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Tribuna
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Crudo e incertidumbre

Una de las noticias económicas de esta última semana ha sido sin duda la espectacular subida del precio del petróleo. La variedad Brent ha llegado a cotizar a 131,57 dólares y la variedad Texas (WTI) a 132,19 dólares, y se empieza a escuchar la voz de expertos reconociendo que no es descartable que la tendencia alcista siga hasta acercarse a los 200 dólares el barril en lo que queda de año. ¿Es esto posible? ¿Por qué el precio del petróleo ha subido un 98% en un año?

En un primer análisis parece difícil entender por qué, en una coyuntura de desaceleración económica o incluso de recesión, el petróleo sube. En Estados Unidos, las consecuencias de la crisis financiera se están traduciendo en una ralentización de la economía real, que supone un menor crecimiento del PIB y el riesgo de aumentos en la tasa de paro, pero también un menor consumo de petróleo, como ya muestran los datos publicados. El consumo de petróleo en Estados Unidos está creciendo a tasas menores que en el año 2007. Además, algunos economistas creen que el menor dinamismo de la economía americana se puede traducir un menor crecimiento de China, que vería reducir el ritmo de crecimiento de sus exportaciones a Estados Unidos. Si China crece menos también lo hace su consumo de petróleo.

Entonces, en un entorno de menor crecimiento de la economía real, ¿qué explica la subida del precio del petróleo? La respuesta está en la economía financiera o, si se prefiere, en gran medida en la especulación. Desde el año 2001 los principales bancos centrales, en especial la Reserva Federal, llevaron a cabo una política monetaria muy expansiva, que permitió unos muy bajos tipos de interés, a veces incluso por debajo de la inflación. Gran parte de este dinero se invirtió en mercados de renta variable, y en vivienda, llevando a los precios por encima del nivel de equilibrio que se derivaría de la evolución de la población o de la renta disponible, es decir lo que se conoce como una burbuja.

Esta burbuja estalló como consecuencia de los problemas de las hipotecas basura, las subprime en Estados Unidos. ¿Qué hizo todo este dinero? ¿Hacia dónde se ha dirigido al salir del inmobiliario y la Bolsa? Una vez descartado el inmobiliario, descartamos como inversión la Bolsa tradicional, ya que si los bancos tienen una crisis crediticia y prestan menos, el consumo se ralentiza, el interés sube y aumentan las dificultades de financiarse, lo que significa menores ritmos de crecimiento para los beneficios empresariales. La opción más clara es invertir en materias primas.

La inversión en materias primas, petróleo, pero también alimentos básicos, que han subido este año según el índice de precios que elabora el The Economist un 58%, se explica por varios factores.

El primero es un dólar débil. Un dólar a la baja implica que si nos endeudamos en dólares para comprar petróleo en los mercados de futuros no sólo ganaremos la revalorización que experimente el petróleo sino que la devolución de la deuda nos resultará más barata. Además, la especulación crece en un mercado donde hay incertidumbre, y ésa es la palabra clave para describir lo que ocurre en el mercado del petróleo. Incertidumbre sobre si la oferta será capaz de cubrir la demanda: actualmente lo hace pues diariamente se demandan en el mundo 87 millones de dólares y la oferta diaria es de 88,5 millones.

Pero esta oferta no está asegurada. Por un lado, está Nigeria, uno de los grandes productores, que lleva meses con la producción paralizada por su especial situación interna. Por otro está Irán. Este país, cuarto exportador mundial, mantiene un particular pulso geopolítico con EE UU que no permite tener claro si utilizará el petróleo como una herramienta más en su batalla. Y podríamos continuar con Venezuela o Irak.

Por el lado de la demanda, las expectativas a largo están claras: EE UU sigue siendo una economía intensiva en el consumo de petróleo y China e India, que no dejan de crecer, son economías que con crecimientos anuales de cerca del 10% aumentan su apetito por el consumo de energía, materias primas y alimentos. Parece claro que la oferta no es capaz de ajustarse a ese ritmo de demanda.

Pedro Aznar, Profesor del Departamento de Economía de Esade (Universidad Ramon Llull)

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