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CincoSentidos

San Francisco, la cultura y la libertad

Ciudad de peregrinación desde sus comienzos, San Francisco ha forjado su carácter con anhelos y sueños, promesas de vida nueva. Los buscadores de oro en el siglo XIX, los beatniks en los años cincuenta del siglo XX, los hippies, ya en los sesenta, el movimiento homosexual en los setenta… Todos encontraron refugio a orillas de la bahía y rehicieron sus vidas sobre los cimientos de una misión española fundada a finales del siglo XVIII.

San Francisco, la cultura y la libertad
San Francisco, la cultura y la libertadCinco Días

Por eso San Francisco es ciudad única y múltiple al mismo tiempo. Porque bajo la apariencia uniforme de las casas victorianas que la han hecho famosa conviven culturas e idiosincrasias, separadas por larguísimas avenidas longitudinales que tienden a una verticalidad casi imposible, tanta como permiten las 53 colinas sobre las que se asienta la ciudad. El barrio chino, el italiano, Castro, Haight… casi tantos distritos como estilos de vida y, sin embargo, tanta tolerancia, tanta cultura y una sensación de libertad que ya debieron sentir los pioneros que llegaron contagiados por la fiebre del oro hace 200 años.

'Coge un libro y siéntate a leer'. El cartel, sugerente, preside la primera planta de City Lights, la librería que fundó el poeta Lawrence Ferlinghetti en 1953. En torno a este local, en la Avenida Columbus, en el corazón del barrio italiano, un puñado de intelectuales formó la Generación Beat en los años cincuenta: un movimiento contracultural y antimaterialista -precursor de los hippies-, en el que las drogas y la liberación sexual ganaron un protagonismo inédito hasta entonces. Jack Kerouac, William Burroughs, Allen Grinsberg, Ferlinghetti… la primera planta de esta librería mítica tiene una increíble colección de literatura beatnik, además de una llamativa selección de poesía española donde Lorca y Cernuda brillan en los estantes con luz propia.

Justo enfrente de City Lights se encuentra el Café Vesubio, otro lugar de peregrinación desde que Jack Kerouac hiciera pasar por él a los protagonistas de su novela emblemática En el camino. Las paredes están empapeladas con periódicos, poesías y pinturas. Cuentan que Bob Dylan escribía en una de las mesas de este luminoso pub de decoración recargada. Su imagen aparece en varios recortes de periódico de los años sesenta que cuelgan junto a la ventana.

Es inevitable recordar a Otis Redding cantándole al muelle de la bahía

Los sesenta... los hippies. Otra revolución contra las costumbres que encontró en California su invernadero de libertad. Los primeros hippies comenzaron a alquilar casas en el distrito de Haight, lindando con el parque Golden Gate, aprovechando que los antiguos inquilinos se habían mudado a las afueras de la ciudad. A precios baratos, el barrio pronto atrajo a una generación que quería cambiar el mundo.

Aún hoy por la calle Haight pueden verse viejos soñadores de aquella época. Abundan los bares y cafeterías decorados con la estética flower power, aunque se mezclan con los restaurantes de comida exótica. En este barrio se formaron y vivieron en los sesenta grupos como The Grateful Dead o The Mamas and the Papas. Es de visita obligada, para el viajero más melómano, el final de la calle Haight, donde se encuentra Amoeba, una inmensa tienda de discos de segunda mano decorada con cientos de pósters del Filmore, sala donde se celebraron conciertos míticos y cuyos carteles son verdaderas obras de arte.

La ciudad, en definitiva, destila música por cada esquina. Es inevitable acordarse de Otis Redding cantándole al muelle de la bahía, sittin' on the dock of the bay, cuando desde uno de los muelles se observa enfrente Alcatraz, La Roca, histórica prisión de la que no se tiene constancia que nadie jamás lograra escapar con vida. Y a la izquierda, el inmenso Golden Gate, la linde que separa la tranquila bahía de San Francisco del temible océano Pacífico. Cuentan las guías que el puente, inaugurado en 1937, se pinta continuamente para evitar que se oxide. Se empieza por un extremo y cuando se llega a otro, los pintores comienzan de nuevo. El Golden Gate se lleva la fama, pero no es el único. Casi tan impresionante como aquél es el Puente de la Bahía de Oakland, de dos pisos, uno para cada sentido del tráfico.

