El libro, valor de la economía y cultura en español
Estos treinta años de vida española han supuesto un cambio revolucionario en el mundo del libro. Aunque los registros estadísticos fiables no se inician sino desde 1988, los títulos en catálogo, la gran riqueza editorial, ha pasado en esta etapa de 162.000 a 346.000 y la facturación ha pasado de 1.588 millones de euros a 3.100 millones de euros, a los que hay que añadir entre comercio de mercancías y servicios otros 800 millones de exportación. Además, se debería tener presente el bajo valor medio del libro y su pequeña repercusión en el gasto total.
¿Cómo debemos interpretar estos datos? La primera idea que nos viene a la cabeza es que el libro goza de una frágil salud de hierro. Hoy, después de 30 años de democracia, se lee más que nunca, pero los problemas estructurales que aquejan al mundo del libro siguen subsistentes.
Probablemente, la primera revolución, congénita a la democracia, fue la liberación de las censuras políticas y administrativas, que trajeron un aire de libertad que renovó a fondo los contenidos, pero quedó, como herencia de los viejos tiempos, una fórmula de censura desaparecida hace muy poco, denominada supervisión previa, y que recaía sobre el libro de texto (25% de facturación del sector del libro, que alcanza el 43% de la facturación de los distribuidores y el 40% de los libreros) y a la que, con ardor de neófito, se dedicaron con ahínco las comunidades autónomas y son la causa, quiérase o no, de la fragmentación del sistema educativo español, que gozan del 'privilegio' de contar para el curso 2008-2009 con más de 30.000 títulos.
Hoy, parte del poder político pretende mantener esos objetivos con el chapucero, populista y, sobre todo, antipedagógico sistema de préstamo. En estas tres décadas, hemos conseguido, con casi 40 años de retraso sobre los principales países de la Unión Europea, la alfabetización del 100% de los niños hasta los 16 años. Ello se nota en el lento, pero paulatino, incremento de los índices de lectura, fuerte en la gente joven, y en grandes ciudades como Madrid y Barcelona, plenamente comparable a los europeos pero muy bajas en amplias zonas del territorio nacional.
Se ha iniciado una renovación del hasta hace poco inexistente servicio público de las bibliotecas, pero las inversiones para mejora de las colecciones bibliográficas son insuficientes para recuperar el atraso y, lo que es peor, siguen desaparecidas en combate (pese a las declaraciones de la LOE) las estratégicas bibliotecas escolares, claves para mejorar la calidad de la educación.
El mantenimiento del precio fijo (pese a duros ataques de algunos políticos vinculados a las grandes superficies, cuyas técnicas de venta son uno de los mayores factores inflacionistas de la economía española, sin que los órganos de la competencia se den por enterados), ha permitido incrementar el número de editoriales (en la Federación se ha pasado de 527 a 840), mantener bajos índices de concentración editorial y una red de librerías (3.000) necesitado de reconversión, pero bien distribuidos por el territorio nacional.
Por último, estos treinta años han supuesto para el libro la aceptación y el uso intensivo de las nuevas tecnologías, que en parte explican la contención de precios mantenidos y la apertura al exterior, tanto cultural -es el país que más traducciones realiza al año en todo el mundo-, como de expansión externa -presente con 200 filiales en toda Europa y América, contribuyendo a la expansión del español, a su vez compatible con la edición en todas las lenguas cooficiales-. En definitiva, el libro, y su industria y comercio, en estos treinta años se ha convertido, a pesar de las deficiencias institucionales, en un valor seguro de la economía y cultura en español.
Antonio María Ávila. Director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE)