La banca española, una historia de éxito
No hay duda de que los últimos treinta años de la banca española son una historia de éxito. En 1978 tenía una dimensión modesta, eminentemente nacional o regional, y estaba sometida a una regulación muy intervencionista. Hoy, está considerada entre las más eficientes, innovadoras y dinámicas del mundo, con entidades entre los líderes mundiales por beneficios y por valor en Bolsa.
Este éxito se debe, por una parte, al acierto con que las autoridades y el Banco de España han conducido el proceso de liberalización e integración de nuestro país en la economía internacional y, por otra, a la buena gestión de los responsables de las entidades españolas en este entorno nuevo y cambiante. Hemos pasado de tener uno de los sistemas financieros más intervenidos a estar entre los más flexibles y abiertos de nuestro entorno.
El Banco de España ha gestionado, con criterio y acierto, las tareas de supervisión y regulación, una labor que, como se ha demostrado, ha permitido sortear las dificultades creadas a la banca española por la inestabilidad actual de los mercados internacionales.
Paralelamente, los bancos españoles hemos puesto el énfasis en un modelo de negocio centrado en los clientes, en el beneficio recurrente y en la eficiencia, que ha mejorado como en muy pocos países, ante la presión de un entorno estructural de bajos tipos de interés, un intenso proceso de innovación y una fuerte competencia global. Esta mejora se concreta en varios elementos básicos: el control de costes, cuya importancia va a ser aún más evidente ahora que nos encontramos en la fase baja del ciclo; las inversiones en tecnología que nos han proporcionado una clara ventaja competitiva; el mantenimiento sostenido de ratios de solvencia elevados, superiores a los requeridos por las autoridades; una clarísima vocación comercial, y la gestión cuidadosa de riesgos, que de nuevo se ha constatado en estos meses en los que distintos bancos de otros países han incurrido en fuertes pérdidas.
Los bancos españoles no hemos emitido ni suscrito hipotecas subprime ni sus productos derivados, y no hemos tenido que hacer ajustes en nuestro balance por operaciones complejas de excesivo riesgo. España cuenta, además, con la red de sucursales más extensa del mundo. Las turbulencias que han salpicado a la banca de inversión internacional refuerzan el sentido de esta apuesta por la banca minorista. Muchos buscan volver a un modelo de banca tradicional que nunca hemos abandonado en España. Santander es hoy la primera entidad de España, de la eurozona y de Iberoamérica, y se encuentra holgadamente entre las diez mayores del mundo por capitalización y por beneficios, algo difícil de imaginar hace treinta años.
Los principales ratios financieros que califican a un banco permiten comparar ventajosamente a Santander con sus competidores en eficiencia, rentabilidad sobre el capital y sobre los activos, morosidad o solvencia. Ningún otro banco internacional tiene un 85% de sus resultados procedentes de la banca minorista, una gran ventaja ahora que se vive esa 'vuelta al retail'. Ningún otro banco cuenta con una red de oficinas tan extensa y completa. Ningún otro banco cuenta con una diversificación geográfica como la del Santander.
Creo, por tanto, que podemos felicitarnos por lo que hemos hecho en estos treinta años, pero sin caer en la complacencia. Debemos mantener los principios que nos han situado donde hoy estamos, pero sin olvidar que el mundo cambia y que la continua innovación financiera y la globalización significan nuevos retos a los que debemos dar respuesta. Hay, en todo caso, que seguir vigilantes, mejorando la eficiencia, la calidad de servicio y sosteniendo un proceso de mejoras continuas.
Siempre hay que recordar, como hacían los generales romanos a la vuelta de una victoria, 'que somos mortales' y que el éxito mal asimilado es el mejor ingrediente para el fracaso.
Emilio Botín. Presidente del Grupo Santander