Al otro lado del Golden Gate, la naturaleza, los pueblos pesqueros reconvertidos en residenciales: Sausalito, Presidio y los Muir Woods, otro pedazo de historia; un parque natural creado por inmensas secuollas centenarias donde en 1945 los delegados de los 50 países de las recién creadas Naciones Unidas rindieron homenaje a un fallecido Franklin Delano Roosevelt. Si algo tiene California es una sensibilidad especial por la naturaleza, lo que explica la enorme cantidad de espacios protegidos que rodean San Francisco, y los parques, pulmón de una ciudad habitable como pocas.

Fishermans' Wharf, en el muelle de 39, es destino obligado para el turista. Una gran plataforma de madera llena de tiendas de souvenirs, un acuario y restaurantes de marisco a buen precio. De ahí salen los barcos que recorren la bahía, una buena oportunidad para hacerse una idea general de cómo es San Francisco, de su historia, de sus mineros, de sus hippies, sus beatniks y su distrito financiero. Y de sus terremotos, la parte más trágica de la historia de esta ciudad construida sobre la falla de San Andrés. Los bomberos son héroes locales desde aquel fatídico 18 de abril de 1906, cuando un seísmo de magnitud entre siete y ocho en la escala Richter arrasó la ciudad y la dejó literalmente hecha cenizas; porque lo peor no fue el terremoto, sino el incendio que se desató después y que se alimentó, voraz, de una urbe construida principalmente de madera. Los habitantes de San Francisco no viven con miedo, a pesar de que el riesgo está ahí, presente. Pero es parte de la ciudad, de su esencia, y por ello lo viven con resignación, cuando no con cierto sentido del humor.

Milagrosamente, dicen algunos, uno de los pocos edificios que se mantuvieron en pie tras el desastre de 1906 fue la Misión de San Francisco, el edificio más antiguo de la ciudad y alrededor del cual creció Mission, la barriada latina, vital y colorista, plagada de murales que decoran los edificios.

San Francisco no es grande. Su población no supera el millón de habitantes. Pero impresiona. Sobre Twin Peaks, dos colinas que vigilan la ciudad, la panorámica es increíble. Desde allí se divisa el puerto, con sus enormes grúas, de las que dicen que sirvieron de inspiración a George Lucas para crear los AT-AT Walkers, aquellas máquinas imperiales de cuatro patas y proporciones descomunales que aparecen en El Imperio Contraataca, en la saga de Star Wars. San Francisco, en definitiva, ciudad de inspiración, de cultura y de libertad.

Guía práctica

Dormir Hotel des Arts. 447 Bush Street (www.sfhoteldesarts.com). Situado a un paso de Union Square, la zona comercial de San Francisco, este pequeño hotel tiene el encanto de que cada habitación está decorada por artistas contemporáneos. El visitante puede escoger la habitación en la que quiere alojarse. Las tarifas por noche oscilan entre 59 y 99 dólares.Americania Hotel. 121 7th Street (www.jdvhotels.com/hotels/sanfrancisco/americania). Este hotel está situado al sur de Market Street, en el distrito SOMA, junto a grandes museos como el MOMA de San Francisco. Está decorado al estilo pop de la década de los cincuenta. Las tarifas por noche oscilan entre 129 y 149 dólares.ComerLori's Diner. 336 Mason Street (www.lorisdiner.com). Un restaurante que rinde homenaje a los años cincuenta. Comida típica americana y decoración que parece sacada de la película Grease, con gramolas en funcionamiento incluidas.Fisherman's Wharf: En la bahía, Pier 39, la zona más turística de la ciudad, se puede comer marisco a buen precio, en puestos a pie de calle o en restaurantes con vistas a la bahía y a la antigua prisión de Alcatraz.Qué hacerCable car. Los tranvías son el medio de transporte por excelencia en San Francisco. Los cable cars hacen rutas turísticas y salen de la calle Powell esquina con Market Street.MOMA. 151 Third Street (www.sfmoma.org). El Museo de Arte Moderno de San Francisco es una opción ideal para aprovechar los días de lluvia.

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