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Reparto del PIB

Síntoma de madurez: hacia una economía de los servicios

España ha cambiado. La letra del tango ha llegado a relativizar el valor de 20 años, pero no se ha atrevido con los 30 que ahora celebra CincoDías. La transformación económica supone, junto a la consolidación de la democracia y la entrada en la Unión Europea, uno de los hitos que marcan claramente un antes y un después en este periodo de transformaciones pocas veces visto en la historia del país.

El cambio en la actividad productiva ha sido notable y recoge avances claros hacia una economía desarrollada junto a algunos particularismos que inciden exacerbando los momentos altos y bajos del ciclo.

Un vistazo a la composición de la producción por el lado de la oferta lleva a una conclusión inmediata: la economía se está terciarizando. En efecto, si en 1978 los servicios suponían algo menos de la mitad del producto interior bruto, en 2006 (último ejercicio desglosado por el INE) esa participación rozaba el 60%. De forma simétrica, el peso conjunto de agricultura, ganadería y pesca (es decir, el sector primario) se ha reducido del 8,63% a poco más del 2,5%. Tendencias, ambas, típicas de la maduración de las economías. Con ser sintomático de un desplazamiento a un modelo económico típicamente desarrollado, no ha sido ese el único cambio significativo.

El peso del conjunto de la industria ha bajado casi diez puntos, hasta situarse en el 27%. Especialmente notable es la moderación de la industria en general, que pasa del 29,7% al 16,2%, en un reflejo de la reasignación mundial de la actividad en tiempos de la globalización. Dentro de este capítulo, sólo escapa a la tendencia la construcción: gracias al boom de la década actual, ha pasado de representar el 8,14% de la actividad al 10,84%.

Finalmente, el ingreso en 1986 en la por entonces Comunidad Económica Europea supuso la creación de un impuesto general sobre el consumo hasta entonces inexistente en España: el IVA. La tributación por valor añadido ha logrado que se duplique la participación de los impuestos indirectos en la tarta de la producción, hasta rozar el 10,93%. Ejemplo, por lo demás, de un aumento generalizado de la presión fiscal.

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