El sistema financiero español: 30 años de desarrollo
Hace 30 años, el sistema financiero español estaba inmerso en una crisis que supuso un punto de inflexión en nuestro modelo bancario. Desde entonces, la estabilización macroeconómica, una liberalización paulatina del sector y la creciente mejora en la gestión bancaria han dado lugar a un sistema financiero caracterizado por su alta rentabilidad, su destacada eficiencia y su adecuado perfil de riesgos. Un sistema que se encuentra en buenas condiciones para afrontar el reto que supone la crisis financiera internacional con la que se ha iniciado el año 2008.
Pero, sobre todo, un sistema financiero que cuenta entre sus principales activos con una capacidad de adaptarse a los cambios económicos y sociales no sólo de la economía española, sino de manera creciente de la economía global. Un activo que será crucial para abordar con éxito los retos a los que habrá de enfrentarse en los próximos treinta años.
Una mirada a las últimas tres décadas resulta muy útil para entender la notable transformación del sistema financiero actual. Una transformación que ha combinado cambios en el modelo de banca, en el contexto regulatorio y supervisor, en el ámbito tecnológico y en el socioeconómico. Pero en todo caso una transformación que es sólo una etapa más de las muchas por las que habrá de discurrir nuestro sistema financiero.
En términos generales, el contexto regulatorio actual puede considerarse suficiente'
El acceso a los servicios financieros ha supuesto un cambio significativo en la economía española'
En relación al modelo bancario, España cuenta hoy con un modelo de banca universal, capaz de ofrecer una amplia gama de productos a familias y empresas. Así, a diferencia de lo que ocurre en otros países, en España son los bancos y cajas de ahorros los principales distribuidores de productos como los fondos de inversión y los fondos de pensiones. Atrás queda ya el modelo de banca industrial de los años sesenta y comienzos de los setenta, caracterizado por una excesiva concentración de riesgos y por los conflictos de intereses.
En buena medida, los cambios en el modelo bancario se han beneficiado del desempeño macroeconómico. Tipos de interés más bajos y menos volátiles, y un elevado crecimiento de la economía mundial han facilitado un crecimiento sin precedentes del crédito bancario. El creciente acceso de las entidades financieras españolas al mercado mayorista internacional ha supuesto disponer de mercados de mayor tamaño, más profundos y más líquidos, para financiar la creciente inversión crediticia. En consecuencia, el crédito en España, en términos del producto interior bruto, se ha multiplicado por cinco en los últimos treinta años, equiparándose así al observado en las economías con nivel similar de desarrollo.
El entorno regulatorio lleva a cabo un papel de primer orden en este desempeño. Como muestra la experiencia española, la liberación es un impulsor de un sistema financiero capaz de contribuir a estimular el crecimiento en condiciones adecuadas de rentabilidad. Este proceso de liberalización debe discurrir paralelo al desarrollo de una adecuada regulación que permita que el crecimiento del crédito se produzca en condiciones de solvencia y manteniendo unos ratios de capital adecuados.
El sistema financiero español es hoy en día el mejor provisionado de Europa y su tasa de mora ha alcanzado niveles mínimos para nuestra economía y para las referencias internacionales. Se pone así de manifiesto que un adecuado marco regulatorio es necesario. Pero la regulación no sustituye en ningún caso a las buenas prácticas. Ambos, regulación y buenas prácticas, deben interaccionar para evitar situaciones de arbitraje regulatorio como las observadas en los últimos años, y que han jugado un papel importante en la génesis de la crisis actual.
El sistema financiero internacional afronta actualmente un debate sobre los modelos de regulación y supervisión que, en un entorno de entidades financieras cada vez más globales, es, sin duda, necesario. En algunos ámbitos, este debate podría resolverse con algo más de regulación, pero éste no debe ser un resultado general. En términos generales, el contexto regulatorio actual puede ser considerado suficiente. Más prioritario es el desarrollo de un buen código de conducta, del que formen parte elementos como un buen diseño de los sistemas de incentivos, mayor énfasis en los sistemas de auditoría interna en las entidades y, sobre todo, una mayor transparencia.
En este último aspecto, el desarrollo e implementación de Basilea II podría suponer un importante marco de referencia. Entrando en el ámbito tecnológico, la banca española ha puesto especialmente el énfasis en la inversión en tecnología en los últimos años, especialmente desde la segunda mitad de los noventa. De esta forma, ha modernizado su red, ha conseguido reducir significativamente sus costes a pesar de la enorme capilaridad de sus sucursales y ha alcanzado, en consecuencia, un ratio de eficiencia de los mejores de Europa.
Debe destacarse especialmente el desarrollo de un sistema de pagos al por menor que es elogiado por su flexibilidad. La creación de un Sistema de Pagos æscaron;nico en Europa, conocido como SEPA, será uno de los avances en la integración del mercado minorista europeo, un proceso en el que queda mucho por hacer. En los próximos años, se trabajará en superar las diferencias de regulación, culturales, de estructura del sistema financiero o de protección del consumidor. De ello dependerá el éxito en la integración del mercado minorista europeo. Los avances tecnológicos van a ser protagonistas también del futuro.
El banco del futuro será cada vez un ente más físico y más virtual. La tecnología facilita esta transformación, pero indudablemente la base del éxito está en saber identificar esas necesidades y, en definitiva, en anticipar las transformaciones sociales y económicas.
La rápida transformación socioeconómica vivida por los países en los últimos años es sólo una muestra de los cambios que nos esperan. El acceso a los servicios financieros ha supuesto un cambio significativo en la economía española, en la que los movimientos migratorios y la incorporación de la mujer al mundo del trabajo han supuesto una verdadera transformación. Pero los cambios que se avecinan son mucho más importantes. El volumen de población que va a acceder a los servicios bancarios en los próximos años es significativo. Los avances de la ciencia tienen fuertes implicaciones en el negocio bancario: el alargamiento de la esperanza de vida supone que los individuos van a aumentar su ahorro para financiar una vejez mejor y más prolongada. Nuevas formas de uso del tiempo libre requieren de apoyo desde el sector financiero. Todo ello constituye notables desafíos para el negocio bancario.
Las entidades financieras se especializarán cada vez más en la asesoría personalizada a los hogares y empresas en un mundo complejo y cambiante. Serán plataformas de encuentro en las que convergerán soluciones para planificar financieramente a las personas a lo largo de su vida o para encontrar soluciones técnicas, de comercialización, planificación de inversiones y recursos financieros.
En definitiva, más que nunca crecerán con sus clientes, serán bancos de personas para las personas, con independencia de su localización geográfica o de sus características. La confianza es la base de esta relación. Y esta confianza se construye cada día con anticipación, con un buen entorno regulatorio, pero, sobre todo y por encima de todo, con sólidos principios éticos en el desempeño de nuestra actividad.
Francisco González. Presidente del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA)