ha tenido 38 de eufórico desempeño y ha entrado en una recesión de dimensión desconocida en los dos últimos. Tal circunstancia, y los efectos que tiene en las variables más sensibles de la economía, ha llevado a la controvertida y discutida agencia de calificación Standard & Poor's (S&P) a recibir el aniversario con una ácida advertencia para poner en perspectiva negativa la solvencia del Tesoro español.
En plata, S&P advierte a los mercados que el reino de España no reúne ya las condiciones de buen pagador que ha compartido con Francia o Alemania desde 2000 y que deben exigir al Tesoro cuando emita deuda una prima superior para asumir el riesgo de comprársela. Tal decisión, no replicada por las otras grandes agencias de rating que evalúan las emisiones españolas (Moody's y Fitch), pone de manifiesto que la protección que proporciona el euro como escudo no es plena. Demuestra también que una crisis como la actual hace al dinero más selectivo y distingue dentro de la zona euro deuda de primera división y de segunda. España ha pasado muy rápido de un superávit del 3% del PIB a un déficit similar, y las cosas no irán mejor, sino mucho peor, en 2009 y 2010.
Financiar ahora el crecimiento de la economía española será más caro, tanto para los recursos aportados por el Estado como para los promovidos por el sector privado. Para empezar, el Estado tendrá que pagar este año -y en los venideros- cerca de mil millones de euros más de los que abonaría si mantuviera el rating alemán por los más de 100.000 millones de euros que tendrá que emitir para hacer frente a los vencimientos de deuda en circulación y la nueva para cubrir las necesidad financieras que genera el déficit. Ayer, con la prima de riesgo de España ya en cien puntos básicos, el ICO tuvo que abonar en una emisión de sólo mil millones de euros 130 puntos adicionales a los que abonaría el tesoro de Berlín.
Este sobrecoste, que se traducirá en más déficit y deuda, y por tanto más ingresos por impuestos para soportarlo, tendrá un efecto secundario inmediato en la financiación privada, la que mueve casi en solitario la actividad económica. Los mercados trasladan miméticamente las condiciones de financiación del Tesoro a los agentes privados -bancos y cajas- que traen del exterior los fondos para mantener el crecimiento. Así, tanto la refinanciación de las líneas de liquidez de la banca -unos 60.000 millones este año- como el crédito nuevo tendrán un coste superior que se repercutirá, por pura técnica financiera, en los tipos de interés finales de los créditos. Por tanto, es urgente que el Gobierno diseñe un plan fiscal creíble para retornar cuanto antes a la senda del equilibrio presupuestario. En caso de no lograrlo, la financiación será más cara, el crecimiento menor y el coste en empleo, por desgracia, mayor.