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Columna
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Creacionismo financiero

José Carlos Díez

A pesar de la caída de varios bancos a este lado del Atlántico, los europeos seguimos reacios a aceptar la realidad y preferimos creer en el creacionismo financiero. La tesis es que los bancos del Edén americano mordieron la manzana de las subprime y toda la humanidad debe pagar ahora por el pecado original.

Lo que estamos viviendo se asemeja más a El nombre de la rosa de Umberto Eco. Sabemos que hay un virus fulminante que mata y afecta a bancos de inversión en EE UU, bancos hipotecarios en Alemania o bancos con fuerte negocio asegurador en Holanda. Al igual que en la célebre novela tan sólo la luz y la verdad científica, representadas por fray Guillermo de Baskerville, conseguirán descifrar el enigma.

El origen del problema es que en la última década el gasto real de las familias de la OCDE ha crecido por encima de su ingreso real. El problema se ha concentrado en pocos países y el desajuste se resolvía incrementando el endeudamiento. Ante la ausencia de ahorro doméstico, el sistema financiero mundial tuvo que actuar al límite de su capacidad para resolver el problema. La inflación de materias primas y el crecimiento descontrolado del uso de derivados financieros han acrecentado significativamente el fenómeno.

Pensábamos que los bancos habían aprovechado el desarrollo de los mercados de titulización para reducir sus riesgos, pero no era cierto. Las entidades crearon vehículos fuera de balance, lo que se ha denominado sistema bancario en la sombra, para acumular buena parte de los activos titulizados por otros bancos. Dichos vehículos aportaron la mayor parte del aumento de los beneficios en los últimos años, pero ahora han puesto al sistema al borde del abismo. Hay una característica común en los bancos que han caído: todos tenían banca de activos.

Los periodos de fuerte innovación tecnológica siempre traen aparejados inflación de activos. En las dos últimas décadas, en la economía mundial, además de innovación tecnológica, hemos asistido a uno de los periodos de mayor intensidad globalizadora de la historia, lo cual también favorece el desarrollo de los negocios y la inflación de activos.

A la vista de los acontecimientos, queda demostrado que las políticas monetarias fueron demasiado laxas, especialmente en el periodo 2001-2005 y que la supervisión bancaria ha fallado en la exigencia de capital a las entidades. No obstante, hasta que a finales de 2007 conocimos cifras del mercado bancario en la sombra, no fuimos conscientes de la magnitud del problema, por lo que desconfíen de aquellos que afirman que ellos ya advirtieron de la catástrofe.

Tras varios años de dejadez en la intervención pública, lo más lamentable ha sido lo que han tardado las autoridades en actuar para evitar el desastre. En EE UU y Reino Unido deberían haber recapitalizado sus bancos y relajado las normas contables de valor de mercado a principios de 2008. En Europa, el BCE debería haber bajado tipos y anticipado las medidas para relajar las tensiones crecientes en los mercados interbancarios y crediticios.

En España, el Banco de España impidió que nuestros bancos hicieran banca de activos y obligó a nuestras entidades a realizar provisiones extraordinarias para anticipar la morosidad hipotecaria que ahora se está manifestando. Estas dos medidas han salvado a nuestras entidades y han dejado en el más estrepitoso ridículo a los déspotas ilustrados londinenses que habían anticipado la caída de la armada española y que tanto han contribuido a incrementar el coste de refinanciación de nuestra deuda externa.

Pero España ha sido uno de los países que más ha contribuido a incrementar el endeudamiento familiar mundial. Tampoco debemos flagelarnos por ello. Para España entrar en el euro era una oportunidad histórica y por desgracia el BCE mantuvo una política monetaria demasiado laxa. La autoridad monetaria primó sacar a Alemania de la resaca posunificación e infraestimó la inflación de activos inmobiliarios y el crecimiento del crédito en los países que más habían visto caer sus tipos de interés, entre los que destaca España por su peso en el PIB de la eurozona.

La principal conclusión de esta crisis es que el sistema bancario debe reducir su apalancamiento y eso implica que el actual nivel de deuda mundial es insostenible. España ha sido el país que más se ha aprovechado del boom del crédito y por esa razón estamos siendo uno de los países más afectados por la restricción crediticia global. Desgraciadamente nos hemos beneficiado de la recesión germana y de la caída de bancos alemanes, lo cual ha permitido que el Gobierno Merkel y el Bundesbank aterricen a la realidad y activen la acción política al más alto nivel.

Las familias españolas han financiado su deuda a más de 25 años y a unos diferenciales ridículos. El problema es que nuestros bancos han asumido el riesgo pero a vencimientos más cortos. El resultado es serios problemas para refinanciar la deuda bancaria y restricción de crédito. La restricción del crédito ha provocado un frenazo en seco de la actividad económica, un fuerte aumento de la morosidad, lo cual acaba aumentando los problemas de refinanciación de la deuda. Conclusión, nuestra economía ha entrado en un círculo vicioso del que sólo es posible salir con la intervención pública.

El BCE debe bajar tipos por debajo del 3% y, junto a las medidas aprobadas para facilitar liquidez ilimitada a los bancos europeos hasta noviembre de 2009, el euríbor a un año debería caer por debajo del 4% a principios de 2009. Nuestro Gobierno ha tardado mucho en actuar, pero las medidas anunciadas han sido acertadas. Un presupuesto expansivo, primando las infraestructuras, y medidas para facilitar a nuestros bancos la refinanciación de sus vencimientos.

La protección del euro y el acceso a la liquidez del BCE nos permiten implementar estas medidas sin sobresaltos cambiarios y a unos costes de financiación del Tesoro ridículos. Pero tendremos que tomar más medidas y más agresivas. Los mercados financieros han quedado arrasados en el último mes y las medidas tardarán en tener los efectos deseados. En España urge abrir una línea ICO para financiar hipotecas de jóvenes y personas de menor renta, similar a la de la FHA en EE UU. O frenamos urgentemente la caída libre del boom residencial o todos los esfuerzos habrán sido en vano. Y recuerda el final de la novela: quemar en la hoguera a los banqueros herejes no acabará con la caída de más entidades.

José C. Díez. Economista jefe de Intermoney

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