Divergencias insostenibles
La cumbre de Washington ha arrojado una nueva foto de los líderes mundiales, según el autor. Ya no se trata sólo de anglosajones ricos, también se sientan a la mesa donde se toman las grandes decisiones los países emergentes. Y la UE debe ganar peso en el nuevo reparto
Veníamos de una Unión Europea acomplejada porque su modelo de protección social era considerado un arcaico frente al de los Estados Unidos capaz de crear mucho más empleo, de crecer a mayor ritmo, de presentar una competitividad muy superior, de ocupar los primeros puestos del ranking en investigación y desarrollo y en definitiva de llevarnos la delantera. Margarita Thatcher hizo tándem con Ronald Reagan para sumarse a la vanguardia de Washington y todo lo demás -sistemas de pensiones, sanidad y ecuación pública, seguro de paro- residuos indeseables a eliminar en aras de la salud económica que debía alcanzarse. Estábamos en cuanto menos Estado mejor y los impuestos eran vistos como un sistema de extorsión que penalizaba a los actores más eficientes para favorecer la ineficiencia y la odiosa burocracia.
Nadie reflexionaba sobre el hecho de que habíamos llegado a nuestro sistema por nuestros propios medios, a través de una evolución histórica. Sucedía que, después de haber apelado al pueblo para que olvidara sus intereses de clase y sobrepusiera su nacionalidad de origen para convertirse en combatientes fervorosos de su país en la guerra mundial, los estados quedaron obligados a ofrecer compensaciones. Por eso en el Reino Unido el líder laborista Clement Attlee ganó las elecciones a Winston Churchill el 5 de julio de 1945. Así que como tantas veces se comprueba que lejos de ser un invento arbitrario surgido por generación espontánea, el sistema de protección social europeo era un resultado. La realidad como resultado, según gustaba decir el inolvidado alcalde de la movida madrileña y profesor de la Universidad de Salamanca Enrique Tierno Galván.
Almuerzo con Carlos Humanes, mi analista económico de cabecera y editor del Boletín de la Tarde. Explica que hay divergencias insostenibles. La primera que el crecimiento en la zona OCDE viniera siendo de promedio un 3% del PIB mientras las finanzas lo hicieran a más de un 11% acumulativo. Segundo que las rentas del trabajo siguieran un ritmo decreciente mientras al mismo tiempo el sistema reclamara para su funcionamiento un aumento del consumo. Añade que ahora se intente salir al paso de la crisis con la misma medicina de Alan Greenspan -rebaja de los tipos de interés e inyecciones monetarias- que nos ha precipitado en el abismo. Coincide en que las tendencias proteccionistas añadirían gravedad a la situación y en que la aguda propensión de los Estados Unidos a levantar esas ficticias defensas trae causa de la extrema debilidad de sus sistemas de protección social inferiores a los que amparan a los brasileños.
De la cumbre de Washington se queda con la imagen de Lula y de los chinos que antes eran invitados al café de la sobremesa donde habían discutido Washington y Londres y ahora exigen sentarse a la mesa para dar cuenta íntegra del menú desde el primer plato hasta el postre, los licores y el puro en la zona de fumadores. Del G-8 ya no queda nada. El G-7 todavía tiene el interés residual de que se concierten las tres monedas -el dólar, el euro y el yen- pero el futuro queda en manos del G-20 o 22 o lo que sea. Buena prueba es que de preparar la nueva reunión para dentro de cien días hayan sido encargados junto con el Reino Unido, Corea del Sur y Brasil. Estos son con toda evidencia otros López muy distintos de los de Bretton Woods.
Aquella élite blanca, anglosajona y protestante, los wasp, es ya consciente de que vive de prestado y ha de aceptar que otros se sienten y hagan juego. Nada puede hacerse en adelante sin ellos. En 2025 sólo 1 de cada siete habitantes del mundo pertenecerá a eso que hemos venido llamando Occidente, un extraño conglomerado que incluye al Japón y sólo un 40% del PIB mundial tendrá esa procedencia. La Unión Europea debe abandonar sus complejos, tomar nota de que su modelo de protección social va a ser en adelante hegemónico y concertar una acción común necesitada de las estructuras políticas del Tratado de Lisboa. En el próximo Consejo Europeo del 11 de diciembre en Bruselas deberá sacar la cara. Veremos.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista