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Tribuna
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Presente político y futuro tecnológico de la UE

La posibilidad de pagar por recibir llamadas, apuntado por la comisaria Viviane Reding, introduce incertidumbres en un sector, el de las telecomunicaciones, decisivo para el futuro de la UE, según el autor. Sólo unas reglas del juego claras permiten, en su opinión, el desarrollo tecnológico y el crecimiento económico

Existe un amplio consenso doctrinal en la formulación del crecimiento a largo plazo de la economía como consecuencia de la relación dialéctica de la innovación tecnológica y las instituciones sociales -y por tanto políticas- que la hacen posible.

Desde esta contrastada visión del crecimiento económico, la función principal de las autoridades públicas no puede ser otra que facilitar -e incluso fomentar- el libre discurrir de la innovación, amén de establecer un marco institucional -reglas de juego- que genere seguridad jurídica a los agentes económicos.

Simplificando las cosas podríamos convenir que la función del político es acotar y limitar la incertidumbre y la del empresario vencerla con éxito. Llegados a este punto llaman la atención declaraciones y actuaciones políticas que innecesaria e injustificadamente generan incertidumbres gratuitas en sectores económicos claves para el crecimiento económico. Es el caso de las últimas manifestaciones públicas formuladas por la comisaria de la UE, Viviane Reding, sobre los precios de las telecomunicaciones y la posibilidad de que los usuarios llamados paguen el precio de las comunicaciones.

El futuro de la UE depende de su hipersector TIC, tanto en su vertiente de demanda para usos productivos como en el de la oferta de nuevas tecnologías

Nathan Rosenberg, uno de los más acreditados estudiosos de la tecnología, sostenía hace más de una década que, 'puesto que las telecomunicaciones son muy dependientes del cambio tecnológico, cuya evolución no es posible predecir, bien harían los políticos en no intervenir demasiado en este sector'.

Viviane Reding lleva tiempo -prácticamente todo su mandato- alejada por completo de la prudencia que predicara Rosenberg, de suerte que sus intervenciones cada vez crean más perplejidad e incertidumbre, en un sector decisivo para el mejor futuro posible de la UE.

Dentro del amplio espectro de actividades que integran el denominado hipersector TIC, la UE sólo domina y lidera el sector de las telecomunicaciones tanto en la vertiente del mercado -y sus agentes- de los servicios como en la de la oferta tecnológica de equipamientos. Los otros grandes ámbitos TIC, electrónica de consumo, tecnologías de la información, internet y contenidos digitales, tienen sus centros de gravedad fuera de Europa y no parece pensable que podamos liderar ninguno de ellos.

La UE presenta un perfil de desarrollo de servicios de telecomunicaciones del máximo nivel mundial por extensión, diversidad, nivel tecnológico y uso; mientras que sus precios descienden sistemáticamente más que en cualquier otro sector económico. Además y no por casualidad, los principales líderes tecnológicos mundiales son europeos y tienen sus principales bases de desarrollo tecnológico aquí. Un ejemplo, literalmente maravilloso, del buen hacer europeo fue la estrategia política que dio lugar al GSM, la segunda generación de telefonía móvil -digital- con la que la UE conquistó y lideró el mundo.

El éxito del GSM, una tecnología originada en Europa por consenso de operadores, fabricantes y políticos, no es algo que vaya a perpetuarse necesariamente y menos aún si se cuestionan las bases -la confianza mutua- que lo hicieron posibles.

Cabe preguntarse, llegados a este punto, por qué es necesario sobreactuar y modificar negativamente las reglas de juego en un sector tan emblemático como eficiente y competitivo a escala mundial. ¿Por qué cuestionar lo que funciona bien? ¿Acaso no abundan sectores más ineficientes de los que ocuparse?

El futuro de la UE depende de su hipersector TIC, tanto en la vertiente de la demanda para usos productivos y sociales de sus tecnologías, aplicaciones y servicios, como en la de la oferta de nuevas tecnologías que, además de alimentar positivamente el desarrollo del mercado, genera riqueza, economías externas y por tanto un círculo virtuoso que es más fácil deshacer que mantener.

Sostiene con todo acierto Felipe González, en tanto que presidente de la Comisión Asesora de la UE, que nuestro futuro estará indisolublemente unido a la gestión del cambio tecnológico y que la UE presenta flaquezas al respecto que habría que soslayar. Desde esta perspectiva, resulta evidente que crear incertidumbre, y por tanto retraer la inversión y cuestionar los esfuerzos tecnológicos del sector TIC, como se empeña en conseguir la comisaria Reding, no es el mejor camino para el futuro que todos debiéramos compartir y anhelar.

En una economía de mercado, felizmente globalizada, el desarrollo tecnológico y el crecimiento económico a largo plazo tienden a manifestarse tan intensa como positivamente en las regiones donde las reglas de juego son más propicias. En Europa, durante siglos, fuimos campeones del cambio tecnológico gracias a las reglas de juego -marco institucional- que lo hacían posible y la cosecha en términos de crecimiento económico y prosperidad social salta a la vista. Desde hace algunas décadas, la UE está dejando de liderar el mundo tecnológico y sus instituciones políticas no dan suficientes muestras de adaptación a una economía global, la de la sociedad de la información y el conocimiento, en la que el futuro no será ergódico; tenemos que construirlo desde ahora con políticas responsables y consecuentes.

Jesús Banegas Núñez. Presidente de Aetic (Asociación de Empresas de Electrónica, Tecnologías de la Información y Telecomunicaciones de España)

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