Un sistema financiero para el siglo XXI
El paradigma económico de las últimas décadas llega a su fin. La próxima era traerá más regulación, menos apalancamiento e inversiones de menor riesgo.
El pasado 8 de agosto, un mes antes de la quiebra de Lehman Brothers, el secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, recibió una carta firmada por los representantes de 16 de las mayores instituciones financieras del país, en la que entonaban una suerte de mea culpa. 'Consideramos que la crisis de 2007 y 2008 es la más severa desde la II Guerra Mundial. Mientras que el desarrollo de los acontecimientos tiene múltiples causas y factores que han contribuido, la raíz de los excesos tanto al alza como a la baja del ciclo es el comportamiento humano colectivo: optimismo desenfrenado en las subidas y miedo -bordeando el pánico- en las bajadas'.
El grupo firmante, entre los que figuran la quebrada Lehman y otras víctimas como Merrill Lynch, Morgan Stanley y Goldman Sachs, reconoce que el financiero es un sector que requiere de una especial vigilancia, aunque aboga porque la supervisión se vea complementada por la autorregulación.
Pero, cuando aún está por ver la eficacia del plan de rescate del Gobierno de EE UU -estimado en 700.000 millones de dólares-, el mercado ya descuenta que en el mundo después de Lehman, como podría llamarse la próxima era financiera, las reglas van a ser más estrictas.
'En Nueva York la frase que predomina en estos momentos es regular, regular y regular', afirma el profesor de Esade Robert Tornabell. Por el momento, la estructura que regía las finanzas estadounidenses desde los años 30 se ha quebrado. La banca de inversión como entidad autónoma ha desaparecido: Lehman ha certificado su bancarrota, Merrill Lynch se ha integrado en Bank of America y Morgan Stanley y Goldman Sachs se han convertido en conglomerados sujetos a la normativa de la banca comercial.
¿Significa esto que desaparece un negocio, el de la banca de inversión? En absoluto, pero a partir de ahora las prácticas de la banca de inversión quedarán supervisadas bajo el paraguas de la Reserva Federal y no de la SEC, el regulador de los mercados estadounidenses. Y esto se traduce en mayor control y bonus menos millonarios. 'Los bancos de inversión apalancados que veíamos hace 15 días ya no existen', explica Leonardo Mathias, director general de Schroders para España. 'A partir de ahora pertenecerán a grandes conglomerados y serán los grupos más pequeños, las boutiques, las que harán el trabajo que hacían estas entidades'.
Para el profesor Tornabell, una supervisión similar a la que aplica el Banco de España a las entidades españolas será la que rija ahora para los bancos estadounidenses. 'Ellos han creado todo este lío porque no aceptan Basilea II', comenta, en referencia a los estándares internacionales sobre los requerimientos de capital necesarios para asegurar la protección de entidades frente a los riesgos financieros y operativos. 'Seguramente terminarán por aplicarlo'.
Es pronto para saber cómo quedará el paisaje financiero mundial una vez se recojan los escombros de esta crisis. Pero no hay duda de que será diferente. 'Está claro que algo va a cambiar', sostiene Juan Laborda, economista de Abante Asesores. 'Se ha quebrado un paradigma global que ha movido la economía en los últimos años, basado en el apalancamiento y en la toma de riesgo'.
Termina un periodo en el que los mercados financieros tomaron el relevo a la banca como financiadores; un periodo en el que el negocio bancario ha pasado de depender de los márgenes por la captación de depósitos y la concesión de créditos a apoyarse en los ingresos generados por las comisiones y ganancias de operaciones realizadas fuera de balance, ya sea la gestión de fondos de inversión, la operativa con derivados o la titulización de activos. Termina la era del apalancamiento en la que las mesas de Tesorería de los grandes bancos de inversión han sido los mayores hedge funds, gracias a un entorno de escasa regulación y bajos tipos de interés que permitían endeudarse hasta el extremo para realizar operaciones de riesgo.
Entramos en un mundo en el que el grado de riesgo de las inversiones va a descender significativamente. Al igual que la oferta de las entidades financieras para sus clientes: depósitos, deuda a corto plazo y garantizados se antojan los productos por los que apostarán las redes comerciales de los bancos, al menos hasta que se confirme el final de la desaceleración económica y del ciclo bajista de las Bolsas.
En el mundo después de Lehman, aún debe definirse la globalización financiera. Porque lo que ha reinado hasta la fecha ha sido un modelo internacional de diseminación de riesgos, donde, aún habiendo muchos actores actuando en los mercados, el dinero se ha concentrado en unas pocas manos capaces de mover a su antojo el precio de los activos. Con el agravante de que la supervisión no ha sido global, sino nacional, lo que ha limitado la capacidad de actuación de los vigilantes.
Por lo pronto, la Unión Europea trabaja ya para la creación de un órgano colegiado de supervisores capaz de hacer frente de manera conjunta a las crisis de corte global. Pero hay voces entre la clase política que ya proponen un supervisor internacional.
Todo sea porque sector privado, supervisores y reguladores pongan el empeño y la voluntad para que en el mundo después de Lehman los mercados financieros vuelvan a ser instrumentos de canalización de recursos para el enriquecimiento del conjunto de la sociedad, y no el patio trasero donde unos pocos hacen y deshacen a sus anchas.
El fin del epicentro financiero
La crisis financiera ha desatado no poco debate sobre si la caída de los grandes bancos de inversión de Wall Street significa el final de la hegemonía financiera de Estados Unidos en el mundo. Esta misma semana, el ministro de Finanzas alemán, Peer Steinbrück, vaticinaba que después de esta crisis Estados Unidos perderá su estatus de superpotencia en el sistema financiero mundial, que será multipolar.'Nueva York, como plaza financiera ha perdido mucho peso frente a Londres', comenta Juan Laborda, economista de Abante Asesores. 'Pero, además, los países asiáticos van a tener mucho que decir. Están financiando la economía americana y no se van a conformar sólo con bonos; querrán también el control'.Para el profesor de Esade, Robert Tornabell, hablar del fin de Wall Street como centro financiero mundial es exagerado. Pero reconoce que va a haber una recomposición del sistema debido a la llegada de nuevos capitalistas, como los países del Golfo Pérsico, que han acumulado reservas en dólares gracias al alza del precio del petróleo.Hasta el momento, se ha producido la entrada de fondos soberanos en el accionariado de algunas entidades estadounidenses como Merrill Lynch, y sobre todo se ha producido el desembarco de entidades japonesas, que en Lehman Brothers (Nomura) y Morgan Stanley (Mitsubishi).Sin embargo, existen argumentos que apoyan la hegemonía estadounidense. 'El 95% del comercio mundial -y especialmente por las transacciones de materias primas - se realiza en dólares. Eso significa coberturas en el mercado de futuros de Chicago y Nueva York, donde cotizan los futuros del petróleo de referencia mundial'.Tornabell añade otros dos factores: EE UU sigue siendo la mayor potencia económica y además su lengua es el inglés, el idioma de los negocios.